Cap4-Secretos entre el caos

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Los días pasaron desde aquel beso en el auto, pero la sensación de sus labios aún no se había desvanecido. Fiddelford y Stanley volvieron a la oficina, a la rutina diaria, pero algo había cambiado. Había miradas que se prolongaban más de lo habitual, roces intencionados, y un sentido de complicidad que los rodeaba a ambos como un manto invisible. Ninguno de los dos mencionaba lo sucedido, pero era imposible ignorarlo.

Un jueves, Fiddelford estaba en su escritorio, trabajando en unos informes cuando Stanley salió de su oficina. Se detuvo un momento en el umbral de la puerta, observando cómo Fiddelford estaba concentrado en la pantalla. No pudo evitar sonreír al verlo tan enfocado. Ese era uno de los momentos que más disfrutaba: observar a Fiddelford cuando no sabía que lo estaban mirando.

-Fidds -dijo Stanley suavemente, caminando hacia su escritorio.

Fiddelford levantó la vista, sorprendido por la cercanía de Stanley. Su corazón dio un pequeño vuelco, recordando el beso.

-Stanley -respondió, intentando mantener la compostura-. ¿Necesitas algo?

Stanley sonrió, una de esas sonrisas que reservaba solo para él, como un secreto compartido.

-¿Tienes planes para esta noche? -preguntó Stanley, sus ojos brillando con algo más que curiosidad profesional.

Fiddelford lo miró, sus pensamientos acelerándose. Sabía exactamente a qué se refería Stanley, y aunque una parte de él estaba emocionada, otra estaba nerviosa.

-No, no realmente... -respondió con cautela-. ¿Por qué lo preguntas?

Stanley se apoyó en el borde del escritorio de Fiddelford, su proximidad haciendo que el corazón de Fidds latiera más rápido.

-Pensé que podríamos salir a cenar, solo tú y yo -dijo Stanley, su tono casual, pero la intención detrás de sus palabras era clara.

Fiddelford sintió que el color subía a sus mejillas. Cenar juntos no era inusual, pero ahora, con lo que había pasado entre ellos, todo parecía tener un nuevo significado.

-Me parece una buena idea -dijo finalmente, sonriendo tímidamente-. ¿A qué hora?

-Te recojo a las siete -respondió Stanley, levantándose del escritorio con una sonrisa satisfecha.

La tarde pasó rápidamente, y para cuando Fiddelford llegó a casa, su mente estaba llena de anticipación. Se cambió de ropa varias veces, nervioso como si fuera la primera vez que salía con alguien. Aunque conocía a Stanley desde hacía tiempo, todo se sentía nuevo y emocionante ahora.

A las siete en punto, Stanley llegó en su auto negro, como siempre, pero esta vez había una suavidad en su actitud, algo más relajado. Fiddelford se subió al auto, y juntos condujeron hasta un restaurante pequeño y discreto en las afueras de la ciudad.

Durante la cena, la conversación fluyó fácilmente. Hablaron de todo y de nada, como si el peso de sus roles en la oficina se hubiera desvanecido. Rieron, recordaron viejos momentos de trabajo, pero también dejaron espacio para las miradas cargadas de significado que ambos compartían.

-Esto es raro, ¿no? -dijo Fiddelford de repente, sonriendo mientras jugaba con su copa de vino.

-¿Qué cosa? -preguntó Stanley, arqueando una ceja.

-Esto -respondió Fiddelford, señalando la mesa entre ellos-. Nosotros dos, cenando juntos, y... todo lo que ha pasado.

Stanley sonrió, inclinándose hacia él.

-No lo veo raro en absoluto -dijo con convicción-. De hecho, creo que es lo más natural que ha pasado en mucho tiempo.

Fiddelford lo miró fijamente, sus ojos buscando alguna duda en los de Stanley, pero no encontró ninguna. Era tan extraño para él ver a Stanley, siempre tan controlado, mostrándose de esa manera tan abierta.

-¿Y cómo vamos a manejar esto en la oficina? -preguntó Fiddelford, sintiendo la necesidad de ser práctico-. No podemos... bueno, ya sabes, que la gente lo note.

Stanley soltó una risa suave.

-Fidds, hemos sido buenos en mantener cosas en secreto, ¿no crees? No tiene que ser diferente ahora. Nadie tiene por qué enterarse.

Aunque Stanley hablaba con confianza, Fiddelford aún sentía esa pequeña inquietud en su interior. Sin embargo, sabía que no podía seguir negando lo que sentía. Stanley era importante para él, y ese era un riesgo que estaba dispuesto a correr.

La cena terminó y ambos salieron del restaurante, el aire de la noche refrescando sus rostros. Stanley, en un gesto natural, tomó suavemente la mano de Fiddelford mientras caminaban hacia el auto. Fiddelford no se lo esperaba, pero no apartó la mano. Era un gesto sencillo, pero cargado de significado. Ambos sabían lo que estaban construyendo, aunque aún no lo decían abiertamente.

-¿Quieres que te lleve a casa? -preguntó Stanley mientras abría la puerta del auto para Fiddelford.

Fiddelford miró a Stanley por un momento, sus pensamientos corriendo en todas direcciones. No quería que la noche terminara todavía, no después de lo que habían compartido. Así que, en un impulso, negó con la cabeza.

-¿Qué te parece si... volvemos a tu casa esta vez? -sugirió Fiddelford, su voz un poco más baja, pero con una sonrisa atrevida.

Stanley lo miró con sorpresa por un segundo, pero luego sonrió ampliamente.

-Me parece perfecto -respondió con un brillo en los ojos.

La tensión entre ellos se intensificó mientras Stanley conducía de vuelta a su departamento. Ninguno de los dos habló mucho, pero las miradas que compartían decían más de lo que cualquier palabra podría. Cuando llegaron, Stanley abrió la puerta de su hogar para Fiddelford, y ambos entraron en silencio.

El departamento de Stanley siempre había sido un reflejo de su personalidad: limpio, organizado y con un toque de elegancia sencilla. Fiddelford nunca había estado aquí en un contexto tan íntimo, y el simple hecho de estar en el espacio personal de Stanley lo hizo sentir más cerca de él.

Stanley lo observó mientras Fiddelford recorría el lugar con la mirada, una pequeña sonrisa jugando en los labios del jefe de la empresa. Finalmente, Stanley rompió el silencio.

-Haz como si estuvieras en tu casa -dijo con una voz suave-. Porque espero que te sientas bien aqui en mi casa- dijo Stanley algo nervioso, era primera vez que invitaba a alguien tan importante para el.

Entre Susurros y Besos-fiddlestanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora