Cuando la abogada Laura Ferraz se adentra en el oscuro mundo de la mafia para salvar a su hermano, nunca imaginó cruzarse con Dante Santoro, el carismático y peligroso jefe de la mafia.
En un juego donde la pasión y el peligro van de la mano, Laura...
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El teléfono vibra en mi bolsillo. Mi corazón se detiene cuando veo el nombre de Lucas en la pantalla. No debería estar llamándome a esta hora, mucho menos desde ese número. Algo no está bien.
—¿Lucas? —respondo, con la voz tensa.
Del otro lado no hay respuesta, solo una respiración pesada, entrecortada. Mi cuerpo se congela, un frío punzante recorre mi espalda.
—¡Lucas! —grito, pero mi hermano no responde. Solo escucho un jadeo agudo, como si estuviera luchando por tomar aire.
Entonces, una voz desconocida, áspera y llena de malicia, se abre paso a través de la línea.
—Tu hermano cometió un error, Laura. Y ahora va a pagar el precio.
El mundo a mi alrededor se desvanece. Mi mente corre en todas direcciones, pero no logro procesar lo que estoy escuchando.
—¿Quién eres? ¿Qué le hicieron? —pregunto, intentando mantener la calma, aunque sé que es imposible. Mi corazón late descontrolado, como si estuviera a punto de explotar.
—Si no quieres que termine muerto en una zanja, deberías apresurarte. —La voz se ríe, cruelmente—. El tiempo se está acabando.
La llamada se corta, y el silencio que queda me aplasta. Mis manos tiemblan, y por un segundo, siento que el mundo entero se me viene encima. Lucas, mi hermano, está en peligro, y todo es culpa mía. Me metí en este juego pensando que podría manejarlo, pero nunca consideré que él sería el que pagaría las consecuencias.
Sin pensarlo, agarro las llaves de mi coche y salgo disparada hacia la calle. No tengo tiempo para planear, no tengo tiempo para nada. Solo una cosa es clara: necesito ayuda. Y la única persona que puede ayudarme es también la que más temo.
Dante.
Mientras conduzco por las calles desiertas, con las luces de la ciudad parpadeando a lo lejos, mi mente no deja de imaginar lo peor. Lucas ha sido mi responsabilidad desde que éramos niños. Siempre lo protegí, siempre lo mantuve a salvo, pero esta vez, siento que lo estoy perdiendo. Las lágrimas llenan mis ojos, pero no puedo dejarme quebrar. No ahora. Necesito ser fuerte, aunque me esté muriendo por dentro.
Llego a la mansión de Dante en tiempo récord. Sin pensar, salgo del coche y corro hacia la puerta principal. Golpeo con fuerza, mi respiración agitada, el miedo apretándome el pecho.
Luca, uno de los hombres de Dante, abre la puerta, con el ceño fruncido.
—Ferraz, ¿qué demonios...? —comienza a decir, pero no le dejo terminar.
