Un mes después.
Dos palabras: incómoda sensación. A pesar de que las semanas iban transcurriendo dandome el suficiente tiempo para adaptarme, el peso de la ruptura se sentía más allá del espacio vacío en nuestra cama, ahora mi cama.
Era una pena que se me arraigaba a los huesos y me impedía incluso respirar. Me volteé para tomar el celular en la mesa de noche y un giro brusco me provocó una tensión molesta en el cuello.
2:00 a.m.
La noche de insomnio insoportable apenas comenzaba. Mi cuerpo solía colapsar del cansancio y cuando reponía algunas fuerzas despertaba con un sentido de alerta extremadamente desarrollado.
Las últimas semanas se habían vuelto totalmente catastróficas, las pronunciadas ojeras eran un símbolo claro de lo poco que había descansado. Cuando intentaba hacerlo, mi mente divagaba entre los recuerdos felices y dolorosos de mi relación con Nath.
Entonces ocurría, aquello que llamaba el momento de choque, todas las palabras no dichas se me acumulaban formando un espeso nudo en mi garganta que me obligaba a correr al baño para dejar salir todas mis emociones sobre el inodoro.
Suspiré agotada, el calor de la noche se colaba por la ventana y me hacía recordar cosas que prefería olvidar.
Tomé la caja de cigarrillos que yacía en el suelo, el efecto apenas duraba, pero era lo suficientemente placentero para permitirme unos minutos de paz.
Mi pequeño balcón se había convertido en el hogar de un gato callejero que había bautizado como: Calcifer. El humo viajó hasta lo más profundo de mis pulmones y aunque me estuviera asfixiando era la primera vez que respiraba esa noche. Ocupé uno de los pequeños sillones y busqué al viejo gato que había tomado una venganza personal contra mis escasas plantas.
Calcifer no estaba, y eso me pareció extraño, su llegada había sido una reacción en cadena, Nath se había marchado y él había llegado. Casi como una ironía de la naturaleza, porque Nathaniel odiaba los gatos, los llamaba "pequeños traidores".
Tú si que eres un gran traidor Nathaniel Bernoulli.
Apenas prendía el segundo cigarrillo cuando un bufido encolerizado se colaba en el silencio de la madrugada. Me puse de pie inclinándome sobre la barandilla del balcón.
Y ahí estaba el negro minino gruñón, amenazando con zarpasos a un pobre chico que se había colado en su camino. Estiró la cola con rabia y muy digno saltó entre algunas tuberías que unían la azotea del edificio con mi departamento, pasó por mi lado soltando quejas y se acostó en el lugar que había escogido como cama para tomar una siesta.
Frente a mí, a menos de un metro de distancia se encontraba el muchacho analizando alguna herida en su mano bajo la tenue luz de la Luna llena. Quizás fue producto del tercer cigarrillo, mi mente tan cansada o el hecho de que me divertía no ser la única que estuviera viviendo una desgracia, pero la carcajada resonó por toda la ciudad.
—¿Es tuyo? —preguntó con notable enojo.
Traté de contener la sonrisa, pero era innegable que la situación me divertía. Negué mientras enterraba la cajetilla vacía en una de las macetas, a este paso terminaría teniendo una colección de cigarrillos sembrada en mi balcón.
—¿Te ha hecho daño? —averigué aún mostrando mis hoyuelos.
Él se sentó al borde de la azotea y dejó los pies danzando al vacío mientras se deshacía de la capucha que le cubría parte del rostro.
—He pasado por cosas peores —contestó con simpleza mientras admiraba el cielo estrellado.
Le creía, estaba a un empujón de ir directo a la tumba, o algún evento muy traumático había hecho mella en él o era un temerario en toda regla.
Estuvimos un rato en silencio, pronto el efecto de la nicotina pasaría y daría paso a la inminente ansiedad, mi cuerpo comenzaría a temblar y colapsaría. Me había aprendido la rutina de memoria, los primeros días trajeron consigo la inevitable pérdida de peso, mi brillante tez morena se había convertido en algo pálido y enfermo. Cada vez se convertía en una tarea más difícil ocultarle toda la situación a mis padres.
—¿Realmente no es tuyo? —preguntó rompiendo la nube de pensamientos que comenzaba a nublarme la vista.
—¿Calcifer?
Me giré un poco para mirar al que dormía sin preocupaciones a mis espaldas. Dulce y envidiable vida.
—No, solo se adueñó de mi sillón, y destrozó mis plantas —señalé —¿Intentaste tocarlo?
Su respuesta fue levantar una de sus manos en mi dirección, a pesar de que era difícil distinguir cualquier detalle con exactitud supe que lo había herido.
—Es un poco desconfiado —aclaré mientras recordaba con vagueza la primera vez que me acerqué, había sido muy brusca y me había ganado el rasguño.
Con el tiempo me permitió acercarme un poco más, aunque eso no me garantizó proporcionarle caricias, en cambio recibí otro ataque de su parte.
—Solo está....roto.
Me detuve a analizar algunos segundos las palabras del desconocido. Me dirigí a la habitación sin despedirme y cerré las puertas cubriéndolas con cortinas.
Tal vez tenía razón, Calcifer estaba quebrado, herido y traicionado. Le era difícil confiar en otros porque conocía de primera mano el dolor del abandono, conocía las solitarias noches y el deseo asfixiante de que todo no fuese más que un mal sueño.
Quizás por eso se había quedado a mi lado, porque podía oler el dolor que emanaba, porque:
Él y yo estábamos rotos.
Gracias por leer <3
ฅ^•ﻌ•^ฅNo sé ustedes, yo casi lloro.
Dentro de nosotros alguna vez ha existido un Calcifer.
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La Ecuación de Dirac l En Proceso l
Random" Si dos sistemas interaccionan entre ellos durante cierto período de tiempo y después se separan podemos describirlos como dos sistemas distintos, pero que de forma sutil se convierten en un sistema único " Disfruta la historia ❤️