27 de marzo de 1912

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Southampton, Inglaterra

El ambiente era animado, eso podía notar el joven Kyle mientras miraba desde el balcón del hotel donde se hospedaban su madre y él. Los habitantes corrían y bailaban, o eso es lo que podía observar desde la lejanía. Se imaginaba muchas veces aquellas fiestas de las que tanto hablaba su mejor amigo y guardaespaldas, Stan. Soñaba despierto con aquellas celebraciones a las que tenía prohibido asistir por su posición y casta. Era absurdo, pero eran las reglas sociales, y lamentablemente, no era nadie para contradecirlas.

-Kyle, ¿ya estás listo? -preguntó un pequeño rubio antes de adentrarse de manera tímida en la habitación.

El joven de salvaje cabello rojo no respondió, no porque no quisiera, sino porque se encontraba sumergido en su mundo.

-Si ya eres medio sordo ahora, no quiero ni imaginar cuando seas un anciano -murmuró con diversión, mientras se acercaba a su lado para contemplar también el ambiente-. Se ve muy divertido, Kenny y Stan deben estar pasándola bien -comentó con tristeza mientras se apoyaba en el borde del balcón para observar la fiesta.

Kyle despertó de sus pensamientos al sentirlo, y por unos instantes lo miró, deduciendo de inmediato que algo pasaba. No solo por la mirada cristalina del muchacho, sino por el aroma que soltaba.

-¿Pasó algo, Butters? -preguntó, regresando su mirada al mismo sitio.

-Nada importante, solo que terminé con Kenny hace una semana -respondió con tristeza.

El joven por fin decidió prestar atención a su amigo y, sin que este se lo pidiera, lo abrazó. No necesitaba que le explicara qué había sucedido, pues ya lo sabía.

Odiaba ser omega. Odiaba ser de la alta sociedad, donde no tenían voz ni voto a menos que fuera de la mano de un hombre o, en su defecto, de un alfa. Detestaba este mundo donde, para poseer más poder, las familias vendían a sus hijos o hijas al primer hombre con influencia, con el fin de subir en la escala social o duplicar sus riquezas.

-¿Estás triste? -preguntó con preocupación mientras acariciaba sus largos cabellos y soltaba feromonas, como una madre a su cachorro.

-Lloré cuando pasó, pero no sé por qué. Era obvio que esto sucedería -respondió Butters con tristeza, acurrucándose más en el pecho del mayor-. Somos de mundos distintos, y estoy comprometido con Bradley, así que era muy claro que no duraría mucho.

Le dolía escuchar aquello, pero no podía negarlo. Estaban atados a dos hombres de los que no podían escapar, hombres a quienes ni siquiera conocían bien y mucho menos amaban. Kyle temía por lo que vendría. Cuando el barco zarpara, su destino quedaría sellado. Todas sus pequeñas libertades se perderían, y viviría encerrado en una mansión con hijos, junto a un hombre al que no amaba. Por eso, anhelaba no llegar jamás a Nueva York.

-¿Y qué vas a hacer con lo de tu embarazo? -preguntó al percibir el aroma dulce que el rubio omega liberaba, aquel que había comenzado a emanar desde hacía semanas cuando sus emociones se descontrolaban.

-No hay necesidad de que se entere. Él debe seguir con su vida -murmuró dolorosamente, abrazando su estómago-. A diferencia de nosotros, él tiene una familia a la que mantener. No quiero que se sienta atado a mí, encontraré la manera de proteger a mi bebé cuando lleguemos a Nueva York.

Kyle no comentó nada, pero comprendía. Conocía lo suficiente a Kenny, quien desde muy pequeño había sido el sirviente más fiel de Butters, protegiéndolo y cuidándolo en todo momento. Sabía lo difícil que era su vida, luchando por mantener a flote a su hermanita. No podía reprocharle nada a Butters, porque si estuviera en su lugar, habría hecho lo mismo por la persona que amaba, aunque él jamás había experimentado ese tipo de amor. Además, no era su lugar meterse y controlar la vida de su amigo; su único deber era acompañarlo en el camino.

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⏰ Última actualización: Oct 18 ⏰

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Titanic (Kyman)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora