Capítulo 5

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Eva

Paralizada bajo el intenso fulgor de los reflectores, sentía cada mirada fija en mí,destacando especialmente la de la señora Buttler, quien me observaba como si fuera una mina de oro.

Ansiaba poder excavar un hoyo como los avestruces y esconderme del mundo.

¿Estaba actuando de manera infantil? Probablemente.

¿Me importaba? En absoluto.

Fue una charla inspiradora, señor Goldssom. Por favor, un aplauso— dije, comenzando a aplaudir con fervor. Gradualmente, el auditorio estudiantil se sumó y, aprovechando este manto de aplausos, me escabullí del lugar.

Una voz interna me había advertido que no viniera hoy, pero no hice caso a mis instintos y ahora me alejaba como un delincuente fugado, sólo deteniéndome cuando estuve a una distancia segura del auditorio para tomar un profundo respiro y exhalar lentamente.

Necesitaba calmarme.

No me importaba que su presencia marcara este lugar; seguía siendo mi universidad. El extraño era él, no yo.

Hay tantos líderes influyentes en el país, ¿por qué tenían que escoger al que menos deseaba ver y justo al más atractivo?

Le envié un mensaje a Abby; necesitaba hablar con ella porque la ansiedad comenzaba a consumirme.

Simplemente no podía con esto, no hoy.

—Al final, tu estrategia preferida es huir—rompe la frágil barrera de mi compostura con su voz, y aunque giro para enfrentarlo, un temblor incontrolable se apodera de mi cuerpo.

No estaba preparada para verlo; siendo sincera, creo que nunca lo estaría del todo.

Sigue teniendo ese efecto vertiginoso que deja sin aliento, y lo detesto. ¿Por qué no puede lucir menos atractivo?

Decido ignorar su comentario cargado de insinuaciones y me esfuerzo por mantener una fachada de normalidad.

—Hola, señor Goldssom, qué placer verlo—logro decir, mientras mis ojos inevitablemente se detienen en su impecable traje hecho a medida que realza sus impresionantes rasgos.

Todo en él sigue igual, excepto por esa barba espesa y bien cuidada que, inexplicablemente, le sienta bien.

Ni siquiera debería tener derecho a lucir tan impecable a estas horas. Observo cómo ajusta las mangas de su traje y noto el destello de unas pulseras infantiles en su muñeca. Mi corazón se estruja.

Era un detalle que solo los niños Goldssom podían haber aportado, niños que, aunque los sintiera como míos, nunca lo fueron.

—Diría lo mismo, pero estaría mintiendo—su respuesta es fría como el hielo.

—Si tanto le molesta mi presencia, ¿por qué me ha seguido? —elevo una de mis cejas, desafiándolo con la mirada, pero su expresión sigue imperturbable.

—Iba de salida cuando la señora Buttler me pidió que le entregara esto—dice él, extendiéndome un papel que tomo con más prisa de la necesaria.

—No sabía que también trabajabas como mensajero—mi comentario sale más cortante de lo que pretendía.

No es su culpa que actúe de manera defensiva, pero es una manera de protegerme. No es la mejor, pero tras lo sucedido entre nosotros, es lo que tengo.

Aquello que PerdimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora