Capítulo 1

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Mientras anotaba algunos detalles en mi libreta sobre lo que el proveedor necesitaba de la Villa para la exportación, una ola pequeña pero emocionante recorría mi cuerpo. Poco a poco, hemos sido capaces de expandirnos de maneras increíblemente provechosas. Ya no nos limitamos solo al pueblo o a las ciudades cercanas; es supremamente gratificante encontrar nuestros productos en los estantes de los supermercados.

Siempre dedico 15 minutos de mi hora de descanso para organizar este sector crítico, a pesar de que vivo en la ciudad. Esto no significa que descuide la parte administrativa de la Villa; de hecho, cada fin de semana me aseguro de visitarla.

—Siempre que te encuentras escondida aquí, seguro tramas algo —dijo sonriente—. Por favor, dime que irás a la Villa este sábado. Necesito más de su droga.

Se que se refería al café artesanal, uno de los mayores éxitos de nuestro negocio familiar.

—Aquí encuentro la tranquilidad que necesito para pensar, sin tener a Miriam respirándome en la nuca señalando cada cosa que hago mal —nuestra incansable gerente podía ser realmente exigente en el trabajo, pero fuera, era dulzura y comprensión. A veces pensaba que tenía dos personalidades, una para cada situación.

—Oye, no es tan terrible —Abby siempre encontraba la manera de ver el lado positivo de las personas, era demasiado buena para este mundo tan complicado—. ¿Entonces?

Me regaló esa mirada suplicante que nunca podía rechazar.

—Sí, traeré tu preciado café, como todos los fines de semana —respondí, y enseguida me envolvió en un abrazo tan fuerte que casi me deja sin aire—. Si muero asfixiada, la culpa será tuya.

—Sé que me adoras, Eva. Nos vemos abajo, no tardes —me dejó un beso sonoro en la mejilla antes de marcharse.

Ha pasado un año y casi tres meses, y si tuviera que comparar mi vida con algo, sería con un cuadro abstracto. Cada vez que reflexiono sobre mi existencia, sigo sin entenderla; por más que me esfuerzo, al final solo me invade la frustración.

Cumplí 23 años el mes pasado, en enero. Esta vez fue diferente; no me sentí tan abrumada como cuando cumplí los 22, justo dos meses después de aquel complicado incidente con cierta familia.

Los primeros seis meses de los 22 años fueron los más difíciles.

Llega un momento en que te das cuenta de que no habías sanado en absoluto y todo el dolor te golpea de nuevo, sintiendo que no hay salida a tu propia angustia y pérdida. Sin embargo, un día, mientras deambulaba por el supermercado, me encontré casualmente con Abigail March, un encuentro que sentí que no sabía necesitaba.

Ella es el tipo de persona que siempre está dispuesta a iniciar una conversación. Aunque inicialmente no estaba de ánimo, encontré en ella la distracción perfecta para mis propias reflexiones, entablando un debate ligero y divertido sobre si el cilantro era mejor que el perejil.

Después de varias reuniones casuales para compartir comidas, un día Abby se abrió completamente y me contó la desgarradora historia de su hija, Emma. Una niña encantadora que, trágicamente, fue diagnosticada con leucemia y falleció a la tierna edad de dos años. Escuchar su relato resonó profundamente en mí, reflejando mi propio dolor.

Ese fue el momento en que decidí abrirme sobre mi propia pérdida, y Abby, en respuesta, me invitó a un grupo de apoyo destinado a madres que habían enfrentado tragedias similares. No tenía idea de la existencia de estos espacios de soporte y, sin saberlo, Abby me brindaba una oportunidad para empezar a sanar.

Aquello que PerdimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora