Capítulo 11

1 0 0
                                    

El viaje transcurrió tenso, quizás por las miradas nada amistosas de Leticia que interceptaban las mías a través del retrovisor, o quizás era mi imaginación exacerbada por el largo día. La tensión disminuyó levemente cuando Eros dejó a Leticia en un lujoso complejo, pero mi incomodidad resurgió al verla depositar un beso demasiado prolongado en la mejilla de Eros; conté los segundos, preguntándome sobre la profundidad de la relación entre un abogado y su cliente.

Patrick nunca tenía esos gestos con Eros; su relación se circunscribía a abrazos fraternales y bromas que cimentaban una amistad de años. Ese amigo, o ex amigo, nunca había sido una amenaza, y no debería preocuparme ahora quién compartiera esos gestos con Eros, aunque parecía que algunas barreras habían desaparecido en su ausencia.

Extrañaba a Patrick, creo que soy la única que entendió su necesidad de huir, porque al final, yo hice lo mismo. Quizás debería contactarlo y proponerle crear juntos "Huyendo Inc."

—No es habitual verte tan callada — su observación me irritó un poco.

—Hay muchas cosas fuera de lo común últimamente, como pasar todo el día en una comisaría siendo acusada de atacar a mi amiga — su mirada curiosa me incomodó aún más. — Realmente, solo quiero desaparecer. ¿Qué tal si consigues un pasaporte falso y me escapo a algún rincón remoto del mundo?

—Deberías dejar de ver tantas películas; si cometes un desliz solo confirmarás las sospechas de los detectives —respondió con una nota de ironía, y yo desvié mi mirada hacia la ventana.

No reconocía el camino que estábamos tomando; la última vez que nos encontramos no fue en su residencia, sino en mi pintoresco apartamento estilo hobbit.

Sabía que él estaba dispuesto a llegar hasta las últimas consecuencias, pero yo no estaba preparada para ello en ese momento.

—Eros, ¿qué haré ahora?

Si no puedo regresar a lo que consideraba mi hogar temporal, tendré que empezar a buscar nuevos alquileres y eso lleva tiempo. Lo más probable es que termine durmiendo en un parque, y dudo mucho que me invite a quedarme en su casa, ni es algo que me atraiga en la situación actual.

—Estoy pensándolo — respondió él, con su típico tono mesurado.

—Eso no me tranquiliza — confesé, sintiendo cómo la ansiedad empezaba a apoderarse de mí.

¿Será esto una señal para regresar a mi antigua vida en la granja?

Si pudiera escapar de la ciudad, sin duda buscaría refugio en la villa, pero, como si el destino se burlara de mí, estoy atrapada aquí hasta que se resuelva el caso de Astrid.

—Mi casa no es opción, interrumpiría la rutina de los niños y no puedo permitir que los afecte de nuevo —. Esta respuesta, aunque esperada, me golpeó como un balde de agua fría. No se lo admitiría en voz alta, pero tenía razón: reintegrarme a sus vidas sería contraproducente, y después de cómo me fui, merezco ser una extraña.

—¿Por qué me ayudas, Eros? —pregunté, sumida en la complejidad de nuestra relación. Es lógico que tengas resentimientos, y, aun así, mi curiosidad se impone—¿Qué ganas?

Escaneé su expresión buscando una pista, alguna señal que sugiriera que, a pesar de mis errores pasados, sus sentimientos hacia mí perseveraban. Sin embargo, Eros era como una caja fuerte que solo se abría con un código específico, uno que yo no poseía.

—Cuando más lo necesité, cuidaste de los niños y mantuviste unida a mi familia. Soy un hombre de principios y estoy saldando esa deuda —explicó él con una seriedad aplastante.

Aquello que PerdimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora