xii. back home

5 1 0
                                    

—¡Felicidades, cadetes!

Era su ceremonia de graduación de la escuela militar; bajo el brazo llevaba una caja de zapatos con pirotecnia que había guardado con recelo para usar ese día, sus compañeros de promoción se encargaron de distraer al capitán mientras él lo amarró en el zapato del mayor, le dio fuego a la mecha y corrió dando la señal. Todos hicieron lo mismo corriendo por todas las direcciones sin explicación, dejando al capitán desconcertado y con una tira de petardos a punto de estallar.

Toya no se detuvo, corriendo hacia donde Enji lo esperaba para irse, montando el vehículo descapotado y rogando que se fueran por las ganas que tenía de ver a sus hermanos. Pronto se escucharon los petardos reventados y los gritos del capitán, reconociendo que sería su última travesura realizada con éxito.

Dejar la escuela militar le había generado una sensación de conflicto y de alivio. Aún tenía un par de decisiones que tomar sobre su futuro. Había sido de los mejores de la generación, pero también de los más problemáticos, teniendo un par de cartas de recomendaciones para algunas universidades que usaría de comodín. Ya habría tiempo para pensarlo, por lo que se hundió en el sillón del asiento trasero con los pies saliendo por la ventana, la mochila como almohada, el maletín en el suelo y el teléfono en la mano. Estar así le trajo una sensación de nostalgia que se marchó junto al viento. No era momento para desanimarse cuando finalmente había salido de esa cárcel, graduándose con honores y todo lo extravagante que eso conllevaba.

Sin embargo, aún guardaba el tibio sentimiento del romance que vivió en vacaciones y la forma abrupta como la terminó. Sin palabras, ni explicaciones, desapareciendo la mañana siguiente que estuvo con Kai, con un montón de mensajes del mismo número guardados en la bandeja de archivos que no tenía el valor para leer o borrar. Su egoísmo y cobardía no se lo permitía, sintiéndose frustrado y deseando hundirse más en el asiento trasero hasta dejar de respirar. ¿Morir por asfixia contaría como fetiche? Ansiaba que sí o se sentiría muy extraño por pensarlo.

Llegó a casa y de inmediato bajó del auto con su equipaje imaginando la dulce bienvenida que recibiría de sus hermanos, pero la realidad fue otra encontrando a los menores frente a la tele sin deseos de voltear a ver.

—Gracias por la bienvenida —soltó su maletín.

—De nada —respondió Natsuo sin despegar la mirada de la pantalla y llenándose la boca con un puñado de palomitas de maíz con caramelo que los tres niños compartían. Cuando Enji entró con la comida que recogieron del restaurante chino, no dudaron en levantarse para poner la mesa, pasando por su lado, dando mayor relevancia a la comida que a él. Estaba a punto de quejarse cuando Enji lo riñó por dejar su equipaje en la entrada, terminando por rodar los ojos y suspirar de desespero.

Con mochila y maletín, subió a su antigua habitación descubriendo que lo habían convertido en una bodega, encontrando cajones de juguetes, cds del viejo apilados por todas partes y algunas cosas de su madre que no deseaba tener ahí. No sabía por dónde empezar, hizo a un lado las cosas que había en su escritorio y aprovechó a sacarse el maldito uniforme para una ducha rápida. Bajaría a almorzar y luego iría al súper; tal vez visite a unos amigos del vecindario o iría al parque a caminar un poco. Quería estar afuera, respirar y recibir el sol, ver personas, conocer a alguien y no sentir el agobio que lo empezó a estrechar entre las paredes del baño.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: 9 hours ago ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Summer Hea[r]t | HaulDabiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora