Old Dreams: La frontera entre la realidad y la imaginación.

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Desde la infancia experimenté las parálisis del sueño, recuerdo que eran episodios de menor gravedad; es decir, únicamente me quedaba paralizado y ya, no ocurría gran cosa para sacarme un grito del susto en cuánto lograba escapar, todo resultó en calma con la única agonía de no movilizarme, dejaba que transcurriera el tiempo para finalizar el evento. Cabe mencionar que no sucedía con frecuencia.

Todo cambió una mañana, tenía 12 años aproximadamente, por un tiempo pensé que ese capítulo de mi vida había terminado, pero de una u otra manera esas pesadillas regresan como villano insatisfecho de tu tortura. Me encontraba dormido, por alguna extraña razón no ejercía el control de mi cabeza para ver la hora, en lugar de eso mi cabeza se movió descontroladamente a diferentes direcciones a velocidades anormales. Mi cuerpo, aún tendido en la cama, no dió señales de vida, lo que me despertó el terror jamás vivido.

A comparación de lo siguiente que surgió de pronto, aquello funcionó como el inicio de una calamidad interna: Una cabeza. Al menos así lo distinguía desde la incomodidad de mi cama. La cabeza se deformaba eventualmente en un intento retorcido de replicar una figura, su intento solo consiguió elaborar un espectáculo aberrante y junto a una sinfonía detrimental que retumbaba en constancia mi mente, confundiendo aún más mis pensamientos. Cada nota discordante me alejaba de la realidad, sumergiéndome en un laberinto de delirio y confusión.

No anhelé soportar una vez más el pequeño infierno en mi habitación. Combatí mentalmente contra aquel ser inexistente, pese a mis movimientos desenfrenados de mi cabeza. Lo cual, exitosamente sin daños perjudiciales, el encuentro fortuito acabó. Semejante al reinicio de nivel de un videojuego, me ubiqué nuevamente en mi cama en la misma posición, esta vez me levanté sin encontrar nada fuera de nuestra realidad, todo volvió a la normalidad.

Por ahora.