Al chocar los hielos del vaso ya vacío con sus dientes, Luis Fernando un señor de cincuenta años, moreno de pelo canoso, obeso y sobre todo ebrio, voltea a ver al camarero de la barra para pedir otro trago; alza su mano y con un silbido le llama de manera descortés, más bien despectiva:
- !Eh, tú, niño!, sírveme otra, que esta se la acabó alguien.
Un joven chico delgado y alto, de tez delicada y rasgos muy finos atiende a su llamado acercándose y de una manera extremadamente cordial este le hace saber que ya no puede servirle más copas mientras señala al reloj que se encontraba encima de la puerta de salida, eran la una y cuarenta y siete de la madrugada; El joven mesero le indica que el bar debió cerrar quince minutos atrás, por lo que ya no pueden seguir sirviendo bebidas y le invita a irse. Indignado Luis Fernando sin el más mínimo amago de pacificidad aleja su banqueta de la barra y se levanta, alzando la voz, encarando e increpando al pobre mesero que sin ninguna culpa recibe insultos y amenazas de forma calmada y profesional; Los encargados de la seguridad del bar se acercan rápidamente el escuchar aquellos gritos y al darse cuenta de la situación lo sacan del bar a la fuerza.
Una vez fuera Luis, resignado y en estado de bastante ebriedad decide ir a su coche. A mitad de camino hacia el estacionamiento escucha sonar su teléfono, tenía ya seis llamadas perdidas de su hijo y este estaba insistiendo, decide contestar y del otro lado su hijo histérico le grita:
-¿Dónde coño estabas? Te he llamado diez veces. Luis sin poder pronunciar bien las palabras responde:
-Estaba en la ciudad, haciendo unos mandados.
-Tenias que estar aquí hace más de una hora ¿estabas otra vez en ese puto bar de los cojones, verdad?. Pregunta su hijo aún más molesto al escuchar el grado de ebriedad de su padre.
-Solo fue un momento para saludar, ya estoy yendo al coche, ya voy de camino para la casa. Luego de un claro respiro por parte del hijo, éste responde de forma un poco más dulce, como si intentase consolar a su padre:
-Ten cuidado con el coche, es mejor que vuelvas mañana cuando ya no tengas alcohol encima, yo puedo irme en taxi a la fiesta, no tienes que llegar ahora, prefiero que no vengas a que te pase algo. Luis responde con un tono desafiante causado por su estado:
-¿Qué me estás queriendo decir?, quién crees que soy?, ¿crees que puedo cometer el mismo error dos veces?, eres un niño todavía, un niño no me va a decir que puedo y que no puedo hacer, vete en taxi si quieres, Fer, yo hoy voy a dormir en mi cama.
-Está bien papá, pero ten cuidado, llevas ya demasiadas noches así, se que es difícil pero alejándote de mí y de los que te rodean mientras te ahogas en alcohol no va a solucionar nada, tienes que volver a sentar cabeza y continuar con tu vida como el buen hombre que eras antes. Ante estas palabras Luis por fin baja la guardia y contesta:
-No voy a discutir contigo, voy a casa, si quieres esperarme te puedo llevar, sino cuando vuelvas te doy el dinero del taxi, cuídate. Colgando después de esas palabras.
Una vez en el coche pasa un rato buscando las llaves en su bolsillo para ir a su casa, al encontrarlas un silencio invadió su cabeza, un segundo que pareció un día, las palabras de su hijo resonaban, recuerdos de años volando sin rumbo en frente de sus ojos. Enciende el coche, la emisora suena estática.
-Aún en la ciudad esta basura no funciona. Se dice a sí mismo antes de arrancar el coche.
Cruzando con dificultad las calles de la ciudad llega a la principal, una carretera de dos carriles por lado, bastante mal iluminada y poco cuidada, el semáforo está en rojo y Luis intenta cambiar la emisora pero solo se escuchan unos segundos antes de volver a la estática, "Recuerden llamar para reservar su aspiradora", "otro joven desaparecido", "pronto llegará, el día de mi suerte", "¡sintonízanos!, tu emisora favorita" y devuelta a la estática, el semáforo cambia a verde y Luis avanza. Entre el sueño y el alcohol, Luis sólo piensa en las palabras de su hijo, apenas prestando atención a la carretera casi atropella a un a persona que pasó corriendo en sentido contrario, el susto lo hizo estar un poco más alerta, incluso pensó en darse la vuelta por si le había pasado algo a aquella persona, ya que, realmente no sabe siquiera si llegó a darle con el coche, quería seguir su camino, pero las palabras de su hijo que todavía no abandonaban su cabeza, unos kilómetros más adelante decide que va a ver si esa persona está bien pero justo cuando va girar logra ver una silueta de otra persona, al acercarse ve como esta carga con una mochila y una maleta grande y con el brazo estirado y levantando el pulgar, le grita:
-¡Perdona!, ¿Santo Domingo?. Pensando en lo último que escuchó antes de cortar la llamada, decide que hoy mismo va a cambiar y ayuda al chico, para en frente de él y dice:
-¿Va al pueblo?, yo también, puedo acercarte si lo necesitas. A pesar de la peste a alcohol y la forma de hablar de Luis, el chico decide subirse al coche, era muy tarde y estaba cayendo una neblina sobre la carretera, así que no le quedaban muchas más opciones.
Al subirse al coche, éste le agradeció y se presentó:
-Hola, muy buenas, perdone la molestia, soy Héctor. Muchas gracias por llevarme, sino tendría que haber hecho todo este trayecto a pie y no es una noche muy buena para caminar. Aquel chico, alto, moreno, de porte atlético y de muy buen vestir decide bajar la ventanilla, ya que, dentro del coche el olor es muy intenso, a lo que Luis pensando en que se va a mojar el coche con la bruma, decide calmar sus impulsos y empezar a conversar:
-¿Qué haces por aquí, Héctor?, Es muy tarde para estar en el medio de la carretera vestido así y con tanta carga, ¿vas tarde al avión?. Pregunta en tono de broma.

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Autostop
Mystère / ThrillerUn padre borracho y arrepentido decide llevar a un joven consigo una noche de lluvia sin saber a quién realmente está ayudando.