8. Tregua

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Su día estaba yendo de maravilla, tanto que llegó a pensar un par de veces que quizás estaba soñando. Tras la llegada de los nuevos inversionistas en la junta semanal en la empresa, por fin le estaban dando la atención merecida a las propuestas de Checo para expandir sus horizontes, era sangre joven que estaba dispuesta a arriesgarse a cambio de mejores ganancias y mayor crecimiento, cosa que los directivos más antigüos no se habían molestado en considerar cuando se los planteó con lujo de detalle, pero sabía que ahora tenía quienes lo respaldaron.

Fue un inversionista en particular el que mostró más apoyo a Sergio y sus ideas innovadoras, incluso, llegó a cuestionar a los miembros más viejos de la junta sobre por qué no se había tomado en cuenta tan valiosa aportación cuando llegó a sus manos, señalando tal acción como inconcebible para una empresa que buscaba ser tendencia en innovación, cosa que hizo a más de un miembro encogerse de hombros por la pena.

Definitivamente, el caballero Lewis Hamilton se volvió el inversionista favorito del mexicano, si bien tenía una apariencia llamativa, resultó ser un hombre muy preparado y con un vocabulario rico que dejaba cautivado a los presentes con sus argumentos, Sergio sentía un enorme peso desaparecer de sus hombros al ver que alguien como él veía el valor que su trabajo tenía. Incluso, este le propuso una salida a comer próximamente para escuchar más a detalle "lo que fuera que pasara por su brillante mente". Cosa que aumentaba su entusiasmo, era agradable sentirse apreciado.

Lo que más le alegró de aquella reunión e hizo su pecho calentar fue que su padre y sus hermanos decidieron ver sus propuestas con otros ojos, manifestando su apoyo ante su proyecto frente a los demás miembros que seguían dudosos. No pudo pedir nada mejor que la validación que su familia le estaba dando.

El resto de su jornada laboral la realizó con una sonrisa cálida en el rostro, la cuál no desapareció en toda la mañana y el resto de la tarde. Incluso algunos colegas empezaron a murmurar que, si necesitaban un favor del hijo menor de Don Antonio, este era el día adecuado, ya que se sentía dadivoso con todos y era más servicial de lo que ya era.

Los pasillos se llenaron de risas agradables cuando Checo se detenía en sus deberes para bromear con sus empleados, cosa que no tenía la oportunidad de hacer por mucho tiempo, le llovieron comentarios sobre su estado radiante, que si seguía así iba a encandilar todo el edificio, lo cual fue el mejor cumplido que había oído en un buen tiempo.

Incluso hoy, el café que tomaba todos los días sabía más delicioso y perfumado, cosa que sólo aumentaba su buen humor, llegando a servirse más de una taza por el sabor que hacía bailar a su paladar.

Nada podría poner a Sergio Michel Pérez Mendoza de malas en este momento.

Después de su autoproclamada exitosa jornada, Checo sentía una ligereza tal en su cuerpo que juraría que flotaría. Por fin parecía que estaba retomando el control de su vida, completamente libre del motociclista rubio que le hacía temblar las piernas y hacía dar vueltas a su cabeza. Era una dicha.

Su sonrisa seguía intacta cuando Carlos lo llamó, proponiéndole ir a comer en un restaurante cercano. La invitación fue la cereza sobre el pastel, una comida deliciosa junto una buena conversación con su gran amigo era el cierre perfecto para un día que ya consideraba como uno de los mejores en mucho tiempo.

El ambiente del restaurante era acogedor, con temática italiana, en el recinto había música tradicional que daba un ambiente agradable. A lo lejos pudo visualizar a su amigo en una mesa para los dos, a quien saludó enérgicamente.

La charla con Carlos fluía sin esfuerzo, aprovechó para hablar de su gran mañana en el trabajo.

-Los nuevos inversionistas no dejaban de halagar el proyecto. ¡Mi proyecto! Incluso papá mostró su apoyo, Toño y Paola también. -Explicó con ilusión en los ojos mientras una mesera muy amablemente les servía vino.

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