5. Agua fría

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La zona financiera de Mónaco era sofisticada en un sentido moderno, los grandes edificios resaltan la grandeza del poder económico que ahí se tenía. El ruido de los autos lujosos y el murmullo de ejecutivos caminando hacia sus oficinas son parte del paisaje.

En medio de este ajetreo urbano, se encuentra un café donde Sergio y sus amigos estaban reunidos. Los hombres tenían la costumbre de encontrarse en ese lugar cuando sus actividades les permitían tener un pequeño momento libre, el cual aprovechaban para ponerse al día. El local, aunque discreto, tiene un encanto acogedor. La decoración es minimalista y elegante, el aroma a café recién molido y la música jazz de fondo crean un ambiente agradable.

Pero Sergio no podía disfrutar nada de esas cosas hoy. Su mente no se encontraba en el entorno, sino en el encuentro con Max en el estacionamiento. Habían pasado exactamente tres días y no podía deshacerse de las imágenes y la voz de Max en su mente por más que lo intentara.

Mierda, era incluso más difícil que la primera vez.

La promesa de Max por volverlo a buscar le erizaba la piel, ahora se mantenía alerta al entorno ante cualquier cosa que le recordara al neerlandés, su estómago brincaba si veía a alguien ligeramente parecido a él o si escuchaba una motocicleta a la distancia, al final se sentía tonto al darse cuenta que era una falsa alarma. Dios como odiaba estar tan alterado

-Checo, te estoy hablando, chaval. -comentó Fernando, pasando su mano en frente de Sergio para hacerlo reaccionar. -¿Todo bien?

Durante toda la conversación, Sergio permaneció la mayoría del tiempo en silencio, limitándose a tomar su café. Había un aura de nerviosismo alrededor suyo, estaba atento a su alrededor, pero distante de la plática, y era imposible que sus amigos ignoraran eso.

Sergio se sobresaltó al salir de su ensimismamiento, miró rápidamente a su café y después a Fernando.

-Perdón, perdón. ¿Qué decías, Fernando? -preguntó desorientado, nada de lo que le dijo el español fue procesado por su cabeza. ¿Y cómo podría? Si estaba lleno con la estúpida cara de Verstappen.

-Te preguntaba si ibas a ir con nosotros a la cena mañana, tío. -repitió Fernando preocupado por su amigo-. Pero parece que tu cabeza está en otro lado. Ni siquiera has hablado.

-Si. ¿Qué te pasa, Sergio? -intervino Lance, inclinándose hacia él-. Te ves alterado desde hace rato, apenas y has tocado tu café.

Checo soltó un suspiro, sabiendo que ya no podía seguir ocultando lo que había sucedido. Sentía la mirada de Fernando, Lance y Carlos encima suyo, visiblemente angustiados.

-Es que... -Sergio tragó saliva, sintiendo su boca muy seca. -Hay algo que no les conté desde el inicio. La persona con la que casi choqué aquella vez... el motociclista...

Carlos desvió la mirada, sabiendo perfectamente lo que se venía, mientras Lance y Fernando no quitaban su atención del mexicano.

-Era Max. Max Verstappen -Finalmente, las palabras salieron de su boca, aunque se sintieron pesadas. El solo mencionar su nombre era suficiente para alterar el buen ambiente de la cafetería.

-¿Max Verstappen? -preguntó Fernando, claramente sorprendido, mientras Lance se incorporaba un poco más en su silla procesando lo que escuchó.

-Espera, espera -dijo Lance, con los ojos abiertos-. ¿El loco con el que tuviste ese encontronazo era Max Verstappen? ¿El mismo Max que está en ese grupo de motociclistas?

Checo asintió, sintiendo el nerviosismo a flor de piel. -Sí, y lo vi otra vez... El domingo pasado.

-¿Qué quieres decir? -preguntó Fernando. -¿Dónde lo viste? Si estuviste todo el día con nosotros.

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