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Al día siguiente, Jimin estaba sentado en una pequeña cafetería en el centro de la ciudad, vestido de negro de pies a cabeza, tratando de pasar desapercibido. Una gorra oscura y unas gafas de sol completaban su look. A pesar de sus esfuerzos, sentía que el peso de la noche anterior aún lo seguía, como si las palabras de su padre lo persiguieran a donde fuera. La taza de café humeante entre sus manos no lograba disipar el frío que sentía en el pecho.

Afuera, el bullicio de la ciudad seguía como si nada, pero dentro de la cafetería el ambiente era más tranquilo, casi íntimo. Park se inclinó ligeramente sobre la mesa, intentando relajarse. Su mirada iba de la taza a las personas que caminaban por la calle, buscando algo de distracción.

De repente, el sonido de una silla arrastrándose frente a él lo sacó de sus pensamientos. Levantó la mirada detrás de sus gafas y, antes de que pudiera decir una palabra, una figura igualmente vestida de negro, con gafas oscuras, se acomodaba en la silla frente a él.

—¿En serio? —La voz baja y familiar de Jungkook lo hizo sonreír.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Jimin en un susurro, intentando sonar serio, pero sintiendo cómo una mezcla de emoción y nerviosismo crecía en su interior.

—¿No es obvio? —replicó Jungkook con una media sonrisa mientras se quitaba las gafas de sol, revelando esos ojos intensos que Jimin no podía olvidar—. Vine a verte, fresita.

Jimin rodó los ojos, pero no pudo evitar que una leve sonrisa tirara de sus labios.

—Esto no es una película de espías, Jungkook —dijo en tono bajo, tomando un sorbo de su café para ocultar la sonrisa.

—Tal vez no, pero así es más divertido. —Jungkook se inclinó hacia él, apoyando los codos en la mesa, como si el resto del mundo no existiera.

La presencia de Jeon parecía llenar el pequeño espacio entre ellos. Jimin intentó mantener la calma, pero la adrenalina volvía a recorrer su cuerpo. Estaba en peligro, lo sabía, pero el peligro tenía una forma tan tentadora que le resultaba imposible apartarse.

—No deberías estar aquí —dijo Jimin, aunque su voz no sonaba convencida ni mucho menos firme.

—Ya te dije, me gusta el peligro —respondió Jungkook, su tono bajo y lleno de desafío, sus ojos nunca apartándose de los de Jimin.

El de cabello rosa se inclinó un poco más hacia él, hasta que sus rostros estuvieron peligrosamente cerca.

—Eres un idiota —susurró Jimin.

Jungkook soltó una suave risa, su mano rozando apenas la de Park sobre la mesa.

—Tal vez lo soy —concedió Jungkook—, pero no puedo evitarlo. No puedo alejarme de ti. De verdad quiero conocerte.

Esas palabras cayeron como una bomba en el pecho de Jimin. Sabía que lo que estaba haciendo era peligroso, que su vida familiar pendía de un hilo, pero en ese momento, todo lo que importaba era la cercanía de Jungkook, la chispa que existía entre ellos y lo inevitable de lo que vendría después.

—Esto no va a terminar bien —murmuró Jimin, sin apartar la mirada de él.

—No tiene que terminar—dijo Jungkook, con esa sonrisa traviesa que siempre lograba desarmarlo.

Jeon dejó que sus dedos rozaran suavemente la mano de Jimin, esa caricia ligera que al principio parecía inocente, pero que se volvía más intensa con cada segundo que pasaba. Jimin, al sentir el contacto, se tensó ligeramente, su respiración volviéndose un poco más irregular. Trataba de mantener la compostura, pero el simple toque de Jungkook lo desarmaba de una manera que ni él mismo entendía.

Fresita 🍓 +18  (𝗸𝗼𝗼𝗸𝗺𝗶𝗻) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora