¿𝐘𝐨𝐮 𝐤𝐧𝐨𝐰 𝐦𝐞?

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La mañana era tranquila

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La mañana era tranquila . La Reina Pia había planeado salir por unas horas, aprovechando la serenidad del día. Su hermana llegaría para la cena, y con esa visita en mente, deseaba sorprenderla con un postre especial. Un cóctel de frutas frescas coronado con helado de pasas, perfecto para Aurora. Aunque su hermana no hablaba con ella tan seguido, no podía evitar seguir preocupándose. Ambas se amaban a su manera, de forma silenciosa e imperfecta, pero profundamente.



—Iré  a buscar los ingredientes para la comida, y en breve estaré de regreso, Su Majestad.–Amata agarró una pequeña canasta poniendo la hoja de ingredientes sobre esta.



—Quiero ir yo misma necesito seleccionar arándanos y  pasas más idóneas para mi hermana.




—Majestad, recuerde que hoy es la gran cena con todos los nobles, debería estarse preparando para ello.




—Lo sé, no pretendo tárdeme demasiado, vivo encerrada en mi habitación la mayoría de mi tiempo, tan solo anhelo un respiro. En cuanto a mi hermana, siempre ha sido particularmente especial con la comida. Nuestra querida madre, la malacostumbró a comer solo lo que satisficiera sus caprichos. Si, por desgracia, preparase algo que no fuera de su agrado, me temo que la culpa recaería completamente sobre usted.




—Como usted diga majestad.–Inclinó la cabeza en un asentimiento y se dirigió a la cocina, dejando la canasta sobre la mesa.



Amata se inclinó con delicadeza, incapaz de ocultar la inquietud que se sentía sobre su corazón. La noche ya había aparecido en el reino, marcando más de las ocho, y la orden impartida a la Reina la dejó sumida en un mar de confusión: no debía salir en la oscuridad sin la compañía de un guardia real.




Pia llegó a un pequeño lugar cerca del pueblo pero lejos del castillo dejando salir cortos suspiros de cansancio. Caminar desde el castillo hasta aquí no fue la mejor decisión que tomó.



—¡Ayúdenme por favor!


Un noble caído sobre el suelo ante la  presencia de la Reina, su mano temblorosa acariciando delicadamente la tela de su vestido, mientras sus súplicas asustaban a la rubia.




𝐋𝐀 𝐑𝐎𝐒𝐀 𝐄𝐍 𝐄𝐋 𝐀𝐁𝐈𝐒𝐌𝐎 (𝘌𝘥𝘪𝘵𝘢𝘯𝘥𝘰)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora