En el año 3138, el planeta ha sido arrasado por un conflicto devastador. Lo que alguna vez fue un mundo vibrante se ha convertido en un desierto desolado, donde las máquinas, lideradas por Progenta, (una inteligencia artificial que fue humano) domin...
Siempre pensé que si el existir es una interminable lucha contra el vacío, entonces tal vez el verdadero sentido reside en dejar de pelear... en aceptar la oscuridad como el último refugio de quienes ya no encuentran lugar bajo la luz.
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El aire en Kazeyama no Shita era espeso, como si la propia ciudad estuviera envuelta en sombras que devoraban cada parte de esperanza. Ryōko y yo habíamos estado caminando en silencio por algunos minutos bajo el murmullo de la gente, no habían muchas personas pero eran las suficientes como para mantener vivo este lugar.
(Ryōko): ¿Crees que nos dejará dormir en una casa al terminar la charla con ella? O, ¿nos terminará echando de su base?
"¿A qué viene esa pregunta?"
(Ryōko): Bueno... creo que es obvio...
Decidí ignorar, cada paso era más pesado que el anterior. Aunque mis piernas apenas me sostenían y el dolor palpitaba en cada herida que intentaba ocultar, no quería preocuparla.
Claro, me encontraba herido, había una cosa que quería ocultarle a Ryōko y que no se enterara, quién sabe qué podría llegar a hacer. Cuando estuve arrastrando su cuerpo inconsciente, fui atacado por algunas máquinas, logré escapar pero con varias heridas.
"Esta gente... ¿crees que sean buenas personas?"
(Ryōko): No. No podemos confiar tan fácil en alguien, mucho menos en semi-androides...
"Pero, tú eres mitad androide..."
...
Dejamos la charla tras un silencio incómodo. Llegamos a una casa apartada, aquel guardia tal vez no se equivocaba, ¿en este lugar pasaba Kiyomi la mayoría del tiempo? La estructura parecía apenas sostenida por los ladrillos de su alrededor, pero en un lugar como este, era lo mejor que podíamos esperar. Dentro, nos esperaba Kiyomi.
Subimos las escaleras desgastadas de lo que parecía ser un antiguo edificio de oficinas. Cada paso resonaba en el silencio tenso que colgaba entre nosotros, como si el mismo edificio recordara tiempos mejores. Las paredes, agrietadas y cubiertas de polvo, daban testimonio de la decadencia de esta ciudad, Kageronai. Finalmente, llegamos a una puerta que parecía haber sido usada por última vez hace décadas, pero cuando la empujé, crujió y se abrió revelando una sala que apenas mantenía algún vestigio de su propósito original.
