2020
Martin estaba nervioso. Se había mirado al espejo mil veces, y en cada ocasión se había pasado por lo menos un minuto recolocándose el pelo.
Tenía gracia. Juanjo lo había visto mil veces con unas pintas horribles. Recién levantado, otras tantas. No debería sentir vergüenza de él. Era Juanjo.
Pero era la primera vez que le pedía quedar a solas. La palabra cita no había salido explícitamente en la conversación cuando Martin se había acercado a él en el instituto y le había ofrecido ir a su casa a ver una película esa noche, pero para el pequeño estaba implícita en la invitación. Sus padres no estaban. Se marchaban todo el fin de semana a visitar a su familia de Bilbao, pero Martin se había quedado para estudiar un examen que tenía a la semana siguiente.
Y había decidido que era la ocasión perfecta para estar a solas con él. Siempre había sentido que Juanjo fluía mejor con él cuando estaban lejos de miradas ajenas, y aunque no supiera por qué, sólo quería que se sintiera cómodo.
Quizá por eso estaba nervioso. Porque iban a estar a solas. Y sabía lo que eso podía implicar. Lo que podía pasar.
Martin se moría por darle un beso. Uno de verdad. La última vez (y la única) que lo había besado, él era muy pequeño. Ahora había crecido y sus sentimientos lo habían hecho con él. Y necesitaba saber cómo era el tacto de los labios de Juanjo ahora que ya tenía la madurez suficiente como para explorarlos como era debido.
Incluso... Incluso se había planteado la posibilidad de llegar más allá. No estaba seguro de si se sentía preparado para llegar a ese punto con nadie, pero Juanjo era más mayor. Quizá esperaba eso de él.
Si se daba la situación, lo hablaría con él. Era lo bueno de su relación con el mayor: podía hablarle de cualquier cosa. Se sentía más cómodo con él que con cualquier otra persona del mundo, y sabía que Juanjo nunca le exigiría nada.
Tenía amigos que ya lo habían hecho. Más bien conocidos. Martin no tenía muchos amigos cercanos. La cuestión era que la gente a su alrededor comenzaba a abrir ese capítulo de su vida.
Y él... Él tenía a Juanjo. Y se habían besado una vez. Hacía más de dos años.
A veces se rayaba con eso. ¿Ocurría algo malo? No sabía si estaba haciendo algo mal con él. Si lo que ocurría era que debía dar él el paso. No entendía qué pasaba. Él sabía que lo que tenían era real. Estaba completamente seguro.
Por eso, cuando sonó el timbre, se le aceleró el corazón. Quizá todo cambiase a partir de ese día. Quizá...
Fue hacia la puerta respirando hondo y la abrió, sin darle más vueltas. El aroma tan característico de Juanjo fue lo primero que le llegó. Parecía como si se hubiese echado más colonia que de costumbre. Después, lo vio a él, sonriendo con ternura. Juanjo siempre lo miraba como si se derritiese al hacerlo.
Estaba guapísimo. Llevaba una sudadera blanca ancha y unos vaqueros, nada extraordinario, pero él era tan perfecto que imponía con su sola presencia.
Martin dejó escapar un suspiro y sonrió de vuelta. No se le pasó por alto el repaso que Juanjo le dio, de arriba a abajo, haciendo que se sonrojara.
—Has venido —lo saludó con un suspiro, nervioso, y se sintió tonto en cuanto lo hizo. Se puso aún más rojo si cabía.
Juanjo se rió.
—Me has invitado tú —le recordó.
Martin quiso meterse debajo de la alfombra. Siempre decía tonterías cuando se alteraba por algún motivo. Y cuando Juanjo lo miraba así, se alteraba mucho.
ESTÁS LEYENDO
Birds of a feather
RomanceMartin lleva años enamorado de un chico que no lo ha mirado más de cinco veces en su vida. Si tan sólo él fuera más valiente o el mejor amigo de Álvaro no fuera un gilipollas de manual, quizá acercarse al sevillano le resultaría más sencillo. Juanjo...