Capítulo VII

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Malas desiciones, buenos recuerdos, ¿no?

Me quiero morir.

Voy a vivir. Quiero vivir.

Quiero morir.

Estoy de nuevo en la sala de espera, que recepción tan horrible, o sea, tiene plantas, buena iluminación y toques de color en algunas partes, que mentirosos. ¿Como un lugar tan lindo y cálido te puede joder? Solicito cambiar los hospitales y mostrarlos como los lugares feos que son, puchos, para no decir otra palabra.

Mi ansiedad aumenta y realmente no sé cómo mi pierna sube y baja cada vez más rápido, de manera tan repetitiva. Enciendo mi teléfono y abro aplicaciones solo para pasar el tiempo y con el mi estrés también. Spoiler, no se logró. El hecho de que prácticamente al oír mi nombre y soltar el celular tendría que adaptarme a la realidad de lo que es una cita médica, y esto ya lo he hecho tantas veces que me sé todo, pero esta vez era tan distinto a la vez. Pero... no tenía la obligación de entrar, ¿o si?

No, soy más que una escapada.

Un momentito de paz solamente.

Quizá..

No, mala idea.

Las malas ideas traen buenos recuerdos, pero no exactamente buenos resultados. Me quedaré y veré a bien a mi doctora, no me puede decir algo peor que lo que dijo en la cita pasada. Pero tampoco era algo que podía sacar de mis opciones... tal vez sí.

Bueno, mejor, solo esperaré una señal. Si pasa algo que indique que moverme de aquí sería buena idea, sólo pasará.

Y si no, pues me quedo a pudrirme más en esta silla metálica helada, aquí solita y triste.

Uy si, que pena.

Me levanté a ir al baño cuando justamente me llama Andy, una amiga que tuve desde cuarto año y hasta la actualidad, no es tampoco mucho tiempo, pero si lo suficiente como para que tengamos conocimiento mínimamente alto una de la otra.

Pongo el teléfono al lado de mi oreja y logro oír su voz del otro lado de la línea.

──Shh, ¿no ven que hago una llamada? ──le habla a no sé quién, mientras toma aire para poder hablar, acción que hace que suelte una risita.

──Hola, mi rata favorita ──hablo con media sonrisa.

Extrañaba eso. Ella y yo somos amigas desde hace tiempo, sin embargo casi nunca hablábamos, solo para vernos, por lo que sé para que estoy ahora mismo en esto.

──¿Sigues con eso? ──pregunta como haciéndose la ofendida──. Uyy, ya mejor nadota, vete con tus ofensas a besar a tu mami.

──Nunca te dejaré de llamar así, de hecho, ¿como es que te llamas en realidad?

Ella ríe de manera irónica y juro que puedo ver a través del teléfono que me mira mal.

──Hazte un stand up, para que veas como de pobre te quedas, mamahueva ──suspira medio divertida y se escucha ocupada──. Veo que andas en un hospital, y yo justo ando llegando ahí, te espero abajo. Después me dices que tal estás.

Si esperas una señal...

──Ya va, ¿que? ──hablo completamente confundida.

──Me estoy estacionando, sal. ──ordena ella muy confiada y mi confusión aumenta pero extrañamente no puedo simplemente no hacerle caso.

Y si algún día me voyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora