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✧ ˖ ꒰ ੭´  Yellow - Coldplay

❝  Your skin, oh yeah, your skin and bones
Turn into something beautiful
And you know, you know I love you so...
You know I love you so ❞

You know I love you so ❞

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—Escuchen animales.— dijo Henry, un tipo afroamericano dueño de la vieja fábrica de autos usados, mi trabajo básicamente era fabricar autos con partes usadas de otros, sabía que la mayoría por no decir todos eran robados o perdidos, les cambiaba el color y el motor y los dejábamos como seminuevos.— Haremos corte de personal, la fábrica está en problemas y no puedo pagarles a todos.

El dueño de la vieja fábrica tenía problemas legales y no sólo eso, más de una vez me había ofrecido trabajar para él, necesitaba un matón pero jamás había aceptado, no podía y no quería, mi prioridad eran Jennie y Felix, ambos eran mi vida y a ambos amaba, no haría alguna estupidez como esa, la mayoría del tiempo venían hombres armados a la fábrica y el dueño nos obligaba a protegerlo, eso jamás se lo dije a por una sola razón, ella era capaz de venir a reclamarle al señor Henry, además necesita los cincuenta dólares semanales que ganaba, no era absolutamente nada, no alcanzaba para nada y eso era lo que más me estresaba, quería darle una mejor vida a mi chica y mi pequeño, quería que no pasarán hambre o enfermedades pero era imposible.

—Lisa, ¿Crees que nos corra?.— dijo una amiga llamada Jeongyeon, me encogí de hombros mientras limpiaba mi frente sudada con la manga de mi uniforme.

—No lo creo, Jennie y mi hijo dependen de mí.— dije mirando a Jeongyeon, seguimos escuchando al sujeto gordo.

—Pónganse a trabajar y cuándo terminen mencionaré a los despedidos.— apreté la mandíbula.

—Jodido imbécil.— dije en voz baja mientras empezaba nuevamente a trabajar, me había liado a palabras el día anterior con la esposa del sujeto quién me había acosado, me había acorralado y me había besado, me sentía una basura por eso, no merecía nada de sufrimiento así que fui al viejo bar de mala muerte que había en la ciudad para hacer lo único que cualquier persona haría, me embriague.

—Esto es cansado, yo me iré a Miami, Lisa, vámonos juntas y se lo dices a Jennie.— negué con la cabeza mientras apretaba con una llave algunos tornillos.

—No puedo Jeongyeon, Jennie ya está establecida a este lugar, mi hijo acaba de entrar a la escuela.— dije mirándola, miré como el dueño miraba a cada uno detenidamente y cuando terminamos de arreglar el último auto el dueño nos llamó a todos.

—Bien basuras, estas son las personas despedidas.— sacó un pequeño papel blanco y lo desdoblo, fue nombrando a cada trabajador, todos en este lugar necesitábamos el trabajo, Jeongyeon y yo éramos las más jóvenes del lugar, pero éramos capaces de aprender rápido, cuándo creí que había terminado de mencionar a todos el tipo negro me miró detenidamente.— Y, Lalisa Manobal...— terminó de decir.

—¿Que?.— dije quitándome los guantes manchados de grasa.— ¡¡No me puede despedir!!.— dije casi gritando, los guardias del tipo se pusieron frente a él y abrieron su saco para mostrar sus armas, Jeongyeon me jalo del brazo.

—¡Cálmate Lisa!.— negué con la cabeza y me zafé de su agarre para enfrentarlo nuevamente.

—¡He sido su jodida esclava!.— dije mirándolo.— ¡He construido cientos de autos incluso la paga es un asco, pero no puedo quejarme!.— dije tratando de golpearlo, pero uno de sus guardias me dio un puñetazo en la boca.

—Sáquenla muchachos.— dijo el dueño de la fábrica, empuje a uno dispuesta a golpearlo, pero el otro tipo me dio un fuerte golpe en mi estómago sacando todo el aire que tenía, me sacaron como un perro y me tiraron a uno de los callejones de nuevo york.

—¡Imbéciles!.— grité golpeando la puerta con una patada, era imposible no sentirme triste, mi economía era un asco y no podía llegar a casa con las manos vacías, no podía decepcionar más a Jennie, se suponía que cuándo llegáramos a este país mi chica tendría todo, esa había sido mi promesa, pero sólo le había dado basura. Empecé a caminar entre las calles de nueva york con las manos metidas en mis pantalones, no sabía dónde ir, talvez si caminaba sin rumbo podría conseguir algo de trabajo, la tarde ya estaba cayendo y sólo traía unos cuántos dólares en mi bolsillo, pasé por un pequeño supermercado y conté mis billetes, exactamente eran quince dólares, suspire con pesadez para poder entrar al local, tomé un pequeño carrito y fui al pasillo de comidas, seguramente Jennie y mi hijo querrían cenar y no podía decepcionarlos, ni tampoco le diría sobre mi jodido despido.

Fui revisando los precios de cada compra hasta que pagué la cantidad seleccionada.

—Quince con veinticinco.— dijo el tipo, asentí con la cabeza para sacar mis últimos dólares disponibles.— Gracias.— dije tomando mis cosas, no tenía auto, mi economía era escasa y en pocas palabras éramos pobres, vivíamos en los barrios más peligrosos dónde los afroamericanos eran los que gobernaban el lugar, mi pequeño iba a una escuela de escasos recursos dónde asistían puros niños de color, no era racista pero sabía que esos chicos podían ser crueles con un blanco, la noche ya había llegado a nueva york cuándo tomé camino a casa, desde lo lejos se miraba la luz encendida, seguramente Jennie estaba esperándome.

Tenía que fingir bien ya que ella me conocía mejor que yo misma, tomé las llaves y abrí la puerta, estaba sentada en uno de los sofás viendo televisión, volteó a verme y se levantó para ayudarme con las cosas.

—Ya llegué.— me dio un pequeño beso y le correspondí al instante.

—Llegaste más temprano Lis.— confirmé con la cabeza mientras me sentaba en el sofá que estaba frente a la tele.

—Si... por cierto, ¿Donde está mi pequeño?.— pregunté al ver su ausencia, atraje a Jennie a mi lado y la senté en mis piernas.— Luces hermosa.— le dije besando su hombro.

—No me he hecho nada.— dijo pasando las manos por mi cuello mientras rosaba mi nariz con la suya, escuché los pasos rápidos de las escaleras y en segundos tenía a mi hijo colgado de mi cuello.

—¡Hey! ¿Alguien anda feliz?.— dije besando el cabello del rubio.— ¿Como te fue en la escuela?.— dije mirándolo.

—Hice dos amigos y ya hice mi tarea, mamá me ayudó.— sonreí mientras mordia juguetonamente el hombro de mi castaña.

—¿Vez porque la amo tanto?.— pregunté haciendo reír a ambos.

— pregunté haciendo reír a ambos

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La peleadora | Jenlisa GIP Donde viven las historias. Descúbrelo ahora