‡El gato murió sabiendo‡

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Describiría mi vida como una vida normal dentro de lo que cabe. Soy privilegiado de no tener vecinos molestos, ni nadie que me diga que hacer, pero no negaré que a veces me siento solo, y que necesito a alguien en mis días de total soledad.

No había conocido a nadie después de mi padre, pero eso cambió al conocer a Sarah, una buena amiga. Tuve la suerte de conocerla cuando iba al supermercado, las cosas que tenía entre mis brazos se cayeron al suelo. Recuerdo haber sentido mis mejillas sonrojarse de la vergüenza, me agaché y recogí lo que pude, llegó ella con unas bolsas vacias y me ayudó a meter las cosas ahí. Una situación muy vergonzosa. Me sonrío y le agradecí.

Se ofreció a acompañarme hasta la estación de autobus, en el camino íbamos conversando, ella es una estudiante de medicina, está en la universidad estudiando, para su suerte vive con sus padres, y en su tiempo libre disfruta de una lectura en la biblioteca. Una vez quise ir a ese lugar pero habían cerrado y tuve que devolverme a mi casa.

Después de ese día nos manteníamos en contacto, casi todo el tiempo. Luego un día decidió irse del país y mi soledad regresó, mi tristeza, y mi dolor. Ahora muy pocas veces me llama por teléfono, me pregunta que cómo estoy, si ya he comido, si me he portado bien. Sonrío como tonto cuando ella sonríe por teléfono, se escucha tan chistosa.

Trato de recordar a menudo las cosas que extraño y eso me hace doler el pecho, sentirme solo ya es común en mi día a día.

Así que sí, después de tanta tristeza, mi vida es normal. Sin amigos, sin familia, en esta cabaña, un poco lejos de la ciudad y de gente que puedo conocer.

Termino de regar las flores de mi jardín y una rosa muy hermosa está floreciendo, le riego un poco más de agua y entro a la cabaña.

El cielo está nublado, posiblemente llueve en unos minutos. Y más agua para las flores.

Los truenos se escuchan en el cielo y me estremesco, empiza a hacer frío. Busco algo para abrigarme, y tomo mi chaqueta de cuero negro. El calor me recibe dentro de ella.

Preparo un poco de té, y me sirvo en la taza. Me siento en el porche de afuera, y disfruto de la luz de los rayos. A mucha gente le da miedo o nervios el sonido de los truenos, y el brillo de los rayos. A mí me encanta disfrutar de eso, de la brisa que sopla a cada momento y desordena mi cabello. Soy una de las pocas personas que disfruta de lo sencillo pero hermoso que te ofrece la naturaleza, hasta en sus malos tiempos.

≈≈≈

Me despierto bruscamente al escuchar unos toques en mi puerta. Reviso la hora en mi reloj y son las 2 de la mañana, una hora muy pésima para despertar a la gente. Con pesadez y molestia me levanto de la cama y un escalofrío me recorre al tocar la perilla de la puerta. ¿Quién podría ser a estas horas?

La curiosidad mató al gato pero el gato murió sabiendo, dicen por ahí.

Y al abrir jamás pensé que detrás de la puerta estaría él.











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