Capítulo 3: Caer para levantarse.

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El frío llegó a la ciudad, trayendo consigo recuerdos que eran difíciles de olvidar. Un hola en Marzo y un adiós en Octubre, un hasta siempre que pudo ser un hasta pronto.

Los hoyuelos que se marcaban en mi cara cuando él me hacía sonreír, sus arrugas en los ojos cuando se reía de las tonterías que decía. Bueno, a toda historia se le tiene que poner un punto y final, algunas duran más, otras menos, o simplemente terminan en una coma, con la posibilidad de seguir escribiendo en minúsculas.
Una taza de chocolate caliente por las mañanas, vistiendo pijamas conjuntados, tal vez el amor en nosotros eran esos detalles que en el momento no significaban nada, pero ahora eran un todo. Tal vez por no apreciarlo tuvo que acabar.

Hoy, hace dos años, nos decíamos un último adiós.
Perdí todo y gané algo, perdí todo lo que hacía que mi corazón latiera, gané la hazaña de poder levantarme pese a todo.
Y es lo que hago hoy de nuevo, levantarme sin dejarme caer, pues no hay nadie que pueda agarrarme antes de tocar el suelo.

7 de Octubre. Lunes.
10ºC, era la mañana más fría en Putnam desde que acabó el verano.

Despierto sin energía suficiente para quejarme, sin ganas de nada, solo de tomarme un café y de fumarme una cajetilla entera de Marlboro.

Entré al baño claustrofóbico de mi habitación, me quité la ropa deshilachada que llevaba puesta y la dejé en el cesto de la ropa sucia. Me metí en la ducha y, a oscuras, puse la temperatura del agua.
—¡Joder, que puto frío! — Había puesto la temperatura al máximo de frío, le di a otro botón y empezó a salir agua hirviendo.
Esta tecnología de mierda... Hasta en la ducha tenían que poner pantallitas...

A mis veinticuatro años, actuaba como alguien de ochenta.
Luego de lavarme, salí de la ducha en busca de la toalla.
¿A quién se le ocurre ducharse a oscuras? A mí...
Si me caigo y me doy un mal golpe, sería completamente culpa mía.

Conseguí encontrar la toalla y salí del baño envuelta en ella.
Entré a mi habitación y me dirigí al armario, lo abrí y saqué una camiseta de Rammstein de manga larga. Y los primeros pantalones que encontré.

Me vestí y me hice un café antes de irme a la universidad.

...
—¡Puto coche de mierda! ¡No me jodas ahora! —El coche no arrancaba, ni siquiera hacía el amaño de arrancar, un brrrum ahogado.
Salí del coche y cogí mi tarjeta del autobús.
Con el asco que me da el transporte público...

...

Bueno, al final llegué a la universidad en autobús, daba gracias a que la parada estaba justo en frente. 
Caminé sin mucha gracia, no me hacía especialmente feliz empezar una semana de nuevo, todas eran un bucle sin fin que parecía no acabar nunca.
Entré a clase, vi al profesor y me saludó con una gran sonrisa, parece que para él hoy si era un buen día. Que mierda, me alegro por él.

Vi a Ciro al fondo de la clase, sentado en las mesas del final en una esquina, me hizo un gesto para que viniera y pasé de él, desde ahí no podía ver bien la pizarra y parecía una marginada.

Me senté en mi sitio de siempre y la clase transcurrió con normalidad.
—Bueno chicos, ahora que os he explicado el tema brevemente, podéis juntaros en los grupos que os asigné.
Genial, ahora el proyecto...

Me levanté de la mesa y fui donde estaban estos marginados.
—Hola, Astrid, que mala cara tienes hoy... —Florence se mostró bastante preocupada, casi le creo.
—Hola Florence, no he dormido muy bien, pero no te preocupes.
—Bueno, siempre puedes echarte una siesta sin que el profe te pille. —Florence se pensaba que estaba en secundaria, y no en la universidad. 
Pasé de seguir la conversación y le di una sonrisa.

Como NO enamorarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora