Capítulo 8

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Ulier

Elian había cometido un descuido, lo cual resultó en la necesidad de realizar un cambio de planes inesperado. Esta situación se complicó aún más cuando se descubrió que la seguridad de su celda se había incrementado significativamente. Este aumento en las medidas de seguridad representaba un desafío adicional para cualquier intento de llevar a cabo un plan previamente concebido.

La presencia de guardias adicionales, la instalación de cámaras de vigilancia más sofisticadas y la implementación de protocolos más estrictos dificultaban enormemente cualquier movimiento que Elian intentara realizar. Incluso los momentos de menor supervisión se redujeron drásticamente, lo que obligaba a replantear por completo cualquier estrategia.

—¡Maldita sea! —grité con frustración mientras golpeaba la mesa con fuerza, haciendo que la copa temblara y la botella de vino se tambaleara. El estruendo resonó en la habitación, reflejando mi agitación interna. Aquella situación me llevó al límite de mi paciencia, desatando una tormenta de emociones que parecían incontrolables.

La botella, de un vino exquisito y aroma embriagador, se deslizó por la mesa y, con un estruendoso golpe, impactó contra el suelo de mi oficina. El sonido del vidrio rompiéndose resonó en el ambiente, mientras el líquido carmesí se esparcía lentamente por el suelo, impregnando el aire con su fragancia embriagadora y envolvente.

El vino, que emanaba de la botella rota, creaba un contraste visual con el suelo blanco de la oficina, formando un dibujo caprichoso y colorido que parecía cobrar vida propia. Me quedé inmóvil por un instante, observando maravillado la escena que se desarrollaba ante mis ojos, como si el tiempo se hubiera detenido en ese preciso momento. Me recordaba a la sangre, a aquella sangre que tantas veces vi derramada.

Decidí salir al patio para tomar aire fresco y aprovechar el momento para fumar un cigarro. La impotencia y la frustración fluían por mis venas, mientras esperaba que la nicotina y otras sustancias del cigarro calmaran mi estrés. En ese instante, el viento suave acariciaba mi rostro, llevando consigo el aroma a hierba recién cortada. Observaba cómo las hojas de los árboles danzaban al compás de la brisa, creando una sinfonía visual que contrastaba con mi estado interno.

Cada bocanada de humo que inhalaba parecía llevar consigo un peso simbólico, como si al liberar el humo también liberara parte de la carga emocional que llevaba dentro. El cigarrillo se consumía lentamente entre mis dedos, dejando una estela de ceniza que se desvanecía con el viento. Era como si cada inhalación y exhalación fueran un ritual de purificación, una forma de enfrentar mis pensamientos más profundos.

¿Cómo había podido cometer un error tan estúpido? ¿Acaso Elian era idiota? 

Se las había arreglado para escabullirse y poder verla a ella, pero una de las cámaras logró capturar el momento justo en el que se escurría de la celda.

Lo había enviado a esa estúpida isla con ideas altruistas con un solo propósito: traerla a ella.

Me las había arreglado para ponerla a ella como la psicóloga que lo atendiera. Me costó mucho debido a que la chica era bastante joven; apenas tenía 24 años y solo contaba con 2 años de experiencia laboral. Fue toda una odisea lograr que ellos dos se encontraran.

Las estuve buscando durante mucho tiempo y, cuando supe de la existencia de la isla, supuse que ella estaría allí. Imaginé que la encerrarían por la magnitud de su anomalía, pero, por alguna razón, esta estaba bloqueada y solo se manifestaba en una anomalía ridícula que le permitía controlar el crecimiento de su cabello.

Le di una última calada a mi cigarro; ya me sentía más calmado, pero aún impotente, por lo que decidí comenzar a fumar otro. El humo se dispersaba lentamente en el aire, creando una atmósfera cargada de pensamientos y emociones. Reflexioné sobre las razones que me llevaron a buscar consuelo en el tabaco, quizás como una forma de escapar momentáneamente de la realidad abrumadora que me rodeaba.

Justo en el momento en el que me aseguré de su presencia en la isla, envié a Elian. Le dije claramente que no mostrara su anomalía por completo, pero al muy estúpido se le había ocurrido desangrar a tres personas el día que llegó a la isla, armando todo un espectáculo, por lo que decidieron encerrarlo como a un animal.

—Señor, Ulier —la voz de Leah, mi asistente personal, me sacó de mis pensamientos—. Logramos filtrar información relevante sobre Elian y su relación con Lyra. Es algo bastante impactante.

—Déjame ver —ella me pasó los documentos.

Los leí detenidamente y la información era bastante reveladora, lo suficiente como para que me obligara a trazar una sonrisa en mi rostro.

—Al parecer, la sangre de ambos...

—Selam —interrumpí sus palabras y ella asintió.

En la isla le habían puesto sangre tipo S, como un nuevo tipo sanguíneo, pero el término correcto y que hemos usado por años es Selam.

Esta información era valiosa y eso explicaba la reacción de Elian al llegar a la isla. El pobre debió sentir la conexión de inmediato y se desbordó.

Comencé a reír; imagino todo lo que Elian había tenido que soportar teniéndola a ella tan cerca.

—¿Qué es tan divertido, señor? —preguntó Leah, curiosa.

—El Selam es algo muy carnal, Leah; las ganas de tener sexo te vuelven loco. El pobre de Elian ni siquiera sabe de la existencia de algo tan especial y único —tomé el cigarro que tenía y lo lancé al pasto para luego pisarlo—. Él tuvo que contener sus impulsos carnales durante 4 años —solté una carcajada—. Puedo imaginar perfectamente qué hacían esos dos cuando se veían en las noches.

—¿Esto podría afectar nuestros planes? —negué con la cabeza mientras sonreía abiertamente.

—Para nada, es mejor que hubiera esperado —me acerqué a Leah y acaricié su mejilla; su piel, algo morena, estaba muy reluciente ese día—. Ella sola buscará la forma de sacar a Elian de allí y eso le facilitará las cosas a él para traerla con nosotros.

—Podemos poner un poco de nuestra influencia y atenuar la seguridad de la celda de Elian; eso le facilitaría las cosas a ella.

—No creo que haga falta; ella moverá cielo, mar y tierra por sacarlo de allí. Además —tomé a Leah de la cintura y la atraje hacia mí—, no nos podemos arriesgar tanto —su cabello suelto, con perfectos rizos, caía a ambos lados de su cara.

—Como usted desee, señor —Leah no dudó en besarme con esa pasión que la caracterizaba. Ella era una mujer muy hermosa y, de vez en cuando, solía pasar tiempo de calidad con ella; era bastante buena en la cama.

El teléfono en mi bolsillo comenzó a vibrar, interrumpiendo la lujuria que se formaba entre nosotros.

—¿Qué pasa? —respondí con indiferencia.

—Ella está aquí. —Se me heló la sangre al oír eso; no había necesidad de decir su nombre, todos sabíamos que la presencia de ella no era nada buena, seguramente se había enterado de lo de Elian.

Rápidamente colgué el teléfono y me separé de Leah, y ella estaba confundida ante mi reacción.

—¿Qué pasa? —indagó con preocupación.

—Ella está aquí. —Su piel se puso pálida, la misma reacción que yo ante su mención.

Todos sabíamos de lo que ella era capaz.

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