Capítulo 9

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Elian

Estar encerrado en esta maldita celda era como vivir en un infierno. Las paredes blancas, el constante pitido de las máquinas y la presencia de esos guardias me volvían loco. Pero lo peor era la sensación de estar atrapado, de no poder escapar ni siquiera por un momento. Había intentado tantas veces convertirme en sangre y deslizarme fuera de aquí, pero la seguridad se había reforzado tanto que era prácticamente imposible.

Cada vez que pensaba en Lyra, mi corazón se aceleraba. Había una conexión entre nosotros que iba más allá de lo que podía explicar. Era como si algo me atraía hacia ella, algo que no lograba entender del todo. Desde el momento en que la vi por primera vez, supe que ella era especial, diferente a los demás. Y esa noche, cuando pude escapar y llegar a su habitación, fue como si todo encajara en su lugar.

Estar con ella era una mezcla de emociones intensas. Por un lado, me sentía tranquilo, en paz, como si ella fuera capaz de calmar la tormenta que había dentro de mí. Pero, al mismo tiempo, había una atracción física y una necesidad de estar cerca de ella que me volvía loco. Esa conexión que sentíamos a nivel sanguíneo era abrumadora, y no podía evitar querer tenerla cerca, tocarla, besarla. Quería hacerla mía una vez más.

Ulier no me había dicho nada de esta atracción que sentía hacia ella; tal vez él tampoco supiera nada. La verdad, tampoco entendía por qué me había enviado a mí; después de todo, yo era el más inestable, y se demostró el día que llegué a la isla. Sentí ese deseo, algo que no podía controlar, y cuando conocí a Lyra, todo tuvo sentido.

Después de la última visita de Lyra, tuve que leer el papel que me dio con mucha cautela; después, me lo tuve que tragar, no era tan estúpido como para dejar evidencia.

Recordé el día en que Ulier me envió a la isla; fue toda una odisea esquivar la vigilancia.

—Elian —la voz ronca de Ulier me molestaba mucho.

La voz ronca de Ulier resonaba en mis oídos, incomodándome de sobremanera. Cada vez que hablaba, era como si clavara agujas en mis tímpanos, haciéndome desear escapar lejos de ese sonido desagradable. A pesar de mis intentos por ignorarlo, su voz áspera y estridente seguía penetrando en mi mente, perturbando mi paz interior.

Estábamos en un pequeño yate en dirección a la isla. El sol brillaba intensamente en el cielo despejado, creando destellos sobre las aguas cristalinas que rodeaban nuestra embarcación. La brisa marina acariciaba suavemente nuestra piel, mientras el sonido de las olas rompiendo contra el casco del yate creaba una melodía relajante y envolvente. Lástima que Ulier estaba conmigo; de no ser por ese detalle, habría disfrutado del viaje.

—¿Recuerdas todo lo que te dije? —su mirada en mí era un cuchillo; él me observaba con inferioridad mientras se fumaba un cigarro.

—Sí, sé justo por dónde pasar para no ser detectado y, cuando me encuentren, diré que no recordaba cómo había llegado allí —él asintió, ese aire de superioridad siempre presente en él.

—Elian, necesito que entiendas la importancia de esta misión —dijo Ulier, clavando su mirada en mí—. Tú eres la pieza clave para que todo salga como lo hemos planeado.

Asentí en silencio, sabiendo que no tenía otra opción más que obedecer. Ulier era mi superior y, a pesar de que su voz me irritaba, sabía que debía mantener la compostura.

—Recuerda, tienes que encontrar a esa chica lo más pronto posible —continuó. Su expresión se tornó más seria—. Ella es la clave de todo esto, Elian. No puedes fallar —sus ojos oscuros se clavaron en mí—. Su nombre es Lyra, lo supe hace poco —asentí.

—Lo sé, ya me lo habían informado —respondí, tratando de mantener la calma—. Haré todo lo que esté en mis manos para encontrarla y traerla contigo.

Ulier asintió, satisfecho con mi respuesta. —Bien. Y recuerda, tienes que disminuir tu anomalía para que no te encierren. No podemos arriesgarnos a que te descubran.

—Descuida, tengo un plan —dije, esbozando una sonrisa confiada—. Haré creer a los de la isla que mi anomalía se trata de una rápida sanación de heridas. Eso debería evitar que me encierren.

—Me parece una idea inteligente —Ulier sonrió, aunque su mirada seguía siendo fría y calculadora—. Confío en que sabrás manejarlo.

Quería hacer una mueca, enseñarle el dedo del medio, rodar los ojos, pero no podía, a menos que quisiera un puñetazo de parte de él.

—¿Hay algo más que deba saber? —pregunté, tratando de mantener la compostura.

Ulier se reclinó en su asiento, cruzando los brazos sobre el pecho. —Sí, hay algo más que debes tener en cuenta —su mirada se endureció—. Tienes que ser extremadamente cuidadoso con tus impulsos. No puedes dejar que tu anomalía se descontrole, ¿entiendes?

—Lo tendré presente —dije, tratando de sonar convincente.

—Bien —Ulier se levantó de su asiento y se acercó a mí, su mirada penetrante—. Recuerda, Elian, el éxito de esta misión depende de ti. No puedes fallar.

Tragué saliva, sintiendo el peso de sus palabras. —No lo haré —respondí, con más firmeza de la que realmente sentía.

Después de unos minutos, ya habíamos llegado al único punto ciego en la costa de la isla y, a partir de allí, me tocaba ir por mi cuenta.

—Tienes que encontrarla lo antes posible —se limitó a decir mientras yo me adentraba en la isla; yo solo asentí.

Después de pasar por una vegetación exuberante, llegué a un claro donde había tres personas. Los tres eran hombres adultos que llevaban un uniforme; supuse que eran guardias haciendo patrullaje. Ellos me miraron con sorpresa y pronto me apuntaron con sus armas. Uno de ellos advirtió a través de un micrófono en sus trajes que un desconocido había llegado a la isla.

—¡Alto! ¡No te muevas o disparo! —gritó uno de ellos. Seguramente no estaban acostumbrados a recibir visitas muy seguido.

Antes de poder decir algo, lo sentí; sentí esa presencia abrumadora. Algo me jalaba hacia algo que desconocía; era una sensación carnal que me llevaba al borde de la locura.

No me pude contener y terminé desangrando a los tres hombres que me estaban apuntando. Iba a salir corriendo, pero esa presencia abrumadora no me dejaba dar un paso.

Pronto llegaron otras personas e inmediatamente me aprisionaron. Todos me tacharon de loco, y lo estaba; me estaba volviendo loco, y cada vez que mandaban a alguien a mi celda, lo terminaba matando.

El día en que llegó Lyra, supe de inmediato que era ella y que esa atracción se intensificó. Ella parecía sentirlo; yo me desesperé y terminé haciéndole daño, pero ella se asustó tanto que ese miedo fue un detonante para que mostrara de lo que era capaz de hacer. Por suerte, todos pensaron que había sido yo; ni siquiera ella sabía de lo que era capaz.

Después de eso, no pude dejar de pensar en ella y decidí escabullirme para encontrarme con ella. Su presencia me atraía tanto que fue fácil encontrar su habitación.

Ninguno de los dos pudo resistirse a las tentaciones y terminamos teniendo sexo. Ella me volvía loco. Recordar sus caricias, sus movimientos, sus gemidos; me desquiciaba. Solo quería tenerla conmigo.

La noche llegó pronto. Noté cómo cada 2 horas aproximadamente me inyectaban algo; no sabía qué mierda era, pero era muy fuerte. A penas podía mantenerme en pie, por lo que la mayoría del tiempo estaba acostado en la cama sin poder moverme.

Solo éramos mis pensamientos y yo, y por supuesto, también el deseo de tener a Lyra conmigo.

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⏰ Última actualización: 4 days ago ⏰

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