Capítulo 43

147 16 0
                                    

Lucía Johnson

Camino por el cuartel con paso firme y el mentón levantado. Las instalaciones militares son frías y austeras; el eco de mis botas resuena en el pasillo de cemento pulido, donde las paredes de hormigón están adornadas con mapas tácticos y banderas. El aire tiene ese olor característico a metal y limpieza industrial, mezclado con el leve aroma del café recién hecho que emana de la sala de descanso cercana. Las luces fluorescentes parpadean levemente, emitiendo un resplandor blanco que resalta la pulcritud del lugar. Soldados y oficiales se mueven con disciplina, concentrados en sus tareas.

Al llegar a la oficina del general Schneider, toco con mis nudillos en la puerta de madera pesada y espero. Al oír su voz dando la orden de entrar, giro el picaporte y cruzo el umbral con paso decidido. Estoy lista para hablar, para decirle lo que he pensado al momento de recibir su llamado, pero apenas abro la boca...

—Señor, estoy lista para volver. Sé que mi padre debió de haberle comentado lo que sucedió... —Me detengo bruscamente, las palabras mueren en mi garganta al percatarme de la otra persona en la oficina.

Jack.

La sangre se me congela por un instante. Endurezco la espalda en posición firme, mis brazos pegados a los costados y el mentón aún más elevado. La mirada del general recae sobre mí, severa y expectante, mientras que los ojos azules del teniente Williams me recorren con un interés que no me gusta nada. Mis músculos se tensan, y la maldición se forma en mi mente como un reflejo automático.

Mierda...

El general rompe el silencio incómodo y endereza los hombros antes de comenzar a hablar.

— Cadete Johnson, teniente Williams —nos dice con voz grave y autoritaria—, los he llamado aquí porque tenemos una situación delicada y son los únicos disponibles en este momento, los demás miembros del escuadrón están ocupados con lo de la coronel Petrov. — Esto no es bueno, es lo único que pienso al escucharlo hablar. — Anoche, la hija del congresista Vollmer fue secuestrada en una región montañosa al sur de Alemania. Nuestra información indica que la tienen retenida en un campamento bien oculto en el terreno escarpado.

Siento un frío recorrerme la columna al escuchar las palabras, una misión solo con Jack ¡Demonios! Sin embargo, mi mente comienza a trabajar en la logística de una operación de rescate en esas condiciones, pero otro pensamiento se asoma con insistencia: mi pierna no está del todo recuperada. La herida del último código sigue doliendo con cada paso que doy, y las largas marchas en terreno difícil solo empeorarían la situación.

Quiero interrumpir, argumentar que tal vez no soy la mejor opción para esta misión. Sin embargo, Jack toma la palabra antes de que pueda abrir la boca.

—Entendido, señor —dice con calma—. ¿Qué más sabemos sobre el campamento?

El general asiente, complacido con la disposición de Jack, y continúa brindando detalles de la misión.

—La niña fue secuestrada por una célula de extremistas locales que han estado operando en la región. Creemos que el objetivo del secuestro es exigir la liberación de varios de sus miembros que están en prisión. El área está densamente boscosa y con terreno rocoso, lo que complicará la extracción. Nuestro equipo de inteligencia ha identificado un punto de inserción a unos cinco kilómetros del campamento. Desde allí, avanzarán a pie hasta el objetivo. El equipo aéreo les dejará lo más cerca posible, pero no podremos volar más bajo debido a la cobertura forestal y el riesgo de ser detectados.

El general continúa explicando la ruta que debemos seguir, los posibles puntos de emboscada y las señales que podrían indicar la presencia de fuerzas hostiles. Cada detalle resuena en mi mente, incrementando mi ansiedad. La imagen de una caminata forzada a través de los senderos empinados de las montañas me aterra, pero no por la dificultad en sí, sino porque sé que mi cuerpo aún no está en condiciones para soportarla.

Corazón de CristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora