Capítulo 45

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Lucía Jhonson

Salgo del cubículo del baño ya vestida, pero mi pulso sigue fuera de control y la ansiedad me consume desde adentro. Siento el aire denso, como si el oxígeno estuviera a punto de agotarse.

Me llevo una mano al pecho, intentando calmar las palpitaciones que martillan mi pecho. Por más que trato de despejar la mente, la última mirada de Jack me sigue atormentando. Quería responder sus preguntas, pero no estaba lista, y ahora el miedo se ha instalado en mí como una sombra oscura que no se va.

Mis manos todavía tiemblan. Me obligo a mantener la compostura, a fingir que todo está bajo control, pero sé que el desastre que dejé con Jack no se va a disipar tan fácilmente.

Al estar totalmente afuera, Mónica es la única que se encuentra acá, y en cuanto nuestros ojos se encuentran, sus ojos miel se fijan en mí con ese brillo agudo que utiliza cuando está preocupada. Sus labios se fruncen en una expresión de curiosidad mezclada con sospecha. No va a dejarme ir sin obtener respuestas.

—Lucía, ¿qué demonios está pasando con Jack? —me pregunta sin rodeos, cruzando los brazos y mirándome fijamente.
Me esfuerzo en devolverle una sonrisa forzada, pero siento cómo el nudo en mi garganta se aprieta aún más.

—Nada, Mónica. Solo… —mi voz se quiebra ligeramente—. Solo una discusión tonta. Nada importante.

—¿Nada importante? —repite ella, levantando una ceja en señal de incredulidad. Puedo ver que no se cree ni una palabra de lo que le digo, y su expresión se vuelve aún más inquisitiva—. Vamos, Lucy, te conozco. Ese no es tu “nada importante”. Te tiemblan las manos y estás pálida como un fantasma. Suéltalo ya.

La presión que siento es asfixiante. Tengo que pensar rápido, pero mi mente está hecha un caos. Intento ordenar mis pensamientos, encontrar una mentira que sea convincente, algo que la haga retroceder sin sospechar más de lo necesario.

—Es solo que… Jack y yo tuvimos un malentendido—digo, procurando sonar casual. Mónica me observa con los ojos entrecerrados, evaluando cada una de mis palabras, como si intentara descifrar si hay algo más que no estoy diciendo—. Nada que no podamos resolver. ¡Estoy bien! Gracias por preocuparte.

Mónica no parece del todo convencida, pero suspira y alza las manos en un gesto de rendición. Parece aceptar mi excusa, aunque no sin cierta duda.

—Está bien, pero tú sabes que puedes hablar conmigo, ¿verdad? No tienes que guardártelo todo —dice suavemente, con esa mirada de preocupación que tanto me reconforta y que ahora me duele como una daga.— Todavía me tienes a mí.

Asiento, sin atreverme a mirarla directamente, y nos fundimos en un breve abrazo.

— Todo está bien, tranquila. — Digo al separarme, — ahora debo de irme, tengo trabajo, — otra mentira que sale en automático de mi boca, ella asiente, y de prisa me alejó, tan rápido como puedo.

Siento sus ojos en mi espalda mientras me marcho, como si pudiera percibir el peso de mi mentira y la tensión que llevo encima.

(...)

Al llegar a mi habitación en el cuartel, cierro la puerta con rapidez y apoyo la espalda contra la pared, tratando de recuperar la calma. Pero todo en mi cuerpo está fuera de control. La paranoia de que Jack pueda descubrir la verdad se filtra en cada pensamiento, convirtiéndose en una amenaza constante que no puedo ignorar. Lo único que se me ocurre hacer es llamar a mi padre.

Marco el número, mientras tomo asiento en la cama, mi pierna duele, pero ignoro el dolor.
Apenas suena el segundo timbre al otro lado de la línea, cuando la voz grave y autoritaria de Nicolás se escucha al otro lado de la línea.

Corazón de CristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora