CAPÍTULO 25

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—Pero volverás pronto, ¿verdad?

Mirando a Rachel a través del espejo, Aleksandr terminó de anudarse la corbata e hizo un pequeño intento de sonrisa. Odiaba tener que hacer esto, sobre todo cuando ni siquiera había tenido tiempo de poner el anillo de boda en el dedo de su mujer; sin embargo, los negocios eran los negocios, los cuales dependían por completo de su presencia.

—Unas semanas, katyonak, yo promesa.

Los ojos marrones de Rachel recorrieron el lugar antes de volver a posarse en los suyos.

—¿Y adónde dijiste que ibas?

—Venezuela. No quiero voy; pero debo. Negocio mucho importante no cierra sin yo.

Rachel se incorporó y asintió en señal de confirmación. Las sábanas de seda roja se deslizaron por su esbelto cuerpo hasta la cintura, dejando al descubierto sus pechos. Aleksandr sonrió al ver su marca de apareamiento en aquella perfecta piel de color chocolate. Sin duda, le quedaba perfecta.

—Te reunirás con ese hombre, ¿verdad?

«Ese hombre» era Héctor Moreno, el mayor y más cruel dictador que había visto Latinoamérica en los últimos veinte años. Aleksandr movió los hombros con indiferencia. Si bien no estaba de acuerdo con lo que hacía, tampoco pensaba interponerse.

—Negocios, prelest' [encanto]. Qué hace con mercancía, no moy problema. ¿La mete en suyo culo gordo? Da igual. Voy por dinero.

—Le harías un favor al mundo si lo mataras.

—Puedo; pero eso mucho problema. Negocio de toda Krasnaya Mafiya [Mafia Roja]. Si yo hago trato exitoso, yo gano confianza de más y más hombres. Yo escalo, yo poder; yo líder de todas facciones. Eso mucho bueno.

Rachel vaciló, intentando comprender. Él no pretendía que lo hiciera, de hecho, esperaba que no, ya que hacerlo significaba que terminó arrastrándola a su mundo. En el fondo, deseaba que se mantuviera fiel a sus ideales —quizá ingenuos— y a sí misma. Sin importar los actos heroicos que la metieran en problemas, las discusiones o las migrañas que le provocaran, era una parte de ella que le resultaba agradable.

Tras varios minutos de silencio, suspiró rindiéndose y murmuró preocupada:

—Ten cuidado, ¿quieres?

Aleksandr le dedicó una media sonrisa y se acercó hasta que quedaron uno frente al otro. Se inclinó y le tomó la barbilla para que pudiera mirarlo a los ojos. Sus mejillas se habían ensombrecido un poco e incluso le temblaba el labio inferior.

—No te preocupas. Hacemos eso de... ¿Cómo dices cuando llamas y ves en pantalla?

—Videollamada.

Da. Todas noches, promesa. Y en la mañana, llamo normal, ¿sí?

—¿Y me escribes también?

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⏰ Última actualización: Oct 21 ⏰

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La mujer del Pakhan┃ Las mujeres de la mafia #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora