Capítulo 2: La Guerra de Palabras

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Sofía se alejó de Alejandro, aún con la sensación de su agarre en la cintura. Se obligó a concentrarse en la música y en las risas a su alrededor, pero sus pensamientos volvían una y otra vez a la mirada burlona de él. ¿Por qué tenía que ser tan insufferable? Se sirvió una copa de vino, intentando calmarse.

Mientras daba un sorbo, sintió una presencia detrás de ella. Era él, de nuevo.

—¿Te gusta el vino? —preguntó, inclinándose levemente hacia ella. Su aliento tenía un toque de la misma bebida, lo que solo aumentaba su atractivo.

—No estoy aquí para hablar de vino, Alejandro —respondió, girándose para mirarlo de frente. —Deberías intentar no arruinar más de mis noches.

Él sonrió, esa sonrisa que prometía complicaciones. —Pero arruinar tu noche es tan divertido. Y, seamos honestos, no podrías estar más agradecida de que esté aquí.

Sofía frunció el ceño. —¿Agradecida? Lo único por lo que te agradezco es por hacer que mis planes de disfrutar la fiesta se tornen en un desastre.

—Lo que sea que digas. Pero admitámoslo: tienes un lado competitivo que disfruta de esto tanto como yo —dijo, señalando la pista de baile donde un grupo de amigos se movía al ritmo de la música.

—¿Competitiva? No me hagas reír. Solo estoy tratando de sobrevivir en un mar de egos —respondió, sintiéndose desafiante.

Alejandro se cruzó de brazos, disfrutando de la provocación. —Claro, y la única manera de sobrevivir es intentar ignorarme. Lo cual, por cierto, no estás haciendo muy bien.

Sofía suspiró, sabiendo que tenía razón. Intentó cambiar de tema. —¿No deberías estar ocupado coqueteando con alguna de tus admiradoras?

—Ah, pero tú eres mucho más interesante. Con cada mirada de desprecio, me haces querer descubrir qué hay detrás de esa fachada de sarcasmo —dijo, acercándose un poco más, haciendo que su corazón latiera de nuevo.

—No hay nada que descubrir. Soy solo una mujer que tiene una vida perfectamente normal y que detesta que la interrumpan. Especialmente por alguien que se cree el rey de la fiesta —replicó, sintiendo la frustración y, en secreto, un atisbo de emoción.

—¿Y si te digo que tengo una teoría? —dijo Alejandro, inclinándose hacia ella con un aire conspirador. —Creo que te molesta porque en el fondo te atraigo.

Sofía no pudo evitar sonreír, aunque intentó mantener su expresión seria. —Eso es lo más ridículo que he escuchado. Te lo aseguro, Alejandro, la única atracción que siento es por salir de esta conversación.

—¿Ah, sí? —preguntó, levantando una ceja. —Entonces, ¿por qué no me dejas en paz?

—Porque, aparentemente, no tienes idea de lo que significa eso —dijo, girándose para marcharse.

Sin embargo, él la detuvo. —Espera. Te desafío a un juego.

Sofía lo miró, intrigada. —¿Un juego? ¿Qué tienes en mente?

—Un juego de retos. Quien pierda deberá hacer algo que el otro elija. ¿Te atreves?

Sofía pensó por un momento. La idea le parecía loca, pero a la vez tentadora. —Está bien, pero no te engañes. No soy fácil de vencer.

—No me subestimes. Creo que hay más de lo que parece en esa cabeza tuya.

Ambos sonrieron, y la chispa entre ellos se volvió innegable. Era el inicio de un juego que podría cambiarlo todo.

Amor y confusiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora