Lando se acomodó en una silla del patio, dejando escapar una risa mientras hablaba por teléfono con uno de sus amigos. El sol de la mañana aún no calentaba del todo, pero el aire fresco lo mantenía despierto después de la intensa noche anterior.
—No puedo creer que te hayas acostado con ella —dijo la voz al otro lado de la línea, claramente divertida.
Lando sonrió, disfrutando del tono relajado de la charla.
—Sí, ya sé, ahora me debés esos quinientos dólares —respondió riendo.
Su amigo soltó una carcajada.
—Idiota.
—Sabes que es chiste. Me divertí con ella, hace mucho no reía así con una mujer.
La risa del otro lado de la línea se calmó, y después de unos minutos de charla distendida, Lando se levantó de la silla, listo para volver adentro. Pero cuando entró al living, algo estaba mal. El lugar estaba completamente en silencio, y Hannah ya no estaba.
—¿Hannah? —llamó, esperando verla en la cocina o quizás aún en la cama.
Pero no hubo respuesta.
Frunció el ceño, desconcertado. Había dejado la puerta del patio abierta para que entrara aire, pero no imaginó que ella se hubiera ido tan rápido. Entonces, vio la nota que había sobre la mesa. Al leer las palabras escritas a mano con un trazo firme, "Imbécil", una mezcla de sorpresa e indignación lo invadió.
—¿En serio? —murmuró para sí mismo, sintiendo que la furia le subía por dentro.
No entendía por qué se había ido de esa manera, y mucho menos por qué lo había insultado. Lando se dejó caer en el sofá, su mente trabajando a mil por hora. ¿Qué carajo había hecho mal? Se pasó una mano por el cabello, reviviendo los momentos de la noche anterior. Todo había sido perfecto... ¿O no?
Lo único que se le ocurría era que tal vez ella lo había usado, se había sacado las ganas y de paso había aprovechado para ser vista con él y ganar más relevancia pudiendo decir que se lo había cogido.
Soltó un suspiro pesado y, en silencio, la insultó mentalmente. Puta loca, no vale la pena. Decidió que no tenía sentido seguir pensando en ella, así que dejó la nota sobre la mesa y se fue a seguir con su día.
Pasaron varios días sin volver a saber de Hannah. El trabajo con el equipo de McLaren lo tenía ocupado, preparándose para el Gran Premio de Silverstone, y trataba de concentrarse en eso, dejando atrás lo ocurrido. Aunque, cada tanto, la imagen de su rostro volvía a su mente, y se encontraba apretando los dientes, molesto por lo que él consideraba un malentendido tonto.
El fin de semana llegó rápido, y él se subió al avión privado de McLaren, listo para el vuelo hacia Silverstone. El ambiente era relajado, pero la tensión interna lo carcomía. No esperaba encontrársela, pero al entrar al avión y recorrer con la vista los asientos, ahí estaba ella.
Hannah estaba sentada cerca de una de las ventanas, con los auriculares puestos, y fingía no notar su presencia. Lando frunció el ceño nuevamente, sintiendo cómo su cuerpo se tensaba. Se dejó caer en el asiento frente a ella, decidido a ignorarla también.
Mientras trataba de concentrarse en su celular no podía dejar de mirarla de reojo, esperando algún tipo de reacción.
—¿Te debo algo y no me enteré? —preguntó ella de mala gana levantando la vista del celular.
Él sólo negó con asco.
—Sólo me llama la atención que estés aquí. —se encogió de hombros.— Aunque no me sorprende.
—¿Qué? —frunció el ceño claramente molesta.
—Digo que no me sorprende que quieras que te vean bajar de este avión. —explicó haciendo énfasis con una sonrisa sarcástica.
—Realmente tienes la cabeza de un niño de doce. —negó indignada.
Él estaba por responder cuando la presencia de Oscar los interrumpió. La cara de Hannah cambió a una de alegría al verlo, lo saludó con una enorme sonrisa que solo enfadó a Lando aún más. ¿Ahora con él también? Se preguntó.
—¿Todo en orden? —preguntó el menor al sentir la tensión en el ambiente.
Los dos asintieron y él, no muy convencido, tomó asiento junto a Hannah. Ambos habían hablando anteriormente en la semana cuando ella había visitado la sede de McLaren nuevamente para terminar de arreglar algunos detalles de la campaña con su manager.
Lando se acomodó en su asiento malhumorado y se puso los auriculares alejándose de la conversación. Así transcurrió el viaje hasta llegar a destino. El primero en bajar fue Oscar, que fue recibido por algunos flashes de cámaras, había más periodistas que de lo normal por la presencia de Hannah, que luchaba con su bolso que se había trabado en el asiento.
Lando que acababa de despertar la vio pero decidió ignorarla y agarrar sus cosas, pero justo antes de darse la vuelta para bajar, la pena lo consumió y de un tirón fuerte destrabó el bolso dejándolo en manos de la rubia.
—De nada. —murmuró molesto alejándose.
Ella bufó cansada y lo siguió sin decir más. Al bajar, todas las cámaras la apuntaron. Uno de los de seguridad la ayudó a bajar sus cosas más rápido y las cargó hasta el interior del edificio, donde se las devolvió.
—Muchas gracias. —agradeció ella.
El hombre le sonrió y volvió a su trabajo. Hannah tomó su equipaje y comenzó a ir tras Lando, intentando ignorar su molestia y mantener las apariencias frente a los periodistas y fotógrafos que merodeaban el lugar, aunque la fricción era evidente.
Recordó como la trató en el avión y se desquitó con enojo por lo bajo.
—¿Tenías que ser tan desagradable? —soltó ella, casi sin pensarlo, mientras atravesaban el aeropuerto juntos.
—¿Disculpa? —se giró a verla, su tono era seco y lleno de sarcasmo.— Yo no soy el que comenzó a tratar al otro como un imbécil de un momento para otro.
—Quizá sea porque... —se acercó a su oído.— Eres un imbécil. —susurró venenosa.
—Prefiero imbécil que interesada. —replicó él, deteniéndose para encararla. El ambiente entre ellos era palpable, como una tormenta a punto de estallar.— ¿No dirás nada?
—Dios, eres peor que imbécil. —respondió ella rápidamente, evitando su mirada y siguiendo con su camino.
—Siempre tan directa —resopló él, evidentemente frustrado.— Faltaría que ahora también desaparezcas de la campaña dejando una nota.
Ella lo miró con desdén, pero no respondió. Cualquier mención de la conversación que escuchó no salió de sus labios. En su mente, no tenía sentido discutir sobre algo que él, claramente, no tomaría en serio.
Ambos continuaron caminando en silencio hasta llegar al área donde los esperaban para el traslado al circuito. Oscar, que había notado la tensión durante el vuelo, miró de reojo a ambos, intentando entender qué estaba sucediendo. Mientras esperaba junto a Zak, sacó su celular y escribió un mensaje rápidamente.
—¿Sabes qué les pasa? —preguntó Oscar en voz baja, mientras Zak revisaba algunos papeles.
—No tengo idea —respondió Zak, también bajando la voz para evitar ser oído por ellos.— Hace unos días estaban en plena danza de apareamiento.
Oscar rió en voz alta, llamando la atención de los dos, que voltearon a verlo de mala gana. Él se mordió el labio y les dio la espalda para que sólo Zak lo viera.
—Ayuda. —gesticuló.
Zak negó entre risas y le palmeó el hombro.
—Mucha suerte. —le susurró recogiendo sus cosas y subiéndolas a la camioneta que acababa de llegar.
Mientras tanto, Lando y Hannah se mantenían a una prudente distancia, fingiendo que el otro no existía. Sin embargo, cada vez que alguno hablaba o hacía algún comentario, el otro reaccionaba a la defensiva, dejando en claro que la tensión seguía en aumento.
El fin de semana prometía ser más largo de lo esperado.
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Hate. (Lando Norris)
FanfictionHannah Laurent, una exitosa cantante, es invitada a colaborar en una campaña de McLaren, donde conoce al piloto de Fórmula 1, Lando Norris. Lo que comienza como una relación de coqueteos y tensión pronto se complica tras una noche juntos. Un malente...