Cinco: Convivencia

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Al día siguiente la qualy llegó, y mientras todo el mundo estaba concentrado en la clasificación, yo no podía dejar de pensar en mi ensayo para la ceremonia previa a la carrera. Caminaba por el paddock nerviosa cuando vi a Lando salir después de su vuelta. Había quedado en segundo lugar. Creí que estaría de buen humor por eso, pero al ver su rostro más de cerca noté que tal vez podía no ser así. Cruzamos miradas y decidí acercarme de todas formas, recordando que la noche anterior había tenido el gesto de llevarme.

Por más que no hubiéramos intercambiado muchas palabras, eso me había hecho bajar un poco la guardia. Así que traté de ser amigable.

—¿Cómo te fue? —pregunté, sin sarcasmo, solo para romper el hielo.

Él me miró, y aunque al principio pensé que podría ser una conversación normal, la mueca en su rostro me dijo lo contrario.

—Cerca, habría conseguido la pole si fuera tan rápido como tú —respondió con una sonrisa irónica.

Me quedé en silencio, desconcertada por su comentario. No sabía si estaba jodiendo o si era pasivo-agresivo. Antes de que pudiera contestarle, apareció uno de los chicos de redes sociales de McLaren con una sonrisa.

—¡Chicos! Necesitamos grabar un Q&A de ustedes juntos para las redes. A los fans les encanta verlos interactuar —anunció, como si no notara la tensión entre nosotros.

—¿A nosotros? —preguntó él señalándonos.— ¿Desde cuándo a la gente le encanta eso?

—¿No puedo hacerlo con Oscar? —pregunté, intentando sonar más cansada que molesta.

Solo pensar en compartir más tiempo con Lando después de lo de recién me hacía querer tirarme abajo de un auto.

—No, lo siento, les toca juntos. —respondió él.

Suspiré, intentando mantener la compostura. Miré a Lando de reojo, esperando ver si también se quejaría, pero él solo apretaba la mandíbula, claramente fastidiado.

El preguntas y respuestas fue exactamente lo que esperaba: tenso e incómodo. Tratábamos de sonreír y responder las preguntas con naturalidad, pero era más que evidente que algo no andaba bien. Nos lanzaban preguntas simpáticas, de esas que normalmente habrían sido fáciles de responder, pero todo lo que él decía me sonaba con un tono sarcástico.

—¿Qué es lo que más admiran del otro? —preguntó uno de los chicos, sonriendo como si esa fuera la pregunta más inocente del mundo.

Lando soltó una risa breve, casi despreciativa. Yo lo miré, esperando que dijera algo ridículo.

—Su persistencia, supongo. No se detiene hasta conseguir lo que quiere —me miró de reojo.—. Definitivamente eso es algo que llama la atención —dijo, sonriendo de manera forzada.

Imbécil.

Le devolví la mirada, igual de cortante, aunque intenté no dejarme llevar.

—Sí, bueno... de Lando yo creo que lo que más admiro es su madurez y su honestidad, sin dudas.—respondí, forzando una sonrisa para las cámaras.

Nos reímos por compromiso. En cuanto las cámaras se apagaron, el silencio entre nosotros se volvió incómodo de nuevo.

Cuando por fin terminamos con el video, me dirigí a mi ensayo. Quería olvidarme del mundo por un rato y concentrarme en lo mío. Sabía que no podía permitirme distracciones; tenía que estar perfecta para el día de la carrera. Me sumergí en lo que hacía, en el ritmo, la letra, tratando de calmar los nervios. Daba indicaciones an mis bailarines y las recibía, sobre donde pararme, que pasaría en cada momento, etcétera.

Hate. (Lando Norris)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora