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NIÑOS
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El último siglo para todo el mundo se vió marcada por la guerra que comenzó la Nación del Fuego, misma en la que había acabado con toda todos los Maestros Nómadas Aire. Y en esos cien años, el Avatar, maestro de los cuatro elementos, no fue visto por nadie.

Rumores iban y venían, pero ninguno era cierto.

Tampoco volvió a nacer en la siguiente nación como se esperaba. Como si solo el místico poder espiritual se hubiera extinguido junto con el genocidio a los maestros aire a manos del bisabuelo del exiliado príncipe Zuko.

Él seguía cada rumor, susurro y leyenda sobre el Avatar, se esforzaba muy duro para encontrarlo y recuperar su vida como heredero al trono. Todas las paredes de su camarote estaban tapizadas con hojas de sus apuntes, y en las estantería ya no cabían más los cachivaches que supuestamente le ayudarían a encontrar al verdadero.

Iroh, su tío y lo más cercano a un padre que tenía últimamente, lo acompañaba. Trataba de animar a su sobrino como podía.

¿Pero cómo ayudar a un adolescente enojado consigo mismo?

Zuko había estado sentado en su escritorio por horas con el ceño fruncido y la mandíbula apretada, estudiando sus pergaminos una y otra vez, buscando patrones, debilidades y fortalezas de los anteriores Avatares conocidos, escribiendo cualquier cosa en sus diarios que pudiera aprovechar, y con mucha suerte, encontrar el paradero del Avatar actual.

Tres años ya habían pasado y no tuvo ningún acierto en su misión, nada le salía bien. Cada uno de sus sospechosos resultaban ser eso, simples sospechos, ningún anciano que pasaba de los cien años era el tan preciado Avatar.

Tan absorto está en sus estudios que no escuchó los ligeros pasos detrás de él hasta que sintió un suave abrazo que lo envolvía desde atrás. Sin necesidad de mirar, Zuko supo que era ella, Féng. Reconocería donde fuera el dulce olor de su perfume que siempre la acompañaba y la cálida textura de sus manos. Amaba el jazmín por ella. Su querida Féng.

──Has estado trabajando demasiado, mi príncipe. Deberías descansar un poco ──Féng mantuvo los ojos cerrados, esperando que Zuko entendiera que no podía pasarse todo el día encerrado en su camarote, pronto le saldrían raíces y quedaría pegado al escritorio por siempre── Hace un bonito día afuera, podríamos salir a ver el hielo y... más hielo, ya sabes, hay mucho que ver, y más hielo.

Zuko soltó un suspiro, manteniendo su mirada fija en el pergamino frente a él, indeciso. Entendía que Féng solo quería hacerlo reír un poco, siempre con ese mismo chiste del hielo, nunca fue la mejor comediante pero al menos a Zuko si lo hacía sonreír, solo un poco.

──Tengo que terminar esto, es importante, para ambos.

Zuko quería que entendiera que estaba bien, aunque no se sentía cansado debido al efecto de un té, su cuerpo lo estaba, las ojeras en sus ojos delataban que otra vez no había dormido más de dos horas para pasar la mayor parte de la noche escribiendo. Ella lo conocía bien, no había como mentirle por más convincente que estuviera tratando de sonar.

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⏰ Última actualización: Dec 12, 2024 ⏰

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WO AI NI; zukoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora