Capítulo 32

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Rebecca iba conduciendo su auto a la casa de Freen, pensando en lo que Mike le propuso o insinuó, y también en el tono de voz que uso Freen en la llamada, fue serio y eso le preocupaba.

Al llegar tocó la puerta y Freen abrió, en efecto su rostro estaba serio, le dijo que pasara mientras le ofrecía algo de tomar, ella pidió agua.

Rebecca tomó el vaso de agua que Freen le ofreció, sus manos temblaban ligeramente al recibirlo. Freen se sentó a su lado, la tensión en el ambiente era palpable. Ambas sabían que esta conversación era inevitable, pero eso no la hacía menos difícil.

—Rebecca, necesitamos hablar de muchas cosas que han quedado pendientes —comenzó Freen con un tono serio, mientras mantenía la mirada fija en ella—. Desde que llegaste a la empresa, siento que no fuiste del todo sincera. Me hablaste como si me recordaras, pero luego dijiste que no lo hacías. Eso no fue lo que pasó, ¿verdad?

Rebecca dejó el vaso en la mesa, sus manos nerviosas jugando con el borde de su ropa.

—Freen, no es tan simple —intentó explicarse Rebecca, con la voz ligeramente tensa—. No recordaba todo, pero a ti sí. Nunca olvidé quién eras... solo que ciertas cosas no las tenía claras.

Freen negó con la cabeza, interrumpiéndola. —Eso no importa ahora, Rebecca. —Su tono seguía firme, pero no agresivo—. El punto es que cuando te vi llegar aquel día, recordé todo lo que habíamos vivido. Me dejé llevar por eso, pero... ¿Sabes? Ni siquiera sé quién eres ahora. No sé si te siguen gustando las mismas cosas, si frecuentas los mismos lugares, cuál es tu comida favorita... —Freen hizo una pausa, como si se preparara para decir algo más delicado—. O si tienes algún problema de salud.

El comentario quedó flotando en el aire, como un peso invisible que aplastaba el ambiente. Rebecca levantó la cabeza, visiblemente sorprendida por el rumbo que tomaba la conversación.

—¿A qué te refieres, Freen? —preguntó Rebecca, intentando calmarse—. ¿Un problema derivado del accidente? ¿De qué estás hablando?

Freen la miró con seriedad, su expresión era grave.

—No, Rebecca, me refiero a otro tipo de problema...

Rebecca sintió un nudo en el estómago. Sabía a qué se refería Freen. Sus manos se tensaron sobre el vaso de agua. —¿Quién te dijo eso? —preguntó en un susurro, sabiendo que la respuesta no cambiaría lo que ya estaba sobre la mesa.

Freen se cruzó de brazos, desviando la mirada. —No importa quién me lo dijo. Lo que importa es que no me lo dijiste tú. ¿Por qué no me contaste?

Rebecca sintió que su corazón se encogía de dolor. El tema que tanto había evitado finalmente estaba sobre la mesa, y no había vuelta atrás.

—Sí, Freen, tengo VIH —admitió Rebecca, con la voz quebrada—. Pero está controlado. Tomo un tratamiento que no puedo suspender y, con él, no hay riesgo de contagio... Lo siento, debí habértelo dicho antes —su mirada estaba perdida, su rostro reflejaba tristeza y arrepentimiento.

Freen suspiró profundamente, pero no apartó la mirada de ella. —Rebecca, de todas maneras, eso es algo que deberías haberme contado. Este tipo de cosas se tienen que hablar... —Aunque su voz no era agresiva, había una clara tensión en su tono.

Rebecca bajó la cabeza, sintiendo que el peso de la conversación la aplastaba. —Tienes razón —murmuró—. Estuvo mal no decirte nada. Es solo que... no sabía cómo lo tomarías. No quería que me rechazaras, ¿sabes?

Los ojos de Freen se suavizaron al escuchar eso. Observó a Rebecca con más calma, viendo la tristeza en sus ojos, casi al borde de las lágrimas.

—Rebecca —dijo Freen suavemente, notando el dolor en su expresión—. ¿Cómo pasó? ¿Cómo te contagiaste?

Ecos del PasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora