Capítulo 10

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Freen la miró, completamente desconcertada por la pregunta de Rebecca. ¿Podía besarla? Las palabras resonaron en su mente, y aunque su respiración era irregular y su corazón latía con fuerza, algo dentro de ella necesitaba saber si Rebecca estaba consciente de lo que estaba pidiendo.

—¿Estás segura de lo que estás diciendo? —preguntó Freen, su voz apenas un susurro.

Rebecca no soltó la pomada ni la mano de Freen, y en lugar de responder con palabras, comenzó a acercarse lentamente a ella. Freen sintió cómo el espacio entre sus cuerpos se reducía, la respiración de ambas se volvía más pesada. Sus labios se rozaron brevemente, apenas un roce que fue suficiente para hacer que todo su cuerpo temblara. Pero antes de que pudieran avanzar más, Rebecca se separó bruscamente y se levantó de un salto, empujando a Freen con suavidad.

Sin decir una palabra, Rebecca caminó hacia la puerta de la oficina, como si quisiera huir de lo que acababa de suceder. Freen no lo permitiría.

Con un rápido movimiento, Freen corrió hacia ella, alcanzándola justo cuando Rebecca estaba a punto de abrir la puerta. Con firmeza pero sin lastimarla, la giró y la empujó suavemente contra la puerta. Su cuerpo pegado al de Rebecca, sus manos atrapando la puerta a cada lado de su cabeza, y con la otra mano, sin apartar la mirada de los ojos de Rebecca, Freen puso el seguro a la puerta. El sonido del cierre resonó en la habitación silenciosa.

Estaban tan cerca que Freen podía sentir el calor que emanaba de Rebecca. Podía sentir su respiración acelerada, sus cuerpos tan juntos que casi parecía que no había espacio entre ellos. El roce de sus labios, aunque breve, había encendido algo dentro de ella que no podía ignorar.

Rebecca no apartaba la mirada de Freen, sus ojos brillaban con una mezcla de deseo y confusión. Entonces, como si algo dentro de ella finalmente se liberara, Rebecca tomó el rostro de Freen con ambas manos y la besó.

El beso fue lento al principio, lleno de una intensidad contenida, como si ambas estuvieran explorando un terreno desconocido. Los labios de Rebecca eran suaves, cálidos, y Freen sintió que se amoldaban perfectamente a los suyos. Cada movimiento era deliberado, cada segundo que sus bocas estaban unidas hacía que la tensión entre ellas creciera más. Freen, al principio sorprendida, no tardó en corresponder al beso. Dejó que su lengua buscara la de Rebecca, profundizando el contacto, dejando que ese deseo acumulado durante años finalmente encontrara una salida.

Para Rebecca, el beso era una confirmación de lo que ya sospechaba. Desde que había comenzado a trabajar en la empresa de Freen, había notado cómo la jefa la miraba, cómo buscaba estar cerca de ella. Las veces que Freen la invitaba a comer o a tomar un café parecían simplemente encuentros casuales, pero había algo más. Rebecca lo sentía. Freen la deseaba, y ahora, con cada segundo de aquel beso, Rebecca lo confirmaba. Lo que no había anticipado era lo rápido que todo esto sucedería. Había planeado dejar que las cosas avanzaran lentamente, pero tener a Freen tan cerca, besándola de esa manera, hizo que cualquier plan se desvaneciera. Rebecca estaba perdida en el momento, disfrutando de cada segundo.

El beso se hizo más intenso. Las manos de Freen comenzaron a viajar lentamente por el cuerpo de Rebecca, explorando, sintiendo el contorno de su cintura, mientras Rebecca la tomaba por la cintura y la acercaba aún más a ella, como si necesitara sentir su piel más cerca, como si quisiera borrar cualquier espacio que pudiera existir entre ambas. El deseo era palpable, la necesidad de estar juntas crecía con cada segundo.

Entonces, Freen se separó ligeramente, sus labios a unos milímetros de los de Rebecca. Sus ojos se encontraron, y lo que vio en los de Rebecca le hizo sentir una mezcla de emociones. Deseo, sí, pero también algo más profundo, algo que las conectaba más allá de ese momento.

—Cómo te extrañé… —susurró Freen, casi sin darse cuenta de lo que estaba diciendo.

Rebecca se quedó en silencio, sorprendida por las palabras. Sus manos seguían en la cintura de Freen, su cuerpo aún pegado al de ella. Había algo en esas palabras que resonó en lo más profundo de su ser, aunque no entendía por qué. Rebecca tragó saliva, su respiración aún agitada por el beso, y sintió que su corazón latía más rápido.

¿Qué significaban esas palabras? ¿Por qué Freen había dicho eso?

Antes de que pudiera procesar lo que acababa de suceder, Rebecca solo supo una cosa: quería volver a besarla.

Cambiaron de posición rápidamente. Ahora era Rebecca quien acorralaba a Freen contra la puerta, retomando el beso con una intensidad renovada. El calor en la oficina era palpable, el aire se volvía denso mientras ambas se perdían en la sensación del contacto. Todo rastro de raciocinio se desvaneció de la mente de Freen. Ya no importaba que estuvieran en horario laboral, ni siquiera que estuvieran en la oficina, ni que cualquiera pudiera asomarse por la pequeña ventanilla de la puerta y verlas. No había nada más en ese momento, solo ellas dos.

La oficina de Freen estaba al final del pasillo, lo suficientemente alejada del resto de las áreas de trabajo como para ofrecer una pequeña burbuja de privacidad. Y, afortunadamente, en la posición en la que estaban, pegadas a la puerta, no había manera de que alguien las viera desde afuera. Todo lo que alguien podría divisar sería el fondo de la oficina, pero no a ellas, ocultas tras la puerta, enredadas en ese beso que parecía no tener fin.

El beso de Rebecca la estaba enloqueciendo. Freen sentía cómo sus labios ardían, hinchados por la forma en que Rebecca los devoraba, succionando cada parte con una necesidad desbordante. No podía creer que Rebecca pudiera tener tanto deseo, tanta necesidad acumulada. Y lo que era más desconcertante, Freen sentía cómo su propio cuerpo respondía de la misma manera. Toda esa atracción que había reprimido durante tanto tiempo estaba explotando con una fuerza que no había anticipado.

De repente, Rebecca paró. El silencio en la oficina se hizo pesado, interrumpido solo por sus respiraciones agitadas. Era como si ambas acabaran de recordar que estaban en el mundo real, y no solo en esa burbuja de deseo que se habían creado.

Rebecca la miró, con los ojos brillando de algo que Freen no lograba descifrar, y entonces, con voz baja y ronca, preguntó:

—¿A qué te refieres con que me extrañaste?

Freen quedó muda. No sabía qué decir. El peso de la pregunta, tan simple y directa, la dejó desarmada. Se mordió el labio inferior, sintiendo el calor y el leve dolor de lo hinchados que estaban. Bajó la mirada, observando el suelo como si en él pudiera encontrar la respuesta que no se atrevía a decir en voz alta. Finalmente, levantó la vista, y los ojos de Rebecca seguían clavados en los suyos, esperando.

Rebecca se separó un poco, dejando suficiente espacio para que ambas pudieran respirar, pero sin alejarse del todo. Había algo inquisitivo en su mirada, algo que demandaba respuestas.

—¿Por qué te pongo nerviosa cada vez que me ves? —preguntó Rebecca, sin rodeos, su tono intenso y directo—. ¿Por qué me buscas? ¿Por qué me besaste en este momento?

Freen sintió cómo su corazón latía aún más fuerte. No esperaba que Rebecca fuera tan directa, y mucho menos que las preguntas llegaran tan rápido, como si todo estuviera sucediendo de golpe. Hace unos días, Rebecca había sido solo una presencia tranquila, reservada, la chica que alguna vez conoció en la universidad. Pero la mujer que tenía frente a ella ahora era completamente distinta. Era atrevida, valiente, decidida. Era otra Rebecca, una que no temía preguntar, que no titubeaba.

Freen tragó saliva, incapaz de formar una respuesta coherente. Rebecca, en cambio, no dejó que el silencio dominara el momento. Dio un paso más cerca, su mirada viajando por el cuerpo de Freen, recorriéndola de arriba abajo, con una intensidad que la dejó sin aliento. Freen sintió cómo el calor aumentaba, pero esta vez no era solo por el beso, era por esa mirada que parecía despojarla de cualquier barrera.

—Dime, Freen —insistió Rebecca, su voz apenas un susurro, mientras sus ojos se clavaban en los de ella—. ¿Qué es lo que realmente quieres de mí?

Ecos del PasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora