CAPITULO II

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Anfisa cerró su libro mientras lo colocaba sobre sus piernas, había intentado leer pero su mente no podía concentrarse, por más que lo intentaba aún no lograba acostumbrarse a la casa de Thomas, era una casa tan grande y apenas salía de su habitación, estaba perdida en sus pensamientos cuando un golpe en la puerta la devolvió a la realidad.

Thomas se quedó afuera de la puerta de su habitación, sabía que ella había estado pasando por muchas emociones y quería ver cómo estaba. Levantó la mano y golpeó suavemente la puerta, tratando de no asustarla.

"Anfisa, ¿puedo pasar?" dijo Thomas, usando un tono de voz serio pero tranquilo, mientras esperaba pacientemente su respuesta detrás de la puerta.

Anfisa miró hacia la puerta cerrada, al parecer la conversación en el comedor no había terminado. “Claro, adelante.” Respondió sentándome correctamente, se acomodó el cabello antes de que Thomas entrara ya que había estado acostada todo el día.

Thomas abrió la puerta con cuidado, se asomó a su habitación y la vio sentada en su cama. Entró lentamente y cerró la puerta detrás de él, acercándose a ella desde una distancia segura.

Thomas tenía una expresión seria, pero sus ojos mostraban un poco de preocupación, tratando de analizar sus emociones y cómo se sentía.

"¿Cómo te sientes?", preguntó con un tono de voz tranquilo, mientras permanecía allí mirándola sentada. Todavía le costaba no verla como su madre Lorena, el parecido todavía le parecía sorprendente.

Anfisa lo miró fijamente durante unos segundos, mientras su dedo golpeaba la tapa del libro. Lo había dicho muchas veces desde que estaba allí. "Está bien", respondió, desviando la mirada. "Está bien, todo está bien, gracias". No tenía otra respuesta para eso.

Thomas entendió su respuesta, sabía que le estaba respondiendo de manera educada, pero estaba claro que “bien” era la típica respuesta que daba para no hablar de sus verdaderos sentimientos.

Thomas siguió mirándola fijamente por un momento, viendo que ella evitaba su mirada. Dio un paso más cerca, acortando su distancia con ella, aunque todavía había cierto espacio entre ellos.

“Sé que probablemente no quieras hablar, pero quiero saber cómo te sientes realmente”, dijo Thomas, buscando algo más que una respuesta superficial.

"¿Qué has sabido de mamá?" preguntó, cambiando de tema. No la había visto desde que la había echado y abandonado en la mansión Hammond . Hacía tiempo que no sabía nada de ella.

Thomas entendió que ella estaba tratando de cambiar de tema, pero quería continuar la conversación sobre cómo se sentía, no solo hablar de Lorena. Sin embargo, decidió honrar su pedido y responder a su pregunta.

"No he tenido noticias de ella, no recientemente", respondió Thomas con sinceridad, su rostro permaneció neutral. "Supongo que probablemente ella tampoco se ha puesto en contacto contigo, ¿verdad?"

Ella negó con la cabeza, cuando su madre desaparecía no solía buscarla hasta que llegaba y hacía como si nada pasara, ya estaba acostumbrada a esa dinámica entre ellas.

"¿Puedo hacerte una pregunta?" preguntó dejando el libro en la mesita de noche, hacía tiempo que tenía curiosidad por algo, aunque ambas vivían en la misma casa no solían verse mucho, ella no solía salir de su cuarto y él trabajaba mucho, a veces se cruzaban a la hora de comer, realmente no tenían mucha comunicación.

Thomas notó que su tono cambiaba de su anterior indiferencia a uno más curioso.

Asintió lentamente, indicándole que continuara mientras la miraba a los ojos.

"Adelante, puedes preguntarme", respondió.

"¿Estás enamorado de mi mamá o algo así?" preguntó sin dudar, había tenido curiosidad desde que había llegado a su  casa, no entendía por qué le estaba haciendo un favor a su madre, sobre todo aceptando a una extraña como ella en su casa, además Lorena, su madre era muy hermosa, podía entenderlo si era así.

Ella lo miró fijamente esperando su reacción.

Thomas se quedó estupefacto ante su pregunta y se sorprendió por su repentina pregunta. Se quedó allí parado por unos momentos sin responder, tratando de encontrar las palabras adecuadas.

"¿Qué te hizo pensar eso?", preguntó, tratando de ocultar su expresión de asombro. No esperaba que ella preguntara algo tan directo y personal tan de repente. Aunque ya tenía un parecido con Lorena, su franqueza le recordó a la suya.

"Es que… no entiendo por qué la ayudas, porque me ayudas." respondió ella intentando comprenderlo. "¿La ayudaste con la esperanza de ganarte su corazón?" preguntó levantando una ceja con desconfianza, a decir verdad él también era apuesto, era grande, guapo, alto, fuerte y millonario, aunque tenía una apariencia intimidante, una vez que lo conocías podías ver que era una persona tranquila y seria, todo lo contrario de lo que parecía.

Parecía más inteligente así que esperaba que no estuviera enamorado de su mamá.

Thomas escuchó su explicación y su pregunta. Entendió su confusión y curiosidad, y supo que debía darle una explicación.

Respiró levemente antes de responder, mientras su habitual actitud seria y tranquila regresaba.

"No, no estoy enamorado de tu madre", respondió con firmeza, queriendo acabar con cualquier duda o conjetura. "Mis razones para cuidar de ti no tienen nada que ver con que yo la desee".

Anfisa alzó ambas cejas ante su respuesta, lo miró por unos instantes para ver si le mentía, pero era difícil leerlo.

"Entonces, ¿por qué me cuidas?", preguntó de nuevo, no entendía por qué él la cuidaba, no tenía ninguna responsabilidad hacia ella.

Thomas siguió mirándola, notando sus dudas sobre su respuesta y entendió su curiosidad sobre por qué la había cuidado.

"Es simple", respondió con un tono neutral. "Tu madre me pidió que cuidara de ti. Acepté ayudar porque sé que es lo mejor para ti".

Thomas no quería que ella pasara por la vida que vivieron sus padres, ella debería tener un futuro mejor lejos del caos, la destrucción y el crimen.

Pero él sabía que no era tan sencillo, su acuerdo de cuidarla estaba influenciado por muchos factores, y uno de ellos era su propio apego a Lorena, aunque prefería no entrar en ese tema, sobre todo delante de su hija.

"Sólo quiero protegerte y mantenerte fuera de problemas", dijo, dándole una mirada estoica y todavía de pie al pie de su cama.

Anfisa asintió, no muy convencida, pero no lo demostró, en cambio preparó otra de sus preguntas, tenía dudas sobre el pasado de su madre.

"¿Qué significa ella para ti?" Le cuestionó mientras lo miraba.

Thomas la miró fijamente, permaneciendo impasible por fuera, pero su mente se aceleró pensando en cómo explicar la complicada relación que tenía con Lorena.

No podía negar que ella significaba algo para él, de una manera u otra.

"Tu madre y yo tenemos una historia... complicada", respondió, tratando de encontrar las palabras. "Hemos pasado por muchas cosas juntos..."

"Hay... ciertas cosas que nos unen", añadió sin saber muy bien cómo explicarlo. No quería revelar demasiado a su hija.

"Supongo que se puede decir que ambos somos muy testarudos, pero nos hemos apoyado mutuamente en algunas ocasiones", dijo con un tono ligeramente irónico, evitando entrar en más detalles.

"¿Como un romance...?", preguntó. Bueno, si él no estaba enamorado de ella en ese momento, ¿quizás significaba que habían estado juntos incluso antes de que ella estuviera con Vito? Se preguntó, tenía muchas conjeturas.

Thomas se sorprendió un poco por su pregunta, pero trató de mantener la compostura.

"No, no es un romance", respondió con firmeza, queriendo negar esa posibilidad. "Tu madre y yo no estamos juntos de esa manera".

Dijo sin rodeos que, aunque no fuera del todo cierto, era mejor no mencionar los momentos en que se entregaron al deseo físico.

Anfisa asintió y permaneció en silencio por un momento. Parecía que él no revelaría detalles tan fácilmente, por lo que decidió no insistir más por el momento.

Se colocó un mechón de cabello detrás de la oreja, preguntándose si debía preguntar algo más o no.

Thomas notó el silencio, entendiendo que ella ya no haría preguntas por el momento. Continuó de pie allí con su habitual expresión seria y serena.

"¿Tienes más preguntas o algo más que quieras saber?" preguntó, mientras seguía mirándola por un momento, esperando su respuesta.

Era tan similar a Lorena pero tan diferente al mismo tiempo, era difícil de explicar.

Ella asintió.

"¿Puedo volver a la universidad?", preguntó en voz baja. No había podido volver porque él no la dejaba salir para protegerla, pero se estaba aburriendo allí. Ya había terminado de leer todos los libros que había traído.

Thomas escuchó su pedido, sabiendo que ella quería regresar a la universidad. Le había prohibido salir por su propia seguridad, para protegerla.

La miró seriamente por unos segundos, con una expresión neutra en su rostro.

"No, todavía no puedes regresar a la universidad", respondió con un tono firme y serio, sacudiendo la cabeza.

"¿Por qué?" preguntó ella, frunciendo el ceño. Había pasado un mes desde que había vuelto a casa para vivir. Dudaba que alguien la buscara y extrañaba a sus amigos.

Thomas siguió mirándola con seriedad, sin que su expresión vacilara.

"Porque es peligroso que salgas afuera", respondió con voz firme e inflexible. "Hay gente que podría hacerte daño y no puedo permitir que eso suceda".

Thomas comprendía su frustración, pero sabía que su seguridad era más importante que cualquier otra cosa.

Anfisa apretó los labios mientras bajaba la mirada. En el fondo, ella también esperaba esa respuesta, pero aun así no pudo evitar sentirse molesta.

Thomas vio su expresión de enojo y comprendió su frustración, pero no podía ceder a su pedido.

"Sé que estás aburrida de estar encerrada, pero no puedo arriesgar tu seguridad de esta manera", dijo con un tono firme, sin alterar su expresión seria. "Tienes que tener paciencia, es por tu propio bien".

Podría haber añadido más, pero prefirió no entrar en detalles sobre los riesgos. A pesar del parecido con su madre, Thomas vio que ella era claramente más inteligente y racional que Lorena, y creyó que con el tiempo ella entendería su razonamiento.

"Quiero descansar." dijo sin mirarlo. Sabía que Thomas no era el culpable de esta situación y que estaba tratando de ayudar, pero aún se sentía molesta y frustrada. Le molestaba no tener el control de su vida.

Nunca había podido tener ese derecho.

Thomas asintió con la cabeza, al ver que ella quería terminar la conversación.

"Entiendo... Puedes descansar", dijo, su tono volvió a su habitual voz profunda y tranquila. Sabía que ella estaba frustrada y molesta.

"Te dejaré sola, entonces", dijo, mientras se enderezaba, preparándose para salir de su habitación.

Anfisa se hizo un ovillo y abrazó sus piernas, enterrando la cabeza en las rodillas. No sabía por qué, pero tenía ganas de llorar. Se sentía a la deriva.

Thomas estaba a punto de salir de la habitación cuando notó su movimiento repentino, su figura acurrucándose en la cama y metiendo la cabeza entre las rodillas. Se detuvo al pie de la puerta, mirándola así.

Ahí vio la verdadera gran diferencia entre ella y su madre, Lorena ya habría hecho un lío para salir de su encierro y ya habría escapado, a diferencia de Anfisa que aunque no lo aceptó de buena gana, parecía dispuesta a obedecer.

Tal vez necesitaba su espacio para pensar las cosas, tenía que entender que Lorena solo estaba tratando de protegerla y que estaba allí para mantenerla a salvo.

Le gustara o no.

Él la miró y pensó que iba a llorar, pero ella no hizo ningún ruido ni movimiento que indicara que estaba llorando, aparentemente estaba esperando a que él saliera para poder desahogarse.

Thomas permaneció al pie de la puerta unos instantes más, pensando si volver a acercarse a ella o simplemente dejarla sola.

La miró acurrucada y escondiendo la cabeza entre las rodillas, parecía tan frágil, costaba imaginar que fuera la hija de Lorena, que era tan caótica y descontrolada.

Sintió un repentino impulso de intentar consolarla, de asegurarle que todo iba a estar bien, pero sabía que no debía intentarlo. Dudaba que ella se sintiera bien si un extraño se acercaba a ella en un momento vulnerable para intentar consolarla.

A pesar de la tentación de intentar ayudarla, decidió darle un poco de espacio. Sabía que era mejor darle tiempo para que ordenara sus pensamientos y sentimientos.

La miró por última vez y la vio acurrucada en la cama, con la cabeza todavía escondida entre las rodillas, antes de finalmente salir de la habitación y cerrar la puerta silenciosamente detrás de él.

El Amor Que Me Da Mi Papi | Libro IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora