Anfisa se sobresaltó cuando el hombre rudo y grande le abrió la puerta del club, se cohibió un poco por la mirada del hombre y de las demás personas, sabía porque la miraban.
Aún llevaba puesto el vestido exhibicionista de su madre, en un arrebato de locura, se había escapado de la casa de Thomas y con el poco dinero que tenía había tomado un taxi y había venido a ese club para despejarse, por un momento quería sentir lo que era ser su madre.
El club estaba lleno de humo y el sonido del bajo retumbaba en las paredes. La multitud era una mezcla de rostros curiosos y gente perdida en su propio mundo, pero los ojos seguían a Anfisa mientras caminaba hacia la barra.
El hombre que le abrió la puerta, alto y corpulento, murmuró algo al tipo de seguridad junto a él, pero no apartó la vista de ella.
Anfisa se adentró en el club con pasos cautelosos, sintiendo el peso del vestido sobre su piel, como si aún pudiera oler el perfume de su madre en la tela. Las luces parpadeaban en tonos rojizos y violetas, y la música era fuerte, envolvente, casi hipnótica. Miró a su alrededor, observando a las personas bailando, riendo, bebiendo sin preocupación, y por un momento, el aire parecía más pesado.
«¿Esto es lo que hacía mi madre?» pensó, mientras sus ojos recorrían el lugar. Las figuras en la pista de baile se movían con una libertad que no entendía del todo. Hombres y mujeres entrelazados, con risas y miradas cómplices, sus cuerpos tan cerca, tan despreocupados. Anfisa se preguntaba si Harley se sentía igual cuando estaba aquí, en este mundo tan diferente al suyo, un mundo donde las reglas parecían evaporarse con el alcohol y la música.
El ambiente la abrumaba, y su mente no podía evitar imaginar a su madre en esos mismos lugares, con ese mismo tipo de miradas que ahora sentía sobre ella. Se preguntaba si Harley también se había sentido observada, deseada, o si lo disfrutaba.
Esta noche no quería ser ella misma, quería olvidarse de todos los problemas, el abandono de su madre y su complicada situación actual, aún le sobraba dinero así que tal vez le alcanzaba para una bebida, decidida comenzó a caminar hacia la barra.
El ruido del club la’envolvía a medida que se acercaba a la barra, sintiendo las vibraciones de la música bajo sus pies. Se apoyó en el borde de la barra, sintiendo la textura fría del metal. Frente a ella, el bartender estaba ocupado sirviendo tragos a otros clientes, pero cuando notó su presencia, alzó la mirada.
“¿Qué te traigo?” preguntó, su voz apenas audible entre el bullicio.
Anfisa vaciló un momento, mirando la variedad de botellas detrás de él. Las etiquetas desconocidas brillaban bajo las luces, y por un instante se sintió fuera de lugar, como si no perteneciera ahí.
Sin embargo, antes de que pudiera responder, notó una presencia cercana. Un hombre, vestido con una chaqueta de cuero y una expresión algo arrogante, se apoyó en la barra justo a su lado, lanzándole una mirada que la incomodó.
“Una chica como tú no debería estar sola en un lugar como este,” dijo con una sonrisa torcida. “Déjame invitarte algo.”
Anfisa se sorprendió por la inesperada compañía del hombre que se le había acercado «¿Tal vez era por el vestido?» Pensó ella al ver el repentino interés del hombre.
Tragó saliva nerviosa al ver que se veía intimidante y respondió.
“No gracias.” Dijo tratando de sonar tranquila, no estaba acostumbrada a la compañía de los hombres.
El hombre, con una chaqueta de cuero desgastada, se inclinó en la barra, sus ojos recorriendo a Anfisa con una mezcla de curiosidad y reconocimiento.
“Vaya, hace tiempo que no veía a alguien con tanto estilo por aquí,” comentó, su voz profunda y algo rasposa, como si estuviera acostumbrado a hablar en susurros en lugares ruidosos. “Tienes un aire… familiar.”
El hombre se quedó en silencio, observándola detenidamente, mientras trataba de hacer memoria.
Anfisa estaba un poco asustada ¿se parecía demasiado a su madre? Se preguntó mientras sentía un escalofrío por todo el cuerpo, antes de que el hombre terminara de escanearla, habló.
“Un jugo de fresa está bien”. Ella aceptó la bebida del hombre para que no siguiera fisgoneando, también se giró para mirar al barman para que la escuchara.
Los ojos del hombre brillaban mientras la observaba, intrigado por su parecido.
“Zumo de fresa, ¿eh? Una chica con estilo como el tuyo me parece más un gin tonic”, se rió entre dientes mientras se volvía hacia el camarero. “Pero bueno, ¿qué sé yo?”
El barman asintió con la cabeza al hombre y comenzó a preparar la bebida mientras la mirada del hombre volvía a Anfisa, deteniéndose en su cuerpo, sus ojos claramente interesados en la vista de la división de sus pechos.
El hombre se apoyó en la barra, se paró cerca de ella y la observó fijamente.
“Pareces un poco joven para estar en un lugar como este.” Dijo, bajando la voz. “¿Cuántos años tienes, cariño?”
“19 años…” respondió ella, no muy segura de darle la información verdadera, pero al final lo hizo. Tal vez si le decía su edad real él se asustaría.
No era un hombre que pareciera viejo, pero definitivamente se veía grande. No era un Adonis como los que leía en los libros o como Thomas, pero tampoco era feo.
Tenía una apariencia ordinaria.
Él se rió entre dientes cuando escuchó su respuesta y su mirada vagó por su cuerpo con clara apreciación.
“19, ¿eh? Te ves aún más joven. No tienes el aire de alguien que ha estado de fiesta en lugares como este durante mucho tiempo”, dijo, mientras sus ojos recorrían las curvas abrazadas por el escote profundo de su vestido. Estaba disfrutando de la vista de sus senos, quería tocarlos.
“Entonces, muñeca, ¿qué te trae por aquí?”, preguntó, mientras extendía la mano para tocar un mechón suelto de su cabello. “¿Buscas compañía?”
Anfisa se sintió agradecida cuando el camarero le trajo su bebida y acercó sus labios para probarla.
Para su sorpresa, estaba muy buena.
Cuando el hombre la cuestionó, se sintió incómoda.
“No”, respondió mientras pensaba qué más decir. “En realidad, no”.
La observó mientras tomaba un sorbo, con los ojos fijos en sus labios mientras se cerraban alrededor del vaso.
“¿No?”, repitió, con un dejo de decepción en su voz. “¿Vienes a un lugar como este, luciendo tan bonita, y no estás buscando compañía?”.
Se rió secamente, sus ojos recorrieron su cuerpo, claramente apreciando su atractivo. Se acercó más a ella, inclinándose un poco demasiado.
Su rostro le resultaba demasiado familiar, lo tenía en la punta de la lengua.
“No puedo creer que una muñeca tan hermosa como tú no esté ya comprometida.” Dijo con un dejo de sarcasmo, mientras sus ojos recorrían su cuello y su clavícula expuesta.
Se acercó aún más, su aliento caliente sobre su piel.
“¿Cómo te llamas, muñeca?”
“Anfisa.”respondió tomando distancia antes de tomar un sorbo más profundo de su bebida, a pesar de que solo había estado con ella por poco tiempo, pero por alguna extraña razón comenzaba a sentirse un poco extraña, como más relajada, algo raro porque ella nunca bajaba sus muros nunca.
Repitió su nombre, como si estuviera probando su sabor en la lengua.
“Anfisa… Es un nombre bonito para una chica bonita”, murmuró, con voz baja y áspera.
Continuó mirándola fijamente, su mirada no solo admiraba su belleza, sino que la estudiaba, como si pudiera reconocer algo en ella.
Como una chispa, un rostro familiar y molesto vino a su mente.
Antes de que se diera cuenta, su vaso estaba vacío y se dio cuenta cuando no salió ni una gota, se dio la vuelta para romper el incómodo contacto con el hombre que aún no le había dicho su nombre.
“Otro igual, por favor”. Habló con el barman y le entregó el vaso vacío, le había gustado mucho la bebida, tenía la consistencia de un frappé.
El camarero asintió, tomó el vaso de sus manos y comenzó a mezclar los ingredientes para el pedido mientras la miraba fijamente.
El hombre que estaba a su lado, el que todavía no le había dicho su nombre, notó que su vaso estaba vacío y, sin preguntarle, se inclinó para hablar con el barman.
“Esta ronda corre por mi cuenta”, dijo, metiendo la mano en su chaqueta de cuero para sacar su billetera. Sacó algunos billetes, los colocó sobre la barra y le hizo una señal al camarero para que los guardara.
Se volvió hacia Anfisa.
“Creo que sé a quién me recuerdas”, dijo, acercando su rostro al de ella para mirarla.
“¿A alguien?”, preguntó ella, inclinándose hacia atrás mientras el hombre se acercaba demasiado y su visión comenzaba a nublarse un poco.
Su mirada recorrió su rostro, observando cada rasgo, estudiándola de cerca.
“Sí”, dijo, con un tono divertido en su voz. “Pareces alguien específico para mí. Alguien a quien… conocí hace mucho tiempo”.
Se rió entre dientes, un sonido seco, como si le divirtiera una broma secreta.
El camarero interrumpió el momento para colocar la bebida de Anfisa en el mostrador, y el hombre continuó mirándola atentamente, su mente claramente trabajando para averiguar a quién se parecía.
Continuó escrutándola, su mirada intensa.
“Tu cara, tu… vibración, la forma de tus ojos y boca”, murmuró. “No es un parecido perfecto, pero es fuerte”.
Hizo una pausa, sus ojos se centraron en su rostro, buscando la confirmación de lo que estaba empezando a sospechar.
Una sonrisa malvada vino a su mente y la recordó perfectamente, un nombre vino a su cabeza pero lo ocultó.
“¿Qué edad dices que tienes?” Preguntó de nuevo, las edades no coincidían.
Anfisa sintió una extraña sensación en el aire, por alguna extraña razón podía sentir que la observaban desde todos lados pero había algo que la hacía sentir aturdida, era difícil de describir.
“Ya te había dicho.” Murmuró arrastrando las palabras. Él no había dicho nada. “¿Y tú?...” preguntó sintiendo que la timidez abandonaba su cuerpo, era extraño, su mente había dejado de pensar tanto.
Él se rió levemente, divertido por su pregunta.
“No se le pregunta a un hombre su edad, muñeca”, respondió, fingiendo ofenderse. “Pero te lo diré de todos modos. Soy… un poco mayor que tú”.
La miró de arriba abajo nuevamente recorriendo su delicioso cuerpo, tratando de descifrar cuánto la había afectado el alcohol. Parecía más relajada y sus ojos se vidriaron un poco, como si su concentración estuviera disminuyendo.
El alcohol comenzaba a hacer efecto y el hombre empezó a darse cuenta. La observó mientras bebía de nuevo el jugo de fresa y una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios.
“Pareces un poco achispada”, observó con una sonrisa cómplice. “No bebes a menudo, ¿verdad?”
“¿Tiene alcohol?” preguntó, frunciendo el ceño. No había probado nada amargo ni fuerte que le indicara que contenía alcohol. Lo había estado bebiendo rápidamente por los nervios, pero la bebida siempre sabía dulce y natural, como un frappé.
Su sonrisa se ensanchó al verla darse cuenta.
“Por supuesto que sí, no pensaste que era solo jugo de fresa, ¿verdad?”
Se rió entre dientes otra vez, disfrutando de la pequeña trampa.
“Debes ser muy liviana si ya estás sintiendo los efectos. ¿Es esa tu primera bebida con alcohol, muñeca?”
Su mirada estaba fija en ella y vio cómo sus mejillas empezaban a brillar levemente, señal de que el alcohol estaba haciendo efecto.
“Eres bastante… ingenua, ¿no?” dijo, su sonrisa burlona se hizo un poco más amplia. “No deberías aceptar bebidas de extraños, lo sabes, ¿no? Especialmente no en un club como este”.
“¿Qué?” preguntó ella sin poder escucharlo bien por la música, se acercó más a él para que pudiera repetir lo que acababa de decir, sus movimientos fueron más bruscos ya que no los podia controlar.
Sonrió mientras ella se inclinaba más cerca de él, sus palabras medio audibles. Podía ver que el alcohol comenzaba a ralentizar sus movimientos, volviéndola un poco torpe.
Puso su mano en su cadera para estabilizarla, su palma contra su piel suave. Se acercó a su oído y gritó por encima del ruido.
“Dije que te ves jodidamente caliente en ese vestidito, cariño, ¿viniste aquí para encontrar una buena polla o todavía eres virgen?”
No podía creer su suerte al encontrar a alguien tan ingenua, tan… inocente.
Su ligera torpeza sumada a su inocencia la hacían parecer un corderito en una jaula llena de lobos.
Podía ver en sus ojos que el alcohol estaba haciendo su trabajo, sus manos permanecieron en sus caderas, disfrutando de cómo su cuerpo se sentía contra el suyo, quería bajar sus manos y tocar su culo.
Un toque firme y duro cayó sobre su hombro, haciéndolo gemir de dolor y alguien le habló al oído.
“Será mejor que quites tus manos de donde están antes de que te las corte”. Alguien amenazó en su oído y la presión en su hombro se hizo más fuerte y logró robarle otro gemido.
“Mhm…?” gimió ella ya que no escuchó del todo lo que dijo y cuando el hombre la soltó, cayó hacia adelante, pensó que iba a caer al suelo pero su cabeza golpeó algo duro y firme, el vaso que sostenía cayó al suelo.
Thomas sujetó a Anfisa contra su pecho cuando la vio perder el equilibrio y le sujetó la cabeza para que no se cayera.
Maldita sea, la había encontrado a tiempo.
Cuando la sintió entre sus brazos, respiró profundamente y maldijo en voz baja, sintiendo el calor de su cuerpo contra el suyo.
Ella estaba completamente borracha, su mirada perdida y no podía mantenerse erguida.
Su mirada demoníaca se dirigió al hombre que había estado con Anfisa.
“¿Qué le diste?” Preguntó con evidente fastidio.
El hombre, visiblemente intimidado por Thomas y también molesto porque lo habían interrumpido, trató de mantener la calma.
“Nada”, dijo, sabiendo que estaba jodido.
La mirada de Thomas se ensombreció.
Thomas apretó más fuerte a Anfisa, como si no estuviera dispuesto a soltarla, y dio un paso hacia el hombre.
“No me mientas”, dijo Thomas, en voz baja y amenazante. Era más alto que el hombre más bajo por un pie o más. “Dímelo antes de que te parta la cara".
¿Ese hombre hacia ayudado a Anfisa a escapar de la mansión Hammond?
Apretó los labios al ver estado de Anfisa.
Algo le habían puesto en la bebida.
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Horas antes
Luego de ser rechazado con los papeles de adopción, Thomas salió de la habitación de Anfisa y caminó hacia su estudio, aún debía investigar quién era el hombre que intentaba sacar a Joker de la cárcel para cooperar con la policía y además era el dueño de una corporación que también requería de su atención, pero honestamente Anfisa no se lo estaba poniendo fácil.
Entró en el estudio. La gran sala tenía varias ventanas que la iluminaban y ofrecía una vista de parte del jardín por la noche. Se sentó detrás del gran escritorio de roble y se reclinó en la silla, mientras los acontecimientos del día aún se reproducían en su mente.
Harley estaba muerta y Anfisa se negaba a negar que la muerte de su madre la había afectado.
Se sentó allí, en la soledad y comodidad del estudio, y sus ojos comenzaron a recorrer la habitación.
Era grande y estaba llena de muebles caros, con un gran cuadro colgado en una de las paredes. Sobre el escritorio había papeles y carpetas, y un monitor apoyado sobre varios cajones, todo hecho de madera preciosa y cara.
La biblioteca pegada a las paredes le daba un aire tranquilo y monótono.
Su mirada se dirigió involuntariamente al monitor de la cámara de seguridad, su mirada buscó una cámara en particular que había apagado hace unos días para la privacidad de Anfisa.
Pensó en encender la cámara, ¿qué estaba pasando dentro de la habitación de Anfisa? ¿Quizá estaba llorando en su cama o qué estaba haciendo?, se preguntó mientras su dedo golpeaba la madera del escritorio.
No quería admitirlo, pero a pesar de su fastidio, le molestaba no poder verla en las pantallas.
Aunque sabía que era una invasión a la privacidad, una pequeña parte de él quería confirmar que ella estaba allí, que no se estaba metiendo en problemas o algo así.
Sus ojos viajaron del monitor a los cajones del escritorio y, lentamente, como si controlara sus propias acciones, abrió el cajón central y encontró los controles remotos de las cámaras de seguridad.
Extendió la mano para coger el mando a distancia, lo tomó y lo sopesó en la mano, como si estuviera decidiendo si debía encenderlo.
Su mirada se desvió hacia el monitor de nuevo, la pantalla mostraba estática por estar apagada, como si se burlara de su debate interno.
Su dedo se posó sobre el botón de “Encendido”.
La tentación lo acosaba, como si una voz silenciosa en su mente lo animara a encenderlo.
“Es solo para ver si está allí”, se dijo, tratando de justificar sus acciones. “Solo quiero asegurarme de que está bien”.
Su dedo se cernió sobre el botón, sintiendo la presión en su pecho cuando pensaba en ella.
Respiró profundamente, tratando de calmar su respiración, y tomó una decisión final, y presionó suavemente el botón de encendido, la estática fue rápidamente reemplazada por las imágenes en vivo de una pequeña cámara en la habitación de Anfisa.
La habitación estaba ligeramente a oscuras, la ventana estaba abierta y una suave brisa balanceaba las cortinas, creando sombras en ciertas partes de la habitación.
Su cama estaba en el centro de la habitación, y las sábanas todavía estaban prolijamente colocadas, como si nadie la hubiera usado. Pero cuando escudriñó la habitación con más atención, notó que la ventana estaba ligeramente abierta y estaba el vestido de luto en el piso.
Sus ojos se abrieron y su mente procesó lo que estaban viendo a gran velocidad.
Su corazón empezó a latir con fuerza y se inclinó hacia delante, contra el escritorio, como si eso lo acercara al monitor.
Ella no estaba allí.
Anfisa había escapado de la mansión Hammond.
Thomas sintió una oleada de ira mezclada con miedo, sus manos aferraron el escritorio mientras trataba de controlar sus emociones, buscó en todas las cámaras de la casa pero no había nadie, ya todo mundo estaba dormido a esa hora, incluso espero para ver si estaba en el baño pero nunca salió.
Anfisa lo había desafiado.
Su mente trabajaba rápidamente, tratando de averiguar dónde podría haber ido.
Rápidamente encendió su computadora mientras le rogaba que Anfisa trajera su teléfono celular para poder rastrearla.
Sus manos recorrieron el teclado con urgencia, con el corazón aún acelerado. El sistema que había desarrollado reconoció sus huellas dactilares e inició sesión rápidamente. Navegó por las pantallas, accediendo a la ubicación de su teléfono.
Con un profundo suspiro y una maldición, encontró su ubicación y abrió el mapa de seguimiento.
El mapa mostraba su posición, moviéndose a un ritmo constante, y la dirección indicaba que estaba en el centro de Forks, probablemente en uno de los clubes.
Thomas apretó los dientes, la frustración crecía en su interior. Él le había dado seguridad y ella se la había echado en cara.
Se levantó de su escritorio y salió corriendo a toda velocidad.
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El Amor Que Me Da Mi Papi | Libro II
RomanceTengo un problema. Estoy obsesionado con su apariencia, obsesionado con su forma de vestir. La forma en que habla de sus intereses favoritos. La forma en que sonríe cuando la elogio. Cuando sabe cuánto la deseo... Imaginando que agarró sus pechos, s...