CAPITULO V

37 8 3
                                    

Al día siguiente.

Thomas parecía cansado por la falta de sueño. Tenía los ojos ligeramente hinchados y tenía unas ojeras claras por haberse quedado despierto hasta tarde.

Había estado ocupado preparando cosas y organizando algunos asuntos con la policía y reuniendo pruebas contra Vito, y había dejado su estudio por la tarde para ir a una reunión.

Finalmente, la reunión terminó y regresó a casa por la noche, cansado y no de muy buen humor debido al estrés.

Cuando llegó a su estudio, esperaba ver a una pequeña chiquilla rubia rondando los libros, pero no, no estaba allí.

Suspiró para sí mismo mientras caminaba hacia el escritorio, colocando su maletín sobre el escritorio y quitándose la chaqueta del traje, colocándola en el respaldo de la silla de la oficina.

Dejó escapar un suspiro bajo, sentándose en el borde del escritorio y pasando una mano por su cabello desordenado y sus mechones oscuros.

Su cabello era oscuro en un corte clásico, sus ojos eran de color dorado, con una mirada penetrante y algo cansada, dándole una apariencia de madurez y experiencia. Su rostro era anguloso, con una mandíbula cuadrada y definida que le da un aire de rudeza, pómulos altos y marcados, sus cejas eran gruesas y oscuras, dando una expresión a menudo seria.

Era un hombre alto, de alrededor de 1,90 metros de altura, de complexión robusta y musculosa, toda su vida había sido construida para poder atrapar criminales, tenía que ser fuerte.

Empezó a sentir la tensión y el cansancio en sus extremidades y músculos, las últimas horas las había pasado sentado y caminando durante horas, hablando con los oficiales y revisando documentos.

Respiraba profundamente, exhausto.

La reunión no iba bien, parecía que todo se estaba volviendo cada vez más difícil. Las pruebas que habían obtenido contra Vito se consideraban no concluyentes y las cosas no iban bien.

Al parecer alguien quería que Vito saliera de la cárcel y lo estaba logrando, tenía que investigar quién era.

Entre tantos problemas, Anfisa vino fugazmente a su mente.

No sabía por qué, pero pensó en su cuerpo menudo y fino y en ese rostro bonito y maduro.

La forma en que su cabello sedoso se movía ligeramente con cada paso, la piel suave y perfecta de sus hombros…

Rápidamente se quitó esa visión de la cabeza. Sabía que no era bueno, no debería fijarse en ella de esa manera, especialmente porque era la hija de Lorena y ella era una jovencita y él un hombre mucho mayor.

Sus ojos se desviaron hacia el monitor de las cámaras de la casa y se preguntó si ella ya estaría dormida a esa hora.

Su mirada se detuvo en las pequeñas pantallas que mostraban las múltiples cámaras que vigilaban el exterior de la casa y también las habitaciones principales.

Pero solo la habitación de Anfisa tenía una cámara en su interior.

Sí, eso estaba mal pero era por su seguridad.

Enfocó su mirada, observando más de cerca una de las imágenes que mostraban la vigilancia.

La imagen mostraba una habitación pequeña, ordenada y elegante, con una cama perfectamente tendida, y por supuesto la figura de Anfisa al otro lado.

Thomas podía verla acostada boca abajo en la cama, con el pelo esparcido por toda la almohada, su pequeño cuerpo cubierto con las sábanas blancas hasta la cintura.

El Amor Que Me Da Mi Papi | Libro IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora