Samaria:
Mientras avanzábamos por las calles del mercado, el bullicio de la gente nos condujo hasta un bar de aspecto desgastado, conocido entre los lugareños como “La Taberna del Corsario”. La fachada de madera oscura y las ventanas empañadas invitaban a entrar, pero también advertían sobre el tipo de clientela que solía frecuentar el lugar. Era considerado un refugio para piratas y forajidos, aunque mi padre solo los consideraba búlgaros ladrones.
—No te acerques a este lugar, Samaria —dijo mi padre, su tono grave como siempre. Miró con desdén la puerta entreabierta, de donde salían risas y murmullos—. La gente que va allí no tiene buena reputación.
Pude sentir un pequeño cosquilleo de curiosidad recorrer mi cuerpo, pero no me atreví a mencionarlo. Los relatos sobre piratas y todas las salavajadas que hacían, dejaban mucho que desear, pero bueno, yo era curiosa y las historias que circulaban en el pueblo, llenas de misterio y peligro, pintaban una imagen seductora que no podía ignorar. Sin embargo, la desaprobación de mi padre me mantenía a raya.
—Solo son ladrones —continuó él, caminando con paso firme—. Recuerda, nunca confíes en un hombre que vive por el mar sin un propósito.
Miré a través de la ventana, observando a los hombres con sus ropas raídas y miradas furtivas. Algunos reían a carcajadas, mientras otros hablaban en susurros, como si compartieran secretos oscuros. Sentí un impulso por entrar y descubrir qué sucedía en su interior, pero sabía que eso no era una opción.
—Pero, padre —empecé a decir, pero él me interrumpió con un gesto.
—No hay nada interesante que aprender allí. La vida de un pirata es una vida de desgracia, llena de traiciones y miseria. Mejor enfócate en lo que realmente importa: nuestro negocio y nuestra reputación en este pueblo.
Asentí, aunque la frustración burbujeaba dentro de mí. Siempre había tenido la sensación de que había más en esos hombres de lo que aparentaban. Quizás algunos de ellos habían sido marineros leales, o aventureros que habían cruzado océanos en busca de tesoros, solo para terminar desilusionados y abandonados por la sociedad.
Mientras mi padre continuaba hablando sobre su trabajo y las implicaciones del próximo negocio, mi mente se perdió en un mundo imaginario. Imaginaba a esos hombres surcando los mares, enfrentándose a tormentas y monstruos marinos, buscando gloria y fortuna. La idea de un mapa del tesoro escondido en un lugar remoto me pareció más emocionante que cualquier historia que hubiera escuchado.
Al final, mi padre tomó un camino diferente, apartándose del bar. Aunque sabía que debía seguirlo, un último vistazo a la Taberna del Corsario dejó una huella en mi mente. La puerta entreabierta parecía susurrar promesas de aventuras y secretos, un llamado que aún resonaría en mi corazón.
—Un día, tal vez —pensé, mientras dejaba atrás aquel lugar, sintiendo que mi vida estaba destinada a cruzarse con esos secretos y misterios que el océano guardaba.
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La Joya del mar
Fantasy¿Qué harías si tu tripulación estuviera condenada por una maldición, fruto de la ambición de un antepasado que solo anhelaba poder? Así vive Arzhel, un capitán atrapado en el mar junto a su tripulación, incapaces de tocar tierra bajo el sol, conside...