•capitulo 5•

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Azrael Cassian

—Vaya, nos fue realmente bien—comentó Dareen.

—Eso lo tengo claro, no es necesario repetirlo—respondí mientras apagaba mi cigarrillo en el cenicero.

Nos encontrábamos a las afueras, donde los aviones estaban listos para despegar. Sin embargo, en este caso, los aviones con los cargamentos de drogas ya habían llegado a México; nosotros solo recibimos el dinero.

Observamos cómo los trabajadores descendían con los maletines que contenían miles de pesos mexicanos. Posteriormente, este dinero sería objeto de un proceso de lavado antes de ser convertido a dólares, para luego someterse a otra fase de lavado.

Trabajo facil

—Bien, vamos, en unas horas asistiremos a la ópera —me comentó Dareen.

—Sabes perfectamente que no me gustan las óperas.

—No es una ópera cualquiera, es una junta; se podría considerar un comienzo.

—¿Y quién llevó a cabo toda esa junta con una ópera como introducción? —respondí, visiblemente molesto, con una mano en la frente.

¿Quién se atrevería a iniciar una junta importante con miles de invitados de mundo con una ópera? Preferiría que se realizara un sacrificio al estilo de los mayas, que resultaba, al menos, más entretenido.

—¿Quién llevó a cabo la junta más importante de este año en una ópera?

—La esposa de Matheo Smith.

¿Y quién era ella?

—¿La señorita Parker? —pregunté con indiferencia.

—¿Se refiere a la señorita Lilith Parker? Sí.

Vaya, interesante...

—Es mejor que nos vayamos; detesto ser impuntual.

—Eso pensé. Por cierto, llevaré una acompañante, así que irás solo mientras voy por ella.

—¿Te refieres a tu futura esposa?

—Ni de coña invitaría a Marlen a esas fiestas o mejor dicho reunión, es una infantil.

—Bien, ya me diste una idea—rei bajo.

Estaba claro a quién se refería.

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Horas más tarde, nos encontrábamos en el interior de la afamada ópera, frente al teatro, donde todos ya se habían reunido o al menos la gran mayoria.

Las familias Carter, Martini, Good, entre otras, estaban presentes.

Pasé un buen tiempo conversando con diversas personas, y realmente sabían reconocer su lugar, ya que me mostraban un gran respeto.

El teatro destinado a la ópera era un espacio considerablemente amplio, con acabados de alta calidad y detalles arquitectónicos distintivos que lo hacían destacar. Su diseño contemplaba espacios diáfanos, creando un ambiente lujoso y sofisticado, acentuado por una decoración elegante en un clásico color café oscuro, complementado con sutiles toques más oscuros.

La iluminación, compuesta por luces amarillas y blancas, se combinaba de manera armoniosa en el entorno.

Los asientos eran muy cómodos y el personal de servicio se esforzó por atender a los asistentes de la mejor manera posible.

Las voces resonaban en todas partes; algunas las reconocía, la mayoría.

Prácticamente todos, al momento de mi entrada, se inclinaron en señal de saludo, lo cual agradecí, ya que les convenía dicha cortesía más que arriesgar la continuidad de sus empresas en un abrir y cerrar de ojos.

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