Adrián y Helena caminaban juntos bajo el cielo despejado de aquella tarde que lentamente comenzaba a teñirse de tonos dorados. Aún sentían el eco de aquel primer beso que había desatado una corriente de emociones que ninguno de los dos estaba dispuesto a detener. El parque, con su serenidad y sus caminos rodeados de árboles, parecía ser el escenario perfecto para continuar con esa nueva etapa que ambos estaban dispuestos a abrazar.
“Hoy, más que nunca, sé que no quiero estar en ningún otro lugar que no sea a tu lado,” susurró Adrián, sosteniéndole la mano, su mirada fijamente en la de Elena, como si estuviera viendo la respuesta a todas sus preguntas.
Helena sonrió con ternura, sintiendo cómo su corazón aceleraba con cada palabra. Se acercó un poco más, dejando que sus hombros rozaran mientras caminaban. Cada paso que daban juntos sentía como si el mundo se hiciera un poco más pequeño, como si todo lo que realmente importara estuviera en ese momento.
“Siempre quise que alguien me mirara como tú lo haces, Adrián. Y ahora que lo tengo, me siento afortunada de que seas tú,” confesó ella, deteniéndose frente a un roble que parecía observarlos con siglos de sabiduría a sus espaldas.
Ambos se sentaron al pie del árbol, disfrutando de la brisa suave que acariciaba sus rostros. En ese instante no necesitaban hablar demasiado. Había algo en el silencio compartido que hacía que todo cobrara sentido. Era como si las palabras no fueran suficientes para describir la conexión que había entre ellos, una conexión que iba más allá del simple hecho de haberse reencontrado.
“Eres mi hogar,” dijo Adrián después de unos segundos, rompiendo el silencio. “Nunca imaginé que encontraría en una persona todo lo que necesito para sentirme completo.”
Helena lo miró, sus ojos brillaban con una mezcla de emoción y sorpresa. Nunca nadie le había dicho algo tan profundo, tan real, que la hiciera sentir tan apreciada.
“Y tú eres mi refugio,” respondió ella, acercándose hasta que sus frentes se tocaron suavemente, “un refugio que me hace sentir segura, amada y protegida.”
El tiempo parecía detenerse mientras compartían ese instante. Sabían que lo que estaban construyendo no era solo una historia de amor pasajera; era algo destinado a perdurar, a ser recordado.
Con el sol comenzando a ocultarse en el horizonte, Adrián se inclinó hacia ella nuevamente, pero esta vez, no había duda, no había interrupciones. Era un beso lento, dulce, lleno de promesas que ninguno de los dos necesitaba decir en voz alta. Ambos sabían que estaban en el comienzo de algo hermoso, de una historia que escribirían juntos, capítulo tras capítulo.
Y así, bajo el cielo estrellado que ahora los cubría, Helena apoyó su cabeza en el hombro de Adrián, sintiendo que finalmente había encontrado su lugar en el mundo: junto a él.
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Destinos entretejidos.
RomanceA lo largo de diferentes épocas y encarnaciones, dos almas se han buscado una y otra vez, sin saberlo del todo, pero con la sensación constante de que algo les falta. Cada vez que se encuentran, sus corazones laten al unísono, y aunque no siempre pu...