El beso que lo cambió todo.

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Después de ese incómodo momento en el que la llamada interrumpió el beso que tanto tiempo se había estado anticipando, Adrián y Helena se encontraron en un breve silencio, entrelazando miradas que lo decían todo. La conversación por teléfono fue breve, irrelevante, algo que ninguno de los dos recordaría después de lo que estaba por ocurrir. Ambos sabían que este instante no podía esperar más.

Adrián la miró fijamente, con una mezcla de ternura y deseo. Los latidos de su corazón resonaban tan fuerte que, si el mundo estuviera en completo silencio, Helena lo habría escuchado claramente. Ella, por su parte, sentía cómo cada fibra de su ser se aceleraba con la anticipación de lo que estaba por venir. No había más barreras, ni dudas, ni promesas pendientes. Sólo estaban ellos dos, en ese instante perfecto que parecía detener el tiempo.

—Helena, —susurró Adrián, mientras se acercaba lentamente, —llevo tanto tiempo esperando este momento.

Helena sintió su piel estremecerse con aquellas palabras. No hacía falta que respondiera con palabras, su mirada lo decía todo. Había ansiado ese beso desde que se reencontraron, y ahora nada lo impediría. El aire entre ellos parecía volverse más denso, cargado de una energía magnética que los atraía irremediablemente.

Sus rostros se fueron acercando, milímetro a milímetro, mientras el mundo alrededor de ellos desaparecía. El bullicio de la ciudad, el parque en el que se encontraban, todo quedaba en segundo plano. Sólo existían ellos dos y esa conexión tan profunda que parecía superar todo lo que habían conocido.

Y entonces, finalmente, sus labios se encontraron.

El primer roce fue suave, casi tímido, como si ambos quisieran saborear cada segundo, cada emoción. Pero en ese breve instante, una explosión de sensaciones recorrió sus cuerpos. El beso se hizo más profundo, cargado de una pasión contenida durante tanto tiempo. Sus corazones parecían latir al mismo ritmo, sincronizados en ese acto de amor que lo decía todo sin necesidad de palabras.

Helena sintió cómo todo a su alrededor se desvanecía. Sólo existía Adrián y ese beso, que la hacía sentir viva de una manera que nunca había experimentado. Cada caricia de sus labios le transmitía una emoción distinta: ternura, deseo, entrega. Había algo inexplicable en cómo ese beso parecía unir sus almas, como si hubieran nacido para ese preciso momento.

Adrián la abrazó con delicadeza, temiendo romper la magia de aquel instante, pero a la vez deseando que nunca terminara. Cada vez que sus labios se separaban, sólo era para volver a encontrarse con más intensidad, como si ambos quisieran grabar ese momento en su memoria para siempre.

Cuando finalmente se apartaron, lo hicieron despacio, con la respiración entrecortada y las sonrisas más genuinas que cualquiera de ellos hubiera mostrado jamás. Se quedaron mirándose, como si aún no pudieran creer lo que acababa de pasar.

—Esto… —comenzó a decir Helena, con una sonrisa tímida, —esto es lo más hermoso que he sentido en mi vida.

Adrián no pudo evitar sonreír también. Sentía lo mismo, pero aún más. Ese beso había sido la confirmación de todo lo que había imaginado, soñado, durante tanto tiempo. Ahora lo sabía con certeza: Helena era la mujer que había estado esperando toda su vida.

—Y apenas es el comienzo —susurró Adrián, mientras acariciaba suavemente su mejilla.

Se quedaron así, disfrutando de la cercanía, de ese nuevo comienzo que los envolvía en una nube de felicidad pura. No había necesidad de palabras complicadas, porque todo estaba claro. Habían cruzado una barrera que nunca antes habían imaginado, y ahora no había vuelta atrás.

Helena se acomodó en el hombro de Adrián, mientras ambos caminaban lentamente por el parque, bajo el suave resplandor de las estrellas que empezaban a brillar en el cielo. No hablaban mucho, pero cada gesto, cada mirada, lo decía todo. El amor que había comenzado a florecer entre ellos estaba allí, tangible, real.

Helena cerró los ojos un instante, disfrutando de la calidez del momento. Finalmente, todo parecía tener sentido. El miedo y las dudas de los primeros encuentros se habían desvanecido, dejando sólo un futuro brillante por delante. Ahora, ya no importaba lo que el destino les tuviera preparado, porque lo enfrentarían juntos.

Mientras caminaban de regreso a casa, sonriendo como dos adolescentes enamorados, ambos supieron que aquello no era solo un beso. Era el inicio de algo mucho más grande, algo que los uniría para siempre.

Adrián y Helena supieron que el amor, cuando es real, no necesita más que un momento perfecto para cambiarlo todo...

Destinos entretejidos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora