El latido del amor revelado.

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La noche seguía su curso, el parque parecía desierto, como si el universo mismo hubiera conspirado para que Adrián y Helena tuvieran ese momento solo para ellos. Después de aquel momento de casi beso en el capítulo anterior, la tensión entre ellos no había desaparecido; de hecho, parecía haberse intensificado. Sus miradas se habían cruzado más de una vez desde entonces, como si intentaran decirse todo lo que las palabras no alcanzaban a expresar.

Mientras caminaban de regreso al auto de Adrián, el silencio se hizo denso, pero no incómodo. Helena, con la carta aún en su bolso, sintió el peso de las emociones que contenía. Finalmente, antes de subirse al auto, se detuvo.

—Quiero leerla —dijo ella, su voz apenas un susurro que el viento se llevó.

Adrián asintió con una mezcla de serenidad y nerviosismo en los ojos. Sabía que ese momento definiría lo que vendría después, y aunque había escrito esa carta con el corazón en la mano, la incertidumbre de su reacción lo hacía temblar por dentro.

Se sentaron en un banco bajo la luz tenue de una farola. Helena sacó la carta, el papel algo arrugado por el tiempo que había estado guardada, pero intacto en su esencia. Sus manos temblaban ligeramente al desdoblarla, y en el interior se revelaron las palabras que Adrián había escrito con una sinceridad desgarradora:


Mi Querida Helena,

Si estás leyendo esto, entonces has decidido darme la oportunidad de explicarte todo lo que guardo en mi alma, y por eso, gracias. Es difícil para mí expresarlo en voz alta, por eso opté por escribirlo. Tal vez porque, de alguna forma, quiero que entiendas el dolor que ha quedado grabado en mi corazón, y cómo, a pesar de todo, tú siempre has sido esa luz que me ha mantenido a flote.

Desde el día que te vi por primera vez, supe que algo en mí había cambiado para siempre. Tus ojos, tu risa, esa energía que desprendías... todo de ti me hizo sentir que había encontrado algo que nunca quise perder. Pero la vida, como suele hacerlo, nos puso a prueba, y me encontré en un mar de confusión, de miedo. Me alejé. Me dejé arrastrar por miedos que ni siquiera comprendía del todo.

He cometido errores, lo sé. Y cada uno de ellos me pesa. Me pesa no haberte dicho cuánto te amaba cuando debía, me pesa no haber luchado por ti cuando te perdí. Pero lo que más me duele es el tiempo que dejamos escapar, como arena entre los dedos.

Pero si algo he aprendido en este tiempo, es que el amor verdadero no se desvanece. Permanece, late en silencio, esperando un momento para renacer. Y eso es lo que siento por ti, Helena. Un amor que, aunque herido, aún sigue vivo.

Hoy, lo único que quiero es hacerte saber que no pienso volver a perderte. No puedo prometerte que no cometeré más errores, pero lo que sí puedo prometerte es que lucharé cada día por merecerte, por ser el hombre que siempre debí ser para ti.

Tú eres mi hogar, Helena. Y no importa cuánto tiempo haya pasado, siempre lo serás.

Con todo mi amor y arrepentimiento,

Adrián.


Helena apenas pudo sostener la carta cuando terminó de leerla. Las lágrimas caían silenciosas, pero con la fuerza de todas las emociones contenidas en esos párrafos. Adrián la observaba con el corazón en un puño, sabiendo que esas palabras podrían significar el inicio de una nueva vida juntos o el final definitivo.

Sin decir una palabra, Helena se acercó lentamente a él. Lo miró con los ojos aún llenos de lágrimas, pero había algo más ahí, algo que Adrián no esperaba ver: una convicción. Y con una voz entrecortada pero firme, ella le susurró:

—Te perdono.

Esas palabras hicieron que el mundo de Adrián se detuviera. Todo el peso que había cargado durante tanto tiempo se desvaneció en ese instante. Pero antes de que pudiera responder, Helena, con una sonrisa tímida, añadió:

—Pero ahora me toca a mí decirte lo que siento.

Se levantó del banco y, con el corazón acelerado, tomó a Adrián de la mano. Caminando juntos bajo las luces del parque, se dirigieron hacia un pequeño restaurante cercano, el mismo lugar donde se habían reencontrado. Sentados uno frente al otro, las sonrisas comenzaban a sustituir las lágrimas. El aire se llenaba de algo diferente, una electricidad nueva entre ellos. Se sentían más cerca que nunca.

Cuando salieron, el viento fresco de la noche acarició sus rostros, pero nada podía apagar el calor que irradiaban el uno por el otro. En silencio, caminaron hacia el parque donde todo había comenzado. Los recuerdos de su reencuentro resonaban en el aire, pero ahora estaban a punto de crear uno nuevo, más fuerte, más real.

Se detuvieron bajo el mismo árbol donde habían intercambiado esas primeras miradas tras años de distancia. Los corazones de ambos latían con fuerza, y Adrián tomó a Helena por la cintura, acercándola suavemente. No había necesidad de palabras, lo que sentían era demasiado grande para ser expresado de otra manera que no fuera a través de sus miradas.

Sus rostros se acercaron lentamente, sus respiraciones se entrelazaban. Todo el mundo desapareció a su alrededor. Estaban tan cerca, sus labios a milímetros de tocarse...

Y entonces, justo antes de que sus labios se unieran en ese ansiado beso, un sonido interrumpió la magia del momento. El teléfono de Helena sonó, haciendo que ambos se detuvieran de golpe.

Ella lo miró sorprendida, y aunque la chispa seguía ahí, el suspenso de lo que podría haber sido quedó suspendido en el aire. Sin embargo, lo que ese teléfono traía consigo cambiaría todo.

Destinos entretejidos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora