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La noche avanzaba y ya solo quedaba la tarea final: despedir a los invitados uno por uno. Charles y yo estábamos parados en la entrada del gran salón, lado a lado pero a mundos de distancia. Las sonrisas fingidas y los agradecimientos vacíos eran casi insoportables, pero me mantuve en pie, como me habían enseñado. Siempre educada, siempre perfecta.

"Gracias por venir", decía Charles mecánicamente, extendiendo la mano a cada persona que se acercaba. Yo repetía lo mismo, sonriendo sin ganas. Mis pies dolían, no solo por los tacones que me había vuelto a poner para las fotos, sino por el peso de la situación. Cada segundo parecía alargarse, haciéndose insoportable.

Una pareja de ancianos se acercó, con sonrisas amables y un aire de familiaridad. Quizá eran amigos de nuestros padres; ni siquiera los reconocía, pero no importaba. La mujer, con un vestido de seda azul y perlas alrededor del cuello, nos tomó las manos a ambos.

—Les deseamos toda la felicidad del mundo, queridos —dijo con una voz suave pero firme—. Y mucha suerte para que pronto lleguen los hijos. Son tan importantes para consolidar un matrimonio.

Sentí cómo mi cuerpo se tensaba. La palabra "hijos" se sentía como una bofetada. Como si de verdad este matrimonio fuera algo más que una simple transacción. Como si la idea de tener hijos con Charles no fuera lo más lejano de mi mente en ese momento. Me esforcé por mantener la sonrisa.

—Gracias —respondimos ambos al unísono, como autómatas, sin mirarnos.

La pareja siguió su camino, y me quedé mirando a la nada por un momento, tratando de evitar que mi mente se hundiera más en la tristeza. ¿Cómo podría traer hijos a un mundo donde no había amor, solo control y resentimiento?

Entonces, lo vi. Lance se acercaba con una expresión mucho más seria que la que había tenido durante la fiesta. Sabía que su presencia no sería bien recibida por Charles, pero eso no parecía detenerlo. Sentí un pequeño alivio al verlo, sabiendo que, al menos por un instante, podía escapar de esta jaula en la que me encontraba.

Lance se detuvo frente a nosotros y extendió la mano hacia Charles. El saludo fue breve, tenso, sin sonrisas.

—Felicidades, Charles —dijo Lance con una voz que apenas ocultaba el desdén.

—Gracias, Lance —respondió Charles, devolviéndole el apretón de manos con la misma frialdad.

Pero fue entonces cuando Lance se giró hacia mí. Se inclinó un poco, como para darme un beso en la mejilla, un gesto casual, pero al hacerlo, sus labios se acercaron a mi oído. Su susurro fue apenas un murmullo, pero lo escuché claro como el agua.

—Mañana te veo.

El escalofrío que recorrió mi espalda fue instantáneo. No fue por miedo, sino por la sorpresa. ¿Mañana? ¿Qué significaba eso? Mis ojos se encontraron con los suyos por un breve segundo antes de que él se apartara, como si nada hubiera pasado. Su expresión no cambió, pero yo sentí que había algo más en sus palabras, una promesa de alguna clase, aunque no entendía del todo qué.

—Ana, cuídate —dijo finalmente en voz alta, con una suavidad que parecía fuera de lugar en este contexto.

—Gracias, Lance —murmuré, sintiendo el calor subir a mis mejillas.

Charles observaba todo con la mandíbula apretada, sus ojos oscuros fijos en Lance. El aire entre ellos se tensó al límite, como si cualquier palabra adicional pudiera desatar una pelea. Pero no pasó nada. Lance se dio la vuelta, su despedida tan fría como su saludo.

Una vez que Lance se alejó, sentí la mirada de Charles clavada en mí. Sabía que estaba enfurecido, pero no dije nada. No había nada que decir. Lo que acababa de suceder entre Lance y yo, aunque breve, se sentía como un pequeño acto de rebelión. Algo mío. Algo que no pertenecía a Charles.

Mine -Charles Leclerc-+18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora