—Tic, tac, tic, tac. —El mínimo sonido del reloj resonaba en mi mente, era tan bajo, pero para mí sonaba cada vez más fuerte. Daba vueltas en mi cama, intentando encontrar una posición cómoda, pero la frustración me mantenía despierta. Miré hacia el techo, como si la pintura de esta pudiera darme alguna que otra respuesta.
Decidí salir a la terraza en busca de un poco de aire fresco, me sentía ahogada, al salir me atacó una ráfaga de viento fresco y la noche bien oscura, lo único que la acompañaba era un cielo nublado y por alguna extraña razón las luces de la habitación de Lucas brillaban con fuerza, recordándome que él estaba ahí, ajeno a mi desánimo. Respiré profundo intentando despejar mi mente, pero por alguna extraña razón el nudo en mi garganta cada vez era más fuerte y difícil de tragar, no pude evitar derrumbarme cuando las primeras lágrimas empezaron a caer.
Había puesto mucho esfuerzo en ese trabajo y todo había sido en vano, la directora nos había creado expectativas y yo junto con ella, le había hecho la cabeza a todos y cada uno de los chicos del centro de estudiantes, y sabiendo lo chismosos que eran no me hubiese sorprendido que hayan corrido la voz de que nos íbamos de campamento, creando más expectativas en ahora gente que ni conocía. Pero todo eso ya no importaba, dentro mío había un remolino de emociones, la rabia y la tristeza protagonistas de ello, mezclándose en una tormenta dentro mío.
Me apoyé en el frío adoquín, dándome un escalofrío por todo el cuerpo. Recordé las expectativas que creé en mi cabeza y como ilusioné a todo mi grupo de amigas, las jodas que íbamos a tener en el campamento, el fogón de bienvenida y despedida, las bromas, las excursiones. Todo eso ahora era solo eso, un recuerdo, uno muy lejano, un eco constante resonando en mi mente.
Quería desahogarme, todos mis problemas parecían más pesados que nunca, lo que tenía respuesta ahora ya todo era una bruma de imágenes distorsionadas, quería gritar, contarles a todos que no soy perfecta, que tengo problemas y varios de ellos, pero en lugar de eso me quedé ahí, llorando en silencio, sintiendo el peso de todo el mundo sobre mis hombros.
(...)
Después de un rato de sobre pensar, decidí que era hora de intentar descansar. Volví a mi pieza con ojos hinchados y lágrimas secas, me saqué el buzo y pantalón que me había puesto para salir a la terraza, quedando así en pijama. A pesar de mis esfuerzos no conseguí pegar un ojo en un buen lapso de tiempo.
Finalmente el cansancio me atrapó, y caí en un sueño agitado. Cuando me desperté por mi alarma afuera seguía oscuro, pero las "6:45" marcaba en la pantalla de mi celular, apagué el celular apoyándolo con fuerza contra el colchón y me pasé las dos manos por la cara, tratando de espabilar, me sentía como si me hubiese golpeado un tren
Me levanté con una paja increíble, yendo hacia el baño, para lavarme los dientes y la cara con agua fría. Bajé las escaleras, encontrando en la cocina a mis primos luchando por mantenerse despiertos, al igual que yo.
—¡Oli!, que raro que te hayas levantado tan rápido, siempre te cuesta está hora de la mañana. —saludó mi abuela con un beso en mi frente.
—Sí, pero no sé, hoy es diferente.— dirigí mi mirada hacia los dos más chiquitos para darles un beso en el cachete, como un buen día.
—¡Que rico! la abuela está haciendo tostadas, ¿con qué quieren acompañar sus tostadas?
—Yo quiero con manteca y mermelada de manzana— respondió la mayor.
—Y yo con manteca, solo manteca, por favor.
Saqué la mermelada de manzana y la de frutilla, ya que esa era con la que íbamos a acompañar nuestras tostadas la abuela y yo, dejando la manteca para lo último.