SEIS

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     —Oli, Oli, Oli, ¡Oli!, eu, ¿estás con nosotras? —las palabras de Lola llegaron a mis oidos pero por alguna extraña razón no a mí cerebro.

—¿Eh?

—Uy amiga estás re mal. —se rió Sol.

—Que, ¿qué te pasa?

—Si boluda, estás re perdida, ¿estás bien? —Isa se acercó a mí queriendo agarrar mi mano.

—Es que, lo que pasa es que, me duele la cabeza, es eso. —mi mirada fue directamente hacia Sabrina. Tecleaba su celular con rapidez, con una sonrisa de oreja a oreja, muy ajena a lo que estaba pasando, ni siquiera se esmeraba por demostrar que estaba prestando al menos un poquito de atención, estaba sumamente sumida en lo que sea que estaba pasando en su celular.

—Ajá, eso. —dijo, sin despegar su mirada del aparato.

Entre las chicas nos miramos raro, Sabrina no era de esas que no prestaba atención, es más era la primera en notar si alguien no estaba en sintonía con las demás.

—Mejor me voy a mi casa chicas, no quiero arruinar el mood de la tarde. —me levanté de mi asiento y les dí un beso en el cachete a cada una, agarré mi plato y lo llevé a la cocina, con Lola pisando mis talones.

—¿Estás segura que solo es un dolor de cabeza?

—Si amiga, ¿por qué mentiría?

—No sé, hoy estabas re bien y cuando volvés a la pieza te empezas a comportar raro, me atrevería a decir que te raptaron y sos un clon.

—Ja, ja, que tarada, soy yo, tu mejor amiga desde quinto grado, nadie más que yo sabe que te hiciste un tatuaje. —una sonrisa a boca abierta fue lo que salió de Lola, seguido de una palmada a mi hombro derecho.

—Cerrá el orto tarada, que mi mamá te va a escuchar.

—Disculpa, quería que te des cuenta que soy yo, no soy ningún clon, ni me tienen raptada. Bueno ya me voy, mándale un beso a tu mamá.

Me agarró de la muñeca, acercándome para un abrazo.

—Te amo, y por lo que sea que esté pasando por esa cabecita, sabés que me podés contar, nunca te voy a juzgar.

—Obvio que lo sé, y las cosas que me pasan ya las sabés, no hay nada que contarte, chau amore, nos vemos en el colegio mañana.

Agarré mis cosas y me fuí directo a la parada, me tuve que aguantar todo el almuerzo teniendo a Sabrina riendo al celular, y la película de re mierda que eligieron Isabella y Sol.

Me puse los auriculares y esperé el colectivo, quería llegar lo más antes posible a casa, el desastre que tengo en la cabeza solo se puede ir con una siesta.

(...)

Isabella

Silencio, absoluto silencio. Así era la regla en casa. Mi papá siempre decía que una casa ruidosa era una casa desordenada, y a él lo que menos le gusta es el desorden.

Lo único que rompía ese silencio tan fuerte era el sonido del reloj, marcando los segundos, esos que parecían que estaban un segundo más adelantados que mis pensamientos.

Estaba sentada en el escritorio de mi pieza, intentaba hacer la tarea de matemáticas, pero los números y las fórmulas cada vez eran más confusas y mi cerebro empezaba a confundir los problemas matemáticos con problemas personales. Un suspiro escapó mis labios y cerré con fuerza el cuaderno, miré rápido para mí puerta, no quería que mi papá se enoje por tremendo escándalo que había armado.

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tierra, cementoWhere stories live. Discover now