Calma antes del caos

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Una semana había pasado desde la caótica fiesta que había desatado el caos en sus vidas. La sombra de la experiencia aún se cernía sobre Lincoln y Lynn, un recordatorio constante de lo frágil que era su situación. Después de ser liberado de la jefatura de policía, donde había confesado que sus acciones habían sido en defensa propia, Lincoln se había enfrentado a una montaña de emociones. La presión de sus padres, el temor de que lo que había sucedido pudiera repercutir en su futuro, y la lucha interna con Linkpy lo mantenían en un estado de ansiedad.

Lynn, decidida a estar a su lado, no le había quitado el ojo de encima. Desde que había pasado aquella noche tumultuosa, se había convertido en su sombra, siguiéndolo a todas partes, preocupada por su bienestar. Cada vez que Lincoln parecía perderse en sus pensamientos, ella lo miraba con atención, dispuesta a intervenir si era necesario. Era como si un vínculo aún más fuerte se hubiera forjado entre ellos, uno que iba más allá de la relación fraternal; había una necesidad palpable de cuidarse mutuamente.

Esa mañana, mientras el sol brillaba a través de la ventana de la habitación de Lincoln, él se sentó en su cama, absorto en sus pensamientos. Recordaba los rostros de la policía, la tensión en la sala de interrogatorios y, sobre todo, la preocupación en los ojos de Lynn cuando él había sido llevado ante las autoridades. Justo cuando estaba a punto de perderse en ese mar de recuerdos, un suave golpe en la puerta lo sacó de su trance.

—¿Lincoln? —llamó Lynn desde el otro lado, su voz suave pero firme. —¿Puedo entrar?

—Sí, claro —respondió Lincoln, tratando de sonar más animado de lo que realmente se sentía.

Lynn entró, su expresión mostrando una mezcla de preocupación y determinación. Se sentó en la esquina de la cama, observándolo con una mirada intensa.

—¿Cómo te sientes hoy? —preguntó, cruzando las manos sobre sus rodillas, como si necesitara mantener el control de sí misma.

—Un poco mejor, supongo —respondió Lincoln, encogiéndose de hombros. —Solo... tratando de lidiar con todo lo que pasó.

—No es fácil —dijo Lynn, asintiendo con empatía. —Lo sé. Pero quiero que sepas que estoy aquí para ti. No tienes que enfrentarlo solo.

Lincoln la miró, sintiendo una calidez en su pecho por su apoyo incondicional. —Lo sé, y te lo agradezco. Pero a veces siento que estoy atrapado en mi propia cabeza... como si Linkpy estuviera esperando el momento adecuado para salir.

Lynn frunció el ceño, consciente de lo que eso significaba. —Solo tienes que recordar que tienes el control. No dejes que él te dicte cómo debes sentirte o actuar. Eres más fuerte de lo que piensas.

—Es difícil —admitió Lincoln, bajando la mirada. —A veces, es como si hubiera una lucha constante en mi interior, y no sé si alguna vez se detendrá.

—Lo hará —aseguró Lynn, inclinándose hacia adelante. —Tienes que creer en ti mismo. Y si alguna vez sientes que no puedes hacerlo, solo tienes que decírmelo. Estoy aquí, siempre.

En ese momento, Lincoln sintió que la presión en su pecho comenzaba a aliviarse un poco. La conexión que compartían, el entendimiento y el amor que se reflejaban en sus ojos, le daban fuerza.

—Gracias, Lynn. De verdad —dijo, sintiéndose un poco más ligero. —A veces solo necesito que alguien me recuerde que no estoy solo en esto.

Lynn sonrió, aliviada de que él estuviera abriéndose. —Nunca estarás solo. Siempre te voy a cuidar, incluso si eso significa estar un poco sobreprotectora.

—¿Sobreprotectora? —preguntó Lincoln con una sonrisa irónica. —¿Tú?

—Sí, ¡tú lo has dicho! —exclamó ella, haciéndose la ofendida. —No me importa. Eres mi hermano, y haré lo que sea necesario para mantenerte a salvo.

El Soldado LincolnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora