5. Dos Demonios

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El candado había perdido su característico brillo con los años. Ahora, sin circonitas y con la gran piedra central hecha pedazos, parecía sacado del vertedero.

Al llegar a la dirección indicada, Margo buscó su monedero para pagarle al taxista.

- No hace falta, señora, ha pagado con la aplicación. Ya no utilizamos dinero en metálico.

- Que sí, que no me quedo tranquila. Tome.

- De verdad, no hace falta...

- Quédate el cambio-dijo, tras apuñalarlo.

Se bajó del coche pensando que había ayudado al hombre-en su mente, le había dado un billete de cincuenta. Subió las escaleras apoyándose en su bastón. Aporreó la puerta hasta que Charlotte apareció.

- Tienes que ayudarme.

- ¿Margo? Llegas tarde.

- ¿Sabías que iba a venir?

- Vienes todos los años en tu cumpleaños.

- Es increíble. ¡Siempre acierta! –musitó, en su mundo.

La "sala futura" había cambiado una vez más. Lejos del toque futurista de los neones y el estilizado negro, este año dio lugar a lo opuesto, al menos en escala cromática. El mensaje era el mismo. Una habitación blanca, con los bordes resaltados, como si fuera un boceto de cómic. El sofá, las sillas, los cuadros... Todo con un grueso borde negro que te hacía sentir fuera de lugar en el momento en el que ponías un pie dentro. El futuro aún por escribir.

- Síentate-Charlotte cortó la baraja, a juego con la habitación, y sacó siete cartas.

- ¿No las lanzas?

- ¿Lanzarlas? Que locura es esa. A ver, tenemos El Ahorcado... La Torre. ¡Papeles! Dame un momento, ¿quieres?

- Papeles...

Charlotte regresó a los pocos minutos con una tetera y dos tazas, y un plato con bizcocho y su tenedor, todo en una bandeja plateada.

- Sí, sí, lo sé. No pude encontrar una bandeja del estilo. ¿Té? –le puso la taza y el bizcocho delante.

- ¡Claro!

- ¡Los enamorados!

- ¿Pero qué significa todo?

- Veo que hay una ladrona que quiere llevarte lejos.

- Robarme... ¿A mí? –Su rostro se enfureció.

- No. Ella roba, y aparte, a ti te va a quitar de en medio.

- Brielle. Ella ya no me quitará nada. Le estaba comiendo la cabeza a mi hijo, ¿sabes?

- No, no es Brielle. Que, por cierto, veo que Brielle debería ir al médico. Parece que le van a dar unas migrañas muy fuertes.

- Y que lo digas.

- ¿Le gusta pintar? Veo como cuadros.

- Puede ser... Oye, esa ladrona que viene a por mí... ¿No serás tú?

- ¡JÁ! Cariño, no tienes nada que me interese.

- Claro, claro. Excepto mi vitalidad, ¿no?

- ¿Margo?

- El colgante... Lo activaste tú con tus rituales y tus cartas.

- No hice ningún ritual. No sé de qué colgante estás hablando.

Raíces NegrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora