Prólogo

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Prólogo.

Los días se acumulaban en su calendario con el recuerdo innegable de que su futuro sería una mierda.

Odiaba con su alma ser el hermano mayor. Todos los días su madre se encargaba de decirle que como primer miembro en la familia en quien sabe cuantas generaciones que podía acceder a la educación universitaria porque no era un reverendo pendejo debía ser el ejemplo para sus hermanos.

Desde pequeño le habían dado ese discurso porque aunque su actitud era mala (agradecía que "conducta " no fuera tomada en cuenta para la evaluación) sus calificaciones siempre habían sido excelentes. Examen tras examen, nota tras nota, prueba tras prueba. Su desempeño académico era sorprendente.

Pero sin importar que tan bien fuera académicamente, sin importar cuántos premios, diplomas y trofeos por aprovechamiento obtuviera seguía sin ser suficiente. El sentimiento de vacío estaba ahí. Se sentía profundamente miserable. Muchas veces despertaba llorando, jadeando y con la sensación de haber hecho algo terriblemente mal, de haberle hecho muchísimo daño a alguien, de haber cometido el peor error de su vida. Un profundo arrepentimiento se cernía sobre él como una sombra oscura que no lo dejaba en paz día y noche.

Y eso, sumado a la presión de sus padres por mantener un nivel académico excepcional había llevado a su mente a lugares muy oscuros, llenos de autodesprecio e impulsividad.

Sus boletas siempre contrastaban con las múltiples cicatrices que adornaban su cuerpo producto de cientos de peleas clandestinas y peleas de bandas, pues en su juventud temprana había tenido malas amistades que lo hicieron involucrarse en territorios legalmente ambiguos.

Era como si su cuerpo le pidiera cierto grado de adrenalina al que parecía estar acostumbrado muy a pesar de haber nacido en una familia tranquila, clase media baja. Pero no podía culparse; esa adrenalina hacía que el vacío y el arrepentimiento que sentía en su corazón se aplacara. Mientras peleaba, mientras sus puños molían a golpes a un contrincante cuyo único pecado era pertenecer a una banda contraria y necesitar unos cuantos billetes para llevarse comida a la boca esa noche; su corazón se concentraba más en no morir que en la ferviente sensación de arrepentimiento, ira y dolor.

Conforme la madurez de sus hermanos iba incrementando el tener ese tipo de malas amistades dejó de ser una opción para él. Comprendió a lo que se referían sus padres cuando le decían que debía ser un ejemplo para sus hermanos. Sobre todo cuando Genya comenzó a querer seguir los mismos pasos que él y, en un arranque de la estupidez más profunda, lo llevó a una pelea clandestina. Un solo golpe en la cara de su hermanito bastó para que enloqueciera y casi matara a golpes al maldito que se había atrevido a tocar a su hermano. Esa noche, curando la herida de su hermano que apenas era un moretón lloró como un niño y le pidió perdón de rodillas.

-No es tan malo hermano - Decía Genya, a sabiendas que su reacción estaba siendo desproporcionada. Pero Sanemi no podía detener sus lágrimas, sentía como si hubiera visto a su hermano morir delante de él y la sensación lo estaba matando por dentro. - So-Solo es un moretón, no pasa nada.

Y eso fue todo para él. Se dio cuenta de que sus hermanos lo seguirían hasta el infierno si era necesario y decidió que las palabras de sus padres tenían razón, debía ser un buen ejemplo para sus hermanos. Así que dejó de lado esa vida (agradeciendo jamás meterse con sustancias en todo ese tiempo, pues si no hubiera sido imposible dejarlo de la forma tan pacífica en que la dejó, recibiendo sólo una cicatriz horrible en la cara) y se dedicó 100% a sus estudios.

Realmente no se había esforzado. Jamás se había esforzado para nada en estudiar, o hacer las tareas o siquiera en llevar el material completo de las clases. Era como si el conocimiento se impregnara en su cabeza cual ventosa húmeda y se negara a salir de su mente.

Domo de lava (HimeSane) (Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora