Capítulo VI

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La comisaria

Te dije que ya habíamos valido verga.

Sony

Puede que la suerte esta noche no estuviera de nuestra parte, puede que hayamos invadido archivos personales, puede que ahora mismo nuestros planetas no se encuentren en completa orbita o que solo tengamos al diablo, en vez de Dios, de nuestra parte. Pero juro por mi vida que dormir en una celda no es nada bonito.

La cama es dura y ahora me muero de hambre.

Los polis que resguardan las verjas no nos dirigen la mirada, parecen hechos de piedra, de seguro de la misma en que han sacado para armar estas perras camas de Satanás.

Me acerco con cautela a los barrotes y me pego a ellos, incluso me dan ganas de gritar que me saquen, que soy inocente, pero las pruebas me delatan.

Tengo miedo, frio, sueño, hambre, ganas de llorar y también ganas de cagar. Lo juro, necesito ir a un baño.

—Chicas, me estoy cagando y no del miedo—les digo retorciéndome en mi propio lugar. Ellas apenas y me prestan atención, están muy concentradas en su propio lamento que ni me ven. Asomo mi cabeza por la celda y desde aquí puedo ver a Mark sentado tras su escritorio leyendo unos papeles. Vale, ahora mismo iba a tener que perder mi dignidad, pero que mas me da, ya no me aguanto—¡Mark! Déjame salir, lo digo muy enserio.

Este eleva un poco su mirada, me mira sin mucha importancia y vuelve a enfocarse en lo que estaba.

AAAAH!! Maldito rubio baboso.

—¡Ya no aguanto la presión!—le grito con desespero, casi sacando un par de lagrimas.

Los guardias golpean las rejas con sus palos para que haga silencio y eso me asusta, pero más no me calla.

—¡Joder, quiero salir y desahogarme!—le sigo gritando y hace como el que no me escucha—¡Siento como todo dentro de mi empieza a doler!—y lo decía de verdad, mi estomago ya estaba haciendo ruidos raros y dolía bien feo.

Quizás harto o que se yo, este se levanta, espanta a los guardias y me ve fijamente. Sus ojos cafés me seguían pareciendo muy lindos.

—Sony, debiste pensar en esto antes de ir a robar dentro de la alcaldía—me recrimina con fastidio.

—Pero es que enserio, si sigo dentro de aquí otro minuto me voy a morir—y ahí estaba yo en una celda llorando porque me estaba cagando y simplemente no me dejaban ir a ser uso de un inodoro—Por favor.

—Y no llores, ahora te aguantas.

—Es que no me aguanto.

—Pues lo haces, no te voy a sacar de aquí—dictamina firme, como el puto jefe que es. Cuando se da vuelta, aprovecho en estirar mi mano y tomarlo del brazo para que no se vaya. Puedo sentir incluso como lo domina un breve temblor al sentir mi tacto.

—Estoy desesperado—le digo con suplica—También eres humano y no aguantarías esta presión que siento yo ahora.

Lo escucho suspirar, se devuelve y vuelve a lanzarme su miradita letal, que en otro momento me gustaría serle indiferente.

—Sony, por favor, deja el drama.

—¡Que no es drama, de verdad no aguanto otro segundo!

—Pero no voy a dejarte salir, así de simple.

—¡Es que no me importa si eres la maldita reina de Inglaterra! ¡Cuando logre liberarme de esta mierda que traigo atorada te voy meter un puñetazo en la jeta y ahí me va a valer si me dejas otros días más en prisión!

DesaparecidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora