Capítulo I

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Dulces pesadillas

Maldito monstruo con la lengua más larga que la de mi tía.

Harper.

Pesadillas.

Mis noches estaban rodeadas de ellas. A veces incluían parálisis del sueño. Algo que meramente me generaba pánico. Pero que poco a poco empezaban a ser parte de mi rutina, sentía que era el único momento en donde salía al mundo real.

Mi madre suele decirme que es porque vivo estresada todo el tiempo y eso genera un desorden en nuestro sistema nervioso. ¿Debería dejar de estresarme por todo? No, eso es imposible. A mi todo me estresa. Pero quizás si tenga una explicación científica todo ese rollo de las parálisis del sueño, ¿pero alguien me puede explicar porque en mis pesadillas siempre tengo que ver un ser extraño persiguiéndome en un lugar desconocido hablándome en un idioma que sepa la bola de donde será? o tal vez sea solo un invento de mi cabeza infectada de locura.

¿Mi solución a ese problema? Fácil, he optado por no dormir.

Se me estaba dando a la perfección eso de pasarme de vigilante por las noches, expectante a los ronquidos de mi padrastro que se colaban por las paredes de mi habitación. Joder, como odiaba que se quedara a dormir. ¿Acaso no tenia casa propia?. No es que la nueva pareja de mi madre no me agradara, es que simplemente no terminaba por encontrarle confianza. Ese tipo me generaba algo extraño y un poco tétrico cuando me hablaba, era como si tuviera una máscara de falsedad adherida al rostro.

Seguro que mi madre me hubiera dicho de saber esto: Harper, no es nada extraño que a ti la gente te genere desconfianza. Estas medio "loquita". Si, estaba loca de remate, ¡PERO COMO LE DIGO QUE NO HAY QUE CONFIAR NI EN NUESTRAS SOMBRAS!

Vale, suelo ser paranoica. Pero eso es a causa de mi falta de dormir y la inmensa cantidad de cafeína que domina mi cerebro. ¿Pero por que solo yo puedo ver lo extraño que es ese hombre y lo locos que son las demás personas? La gente, no me gustaba estar cerca de la gente. Me llenaban de ansiedad.

Es que si no termino en el manicomio voy a terminar en una tumba. Necesito dormir. Necesito cerrar los ojos al menos un minuto. Quiero soñar cosas bonitas.

Mis parpados se van cerrando lentamente. Ladeo la cabeza y me obligo a despertar, pero es en vano, mi sueño en mas grande que otra cosa.

Y ahí estaba yo corriendo dentro del mismo lugar extraño. Hay muchas ventanas. Hay pinturas de gente descuartizada. Hay silencio y oscuridad... Y luego, luego el mismo ser detrás de mí gritándome cosas en su idioma original sacado del área 51.

No puedo dejar de correr, si lo hago me va a matar y no quiero morir. El corazón se me acelera y las piernas se me vuelven lentas. ¡Ay no!, va a pasar de nuevo. No otra parálisis, no quiero.

Mi cuerpo entero cae en una profunda parálisis, mi mente despierta del sueño, pero mi cuerpo sigue dormido. Ya es de día y escucho como mi madre se pasea por el pasillo con la aspiradora. Mierda. La aspiradora. Odio ese maldito ruido que provoca, me hace entrar en ansiedad.

Quiero gritar, pero mi boca se encuentra entumecida, por igual, me trato de mover y todo es en vano. Del espejo de mi armario veo que a mi costado se encuentra un monstruo de rojo al que le cae la lengua al suelo.

Este me ve como si yo fuera el postre más rico que ha visto en su maldita vida. Siento como con vehemencia pasa su asquerosa lengua con baba sobre mi brazo y eso solo me hace querer llorar.

Ahora sí, me voy a la miércoles. Este hijo de su puta madre me va a comer.

Trato de retorcerme, pero no puedo. ¡ES QUE NO PUEDO!

DesaparecidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora