Uno

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Jungkook, un exsargento del ejército con una reputación de ser duro y rabioso, no era el tipo de hombre que se detenía a mirar los problemas con paciencia. En su vida militar, la disciplina y el control eran la única forma de sobrevivir, y ahora, en ese centro para jóvenes problemáticos, mantenía la misma mentalidad.

Era frío, impaciente, y no toleraba tonterías de nadie. Así que cuando Jimin fue enviado al centro, pintando su rebeldía en sus ojos marrones y su cabello rojo vibrante como una bandera de desafío, Jungkook supo que tenía entre manos un verdadero reto.

Jimin, a sus diecisiete años, ya era un desastre caminante. "Pequeño" en estatura pero grande en actitud, había pasado los últimos años desafiando la autoridad a cada paso. Se metía en peleas, rompía reglas y desafiaba a cualquiera que intentara decirle qué hacer.

Sus padres, desesperados y temerosos de lo que sería de su hijo cuando cumpliera dieciocho, lo habían internado en el centro tres meses antes de su cumpleaños. Sabían que el tiempo se agotaba y que, si Jimin seguía por el mismo camino, terminaría en la cárcel o algo peor.

-No me importa lo que tengas que hacer -le dijeron a Jungkook cuando dejaron a Jimin en el centro-Pero corrígelo. Haz lo que nosotros no pudimos hacer.

Jungkook no respondió, solo asintió con la mandíbula apretada, observando cómo Jimin los miraba con una mezcla de odio y desprecio mientras se alejaban. El sargento vio en ese chico a alguien que no estaba acostumbrado a recibir órdenes, alguien que se había convencido de que nadie podía controlarlo.

-No te va a gustar estar aquí, chico -dijo Jungkook en voz baja, lo suficiente para que Jimin lo escuchara cuando se acercó por primera vez.

-Pues no vengo de vacaciones. -respondió Jimin con un tono sarcástico, cruzando los brazos frente a su pecho, desafiando con la mirada.

Jungkook lo miró durante un largo momento, midiendo cada centímetro de esa pequeña figura que irradiaba una peligrosa mezcla de rabia y arrogancia. Sabía que chicos como Jimin no se rompían con facilidad, pero también sabía que, si alguien podía ponerlo en su lugar, ese era él.

Los primeros días fueron un campo de batalla. Jimin desafiaba cada orden que Jungkook le daba. Si le decían que limpiara, dejaba el trabajo a medias; si le pedían que corriera, lo hacía a su propio ritmo. Cada vez que Jungkook intentaba hablar con él, Jimin respondía con sarcasmo o simplemente lo ignoraba.

-¿De verdad crees que voy a escuchar a alguien como tú? -le dijo Jimin un día durante el entrenamiento, con una sonrisa insolente-Solo eres otro idiota con problemas de control.

Jungkook se acercó a él, imponente, su sombra cubriendo la pequeña figura de Jimin.

-No me importa lo que pienses de mí -respondió Jungkook, su voz baja pero cargada de una amenaza silenciosa-Pero mientras estés aquí, harás lo que te diga. Y si no, te aseguro que los próximos tres meses serán los peores de tu vida.

Jimin lo miró con desdén, pero por primera vez, algo en los ojos de Jungkook lo hizo callar. No era miedo exactamente, pero había algo en la mirada del exsargento que le hizo entender que este hombre no era como los otros. No podía ser manipulado, no podía ser desafiado tan fácilmente.

A pesar de su actitud desafiante, las semanas comenzaron a pasar, y Jimin, aunque de mala gana, comenzó a cumplir con las exigencias de Jungkook. Claro, se quejaba en voz alta, lanzaba miradas furiosas, pero siempre terminaba haciendo lo que se le pedía. Correr a las cuatro de la madrugada, ejercicios de resistencia, trabajo en equipo con otros chicos problemáticos... Jungkook no le daba tregua.

Pero lo que Jimin no sabía era que sus padres habían pedido a Jungkook que fuera aún más duro con él. Ellos querían que su hijo aprendiera por las malas, que sufriera para corregirse.

Trouble Maker |Kookmin| +18 Short Fic |TERMINADA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora