Bonito
Liam no era de los que regalaban halagos. Si alguien le preguntara, diría que los cumplidos eran para los débiles o para los que buscaban algo, y él no era ni lo uno ni lo otro. Sin embargo, esa noche, después de horas de trabajo y de decisiones cuestionables, una extraña urgencia lo invadía. Sabía que era ridículo, que se estaba dejando llevar, pero cuando sus ojos se posaron en Oliver, tuvo que admitirlo, al menos en su cabeza: el omega tenía algo que le hacía difícil apartar la mirada.
Oliver estaba sentado frente a él, en si oficina, enfocado en una hoja de papel donde anotaba algo que Liam no podía ver desde su ángulo. La luz de la habitación caía justo sobre su rostro, iluminando esos ojos celestes que, por alguna razón, tenían un leve tinte blanco a la luz. Era casi hipnótico. Liam respiró hondo, tratando de ahuyentar cualquier pensamiento inusual, pero eso parecía inútil.
-¿Tienes idea de que pareces una pintura mal restaurada? -Liam soltó, rompiendo el silencio con su típico tono sarcástico. Observó la sorpresa en el rostro de Oliver, quien levantó la mirada, un poco confundido por el comentario.
-¿Qué? -Oliver frunció el ceño, sin saber si debía sentirse insultado o simplemente ignorarlo, ya que era Liam quien hablaba. Estaba acostumbrado a que el alfa usara ese humor ácido como defensa, como barrera para evitar que alguien se acercara demasiado.
-Digo, esos ojos -Liam señaló con un gesto vago, como si estuviera hablando de algo sin importancia- Parecen una falla de fábrica. Celeste casi blanco... parecen mal hechos.
Oliver, sorprendido, soltó una risa suave, porque conocía bien esa táctica. Había aprendido a leer entre líneas cada vez que Liam soltaba uno de sus comentarios "críticos". Se acomodó en la silla, sosteniendo su mirada, sin dejar que el sarcasmo lo intimidara.
-Vaya, gracias por notar mi... "defecto" -respondió Oliver, sarcástico pero suave, devolviéndole una mirada intensa.
Liam carraspeó, incómodo. No esperaba que Oliver le siguiera el juego, y mucho menos que se le quedara viendo con esos ojos... esos ojos celestes y tan penetrantes que parecían atravesarlo. Quiso decir algo mordaz, alguna respuesta rápida para terminar con el incómodo momento, pero las palabras se le atoraron en la garganta. No sabía qué estaba pasando, por qué sentía esa necesidad de decir algo más.
-Solo... -empezó, y de inmediato sintió la presión en su pecho. Era como si un peso invisible le apretara los pulmones, impidiéndole hablar. Maldijo internamente, frustrado con él mismo por dejar que su autocontrol se desmoronara justo ahora.
Oliver se inclinó un poco, intrigado. Había visto a Liam enfrentarse a situaciones complicadas, siempre manteniendo esa actitud distante e impenetrable. Verlo ahora, tratando de formular algo, con un leve tono de incomodidad en su voz, era casi... entrañable.
-¿Solo qué? -preguntó Oliver, sin perder la oportunidad de desafiarlo, sabiendo que eso solo aumentaría la incomodidad del alfa.
Liam soltó un suspiro exasperado, cerrando los ojos por un segundo. Si iba a decirlo, que fuera rápido y sin pensarlo demasiado. Como arrancarse una venda.
-Solo que... esos malditos ojos te quedan bien... son bonitos... -Lo dijo rápido, en un tono seco, como si simplemente estuviera haciendo un reporte sobre el clima y no revelando algo que le costaba admitir- ¿Feliz ahora?
Oliver se quedó en silencio, sorprendido. Esa era la primera vez que Liam decía algo remotamente amable, y aunque lo disfrazara con su actitud indiferente y su sarcasmo, la esencia del halago estaba ahí. Oliver bajó la mirada, un leve rubor cubriendo sus mejillas.
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Entre Dos Abismos
RomanceEn un mundo donde los chicos omegas son perseguidos y oprimidos, Oliver, un joven omega, lucha por sobrevivir. Al huir de sus captores, se encuentra con la mafia "Yakuza" y es acogido por Liam, un imponente líder. A medida que Oliver conoce a Liam...