𝙲𝚊𝚙í𝚝𝚞𝚕𝚘 𝟷𝟸

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Vulneravilidades

La semana había sido un caos. Las cosas en la organización de Liam se estaban complicando más de lo habitual: problemas con uno de sus socios, una transacción fallida, y más presión de la que cualquier humano debería soportar. A medida que los días pasaban, el semblante de Liam se iba endureciendo, y su humor, ya de por sí ácido, se volvía cada vez más afilado.

Oliver, quien había aprendido a leer los cambios en la atmósfera como si fueran señales de advertencia, notó desde el principio el humor que Liam traía consigo. Sabía que el alfa era alguien a quien le gustaba tener el control de todo, y cuando las cosas se salían de su dominio, se transformaba en una especie de tormenta andante. Oliver, que siempre había sido muy sensible al enojo de los demás, decidió que lo mejor era evitar a Liam hasta que la situación se calmara.

En el primer intento, se las arregló para escabullirse cuando escuchó a Liam discutir con uno de sus subordinados al otro lado del pasillo. La voz de Liam, usualmente controlada, estaba cargada de un tono de advertencia que no dejaba lugar a dudas: no estaba de humor para tonterías.

Al segundo día, mientras caminaba hacia la cocina, Oliver alcanzó a ver a Liam en el comedor, revisando unos documentos con una expresión de puro fastidio. Oliver se detuvo a medio camino, considerando la posibilidad de simplemente retroceder. Sin embargo, antes de poder dar media vuelta, Liam levantó la vista, y sus ojos oscuros se encontraron con los suyos. Oliver sintió cómo su cuerpo se tensaba al instante.

-¿Tienes algún problema? -preguntó Liam, con una voz afilada que no daba lugar a respuestas imprecisas.

Oliver negó con la cabeza rápidamente, tratando de no parecer nervioso.

-No, nada, solo iba... al otro lado -respondió, sin atreverse a sostener la mirada de Liam más de unos segundos. Se retiró rápidamente, sintiendo que el corazón le latía con fuerza.

Para el tercer día, Oliver intentaba limitar sus movimientos a cuando sabía que Liam estaba en su despacho o fuera de la casa. El estrés y la tensión se le pegaban a la piel como una capa de incomodidad constante. No soportaba ver a alguien tan molesto, especialmente cuando era alguien como Liam, cuya energía se expandía por toda la casa cuando estaba de mal humor. Se refugiaba en su habitación, en la cocina, en cualquier lugar que le permitiera evitar la tormenta que era Liam en esos días.

Sin embargo, esa noche, la suerte no estuvo de su lado.

Oliver salió de su habitación para buscar un vaso de agua, pensando que Liam ya se habría retirado a dormir, pero justo al cruzar el pasillo, lo encontró de frente, apoyado en la pared, los brazos cruzados y una expresión que mezclaba agotamiento y frustración. Liam levantó la mirada al ver a Oliver, y este sintió cómo sus nervios se tensaban. Por un momento, consideró salir corriendo, pero ya era demasiado tarde.

-¿Piensas seguir evitándome? -preguntó Liam con un tono seco, aunque en sus ojos había algo más que enojo. Parecía... herido.

Oliver tragó saliva, sin saber cómo responder. Todo lo que quería era no empeorar el estado de ánimo de Liam, pero al parecer había conseguido justo lo contrario.

-No... no es eso -respondió, forzando una sonrisa nerviosa- Solo pensé que, con todo el trabajo que tienes, tal vez sería mejor dejarte solo.

Liam bufó, descruzando los brazos mientras daba un paso hacia él. Había una tensión en su mandíbula, pero su mirada era más calmada de lo que Oliver esperaba.

-Oliver... -dijo, con un tono más bajo- No soy un monstruo. No voy a descargar mi enojo contigo.

Oliver asintió lentamente, pero no pudo ocultar su incomodidad. Liam lo notó y soltó un suspiro, frustrado, aunque esta vez no era por su trabajo, sino porque, sin querer, había hecho que Oliver se alejara.

Entre Dos AbismosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora